El Boceto de un Maestro

Gabriel García Márquez. En agosto nos vemos. Ed. Diana, México. 2024. 92 páginas.

DAVID MARKLIMO

Hay cierto debate en el mundo del arte sobre cuándo el objeto debe llegar al público. Es de sobra conocido que cuando el escritor checo Franz Kafka estaba agonizando, devorado por la tuberculosis, escribió una carta a su amigo Max Brod manifestándole su deseo de que sus escritos fuesen quemados por completos sin ser leídos. Está claro el por qué Kafka decidió eso: pensaba que sus obras no eran de calidad y creía que no deben de llegar al público por no dar la talla. Brod, como sabemos, no cumplió con los deseos de su amigo. ¿Por qué? Esa es la gran pregunta. Habrá leído aquello que custodiaba y se debió dar cuenta que no, que ahí había arte de gran calidad.

No es baladí la mención a Kafka. García Márquez declaró muchas veces que no fue hasta que leyó La Metamorfosis (ese relato en el que un día Gregorio Samsa aparece convertido en bicho) que se dio cuenta de las posibilidades de la novela. El realismo mágico, pues, es inconcebible sin Kafka. Más aún, esta anécdota sobre Brod toma actualidad con la publicación de En agosto nos vemos, una novela póstuma de Gabriel García Márquez, puesto que el colombiano pensaba que esta obra no debería ver la luz y encargó a sus hijos que la destruyeran. Pero se entiende el desdén a esa voluntad: García Márquez es el autor que ha escrito la mejor novela en la lengua castellana e incluso sus novelas menores son dignas de interés. Pero el debate sobre la voluntad artística siempre está. Y no acabará nunca.

Pero es verdad: no hay que olvidar que estamos ante un boceto. Algo que requerirá más trabajo … ¿cuál hubiese sido el resultado final? A saber. Pero al hablar de boceto se nos permite afirmar que no es un texto que pueda aprobar el examen de calidad al que García Márquez nos tenía acostumbrados. Se extrañan las grandes frases a las que nos acostumbró y en cambio, tenemos algunas imágenes inconexas, por no decir incompletas (todavía rechina en la cabeza esa de un aire distintivo a través de su fresca agua de colonia como si nos anunciasen la colonia Sanborns). Por seguir con los negativos, al boceto le hace falta el humor al que se nos tenía acostumbrados. No hay rastros de la imaginación tropical que nos dio Macondo, a los Buendía, a Santiago Nasar, a Úrsula Iguarán o Fermina Daza.

En sí, lo que se puede decir de la historia tiene que ver con Ana Magdalena Bach -en homenaje a la segunda esposa del gran compositor barroco alemán-, una mujer madura que toma un transbordador para llegar a la isla donde está enterrada su madre. Cada tanto hace el mismo rito: se registra en el hotel habitual, compra un ramo de gladiolos (las flores más elegantes, denominadas por algunos «la espada en flor), pasa la tarde en el cementerio y, al día siguiente, regresa a casa con su familia.

La rutina de este viaje se ve interrumpida cierto viaje, cuando al volver a su hotel, tiene relaciones sexuales con un desconocido. A partir de entonces, se trastoca la estabilidad que hasta entonces tenía su vida. Al regreso, las subsecuentes emociones la invaden: se distancia cada vez más de su marido, convenciéndose de que es él quien la engaña. Y aquí habría que apuntar a la ingeniería. Si bien, el protagonismo de Ana es absoluto se echan en falta los increíbles personajes secundarios a los que Gabo nos tenía acostumbrados. Claro ejemplo de ello es el desdibujo del marido, que parece un tipo que simplemente pasaba por ahí sin querer.

Gabo nos apunta a la debilidades y contradicciones de la mujer, pero lo hace desde la observación: poca interioridad y una sobriedad del lenguaje que no eran típicas de García Márquez.. Si se nos dan pistas del estado mental de la protagonista o de sus intenciones, pero ahí queda. Falta terreno. Sí es interesante (analizando la historia y el contexto al que hace referencia) la perspectiva de género: aquí vemos a una mujer remordiéndose la cabeza por sentirse deseada, por conocer el placer y ejercer en él su voluntad. No es distinto a lo que muchos varones hacían y hacen: una noche loca de pasión, una cana al aire, como se suele decir. Y está línea es novedosa en la narrativa y en el universo de García Márquez. 

Al final, este boceto apunta a un tema fundamental: la búsqueda y el viaje emocional de una mujer. Un ejercicio vital y existencial que nos hace lamentarnos del alzheimer que azotó a su autor y le impidió llegar a su destino. Quizá eso, al final, es el valor de esta novela / relato breve inconclusa: darnos la oportunidad de lamentarnos, una vez más, de la desdicha final del mayor escritor que ha conocido nuestra lengua.

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