*Sí la Casa del “Indio” Fernández en la que sus Amigos, de Todo como en Botica, Bebieron y Disfrutaron
*Y la Venganza: una Estatua Cuyo Trasero Desnudo Apunta a la Casa de Diego Rivera
Por Susana Vega López
Allí se respira nostalgia al saber que se reunieron grandes escritores, pintores, escultores, cantantes, fotógrafos y cineastas de la talla de Juan Rulfo, Frida Kahlo, Diego Rivera, Lola Beltrán, Marilyn Monroe, así como muchos personajes de la época de Oro del Cine Mexicano como María Félix y Dolores del Río. Allí se han realizado varias escenas de películas como la de Frida, con Salma Hayek. Incluso, dicen, se escondió el Ché Guevara: la Casa del Indio Fernández.
Motivos prehispánicos, chimeneas, balcones, escaleras, ventanas, terrazas, desniveles, jardines y muros dan un toque armónico y especial de estilo tradicional mexicano donde la piedra es el elemento que resalta toda vez que se construyó sobre restos volcánicos por lo que los temblores no se sienten para nada; cuenta con un mausoleo y está llena de interesantes anécdotas y misticismo.
La fachada es de piedra al igual que sus altos techos. Tiene dos entradas con grandes, gruesas y pesadas puertas de madera. Esta casa resulta un gran atractivo para la gente que gusta de las historias y personajes de las películas mexicanas que hicieron época.
Por la entrada principal se ingresa a un patio que te lleva a la casa grande, a un salón de reuniones, a un patio (donde ponen un bazar) y a un departamento que actualmente es habitado por Emilio Quetzalcóatl, nieto del Indio Fernández y su familia.
Al entrar a la casa parece que estás en un rancho. Hay que subir escalones para llegar al hall, unos pasos más allá, a la izquierda se encuentra una cocina hecha con mosaicos rústicos, horno de piedra y hornillas que ponen a funcionar para preparar y vender antojitos mexicanos los fines de semana: pozole, tamales, atole, sopes, tostadas, aguas frescas de Jamaica, horchata y tamarindo.
Sin entrar a la cocina, de frente, destaca el comedor con una gran mesa y 10 sillas de madera. Allí, el historiador y guía Jorge Silva, comenta que un día Emilio, “El Indio” Fernández invitó a unos amigos a comer y le encargó a su mujer, Columba Domínguez, que le preparara pollo con mole para agasajar a los comensales. Después de comer les pidió que lo acompañaran para mostrarles la casa. Al regresar al comedor le preguntó a Columba por algunos gallos que le faltaban en el corral, a lo que contestó: “Ya están en tu panza. Me pediste pollo con mole y no dejaste dinero”. A lo que “el Indio” sólo dijo: “Esa es mi vieja que se las arregla para preparar una deliciosa comida aunque no le deje el gasto”.
Al salir del comedor por la puerta derecha se encuentra “El patio de Tlaloc”, inspiración de Diego Rivera quien tenía una gran amistad con el cineasta nacido en Sabinas, Coahuila el 26 de marzo de 1904. Lo conforman una alberca y dos fuentes.
Al fondo, la urna con los restos del actor y director de cine mexicano. Están en un nicho con grecas que semejan el cuerpo de una serpiente y una ventana redonda porque “desde ese punto podrá ver quiénes andan en su casa” dice el guía.
De allí se pasa a las salas, en una de ellas luce un piano. En las paredes hay pequeños hombres hechos de piedra que realizó Diego Rivera y uno de ellos es él mismo pues se destaca por llevar instrumentos para pintar. También tiene su cantina donde le gustaba pasar largo tiempo al director de cine y hasta inventó su propia bebida que consiste en cebolla finamente picada, chile piquín, limón y uno o dos caballitos de tequila, afirma a Misión Política, el también investigador Jorge Silva.
A la recámara, situada en la parte superior, se llega por dos escaleras porque, dice el guía, que cuando “El Indio” estaba con una dama y llegaba otra, su mayordomo ya estaba instruido para avisarle mediante chiflidos. Un silbido significaba que había llegado una mujer y si enseguida se escuchaba otro era porque iba hacia la recámara por la escalera principal, por lo que bajaba a la que tenía en su habitación por la otra escalera. Y si al contrario, primero escuchaba dos chiflidos seguidos era porque iba por la escalera pequeña por lo que despedía a la otra por la principal y así no se encontraban.
En su dormitorio resalta una máquina de escribir que perteneció a Juan Rulfo, quien fue a empeñársela y nunca la reclamó. También es de mencionar que la casa está decorada con varias pinturas. La primera que compró fue en La Lagunilla, un cuadro con la imagen de La niña de Calimaya, “a quien le gusta estar en la recámara principal porque cuando la ponen en otro lugar comienza a colgarse”. Arriba de la cama se encuentra una gran pintura de Francisco Villa.
Explica que en esta residencia también descansan otros restos de familiares, así como los del arquitecto Manuel Parra Mercado, quien construyó la casa, además de intervenir en algunos papeles de reparto en las películas. Dicen que los albañiles que trabajaron para Don Emilio también participaron de “extras” y así se cumplieron varios deseos: uno, construir su casa; otros, hacerles su sueño realidad a los herreros, carpinteros y albañiles de salir en la pantalla grande.
Por cierto, dicen que “El Indio” sirvió de modelo para realizar la estatuilla del Óscar. Resulta que su gran amiga, Dolores del Río, quien estaba casada con Cedric Gibbons, entonces director de arte de la Metro Goldwyn Mayer -a quien le encargaron la realización del Óscar- le propuso a su esposo que tomara de modelo a Emilio. Al principio, “El Indio” se rehusó porque debería posar desnudo, pero terminó por acceder.
Hijo de un revolucionario y de una india kikapú, comenzó su carrera participando como extra en algunas películas de Estados Unidos, a donde había llegado tras huir de prisión luego de un fallido golpe contra el gobierno de Álvaro Obregón en 1923.
Tuvo cinco esposas y su eterna pareja Columba Domínguez, pero su gran amor imposible fue la actriz Olivia de Havilland. A ella se debe que la calle que hace esquina con la calle de Zaragoza, alcaldía Coyoacán, se llame Dulce Olivia.
El terreno se adquiere en 1943 con tres habitaciones: cuarto de huéspedes, la cantina y la cocina y desde entonces es habitado hasta 1986 por “El Indio” Fernández.
La casa comenzó a edificarse en 1946 con ciertos toques especiales que rompen con el modernismo en voga. Diego Rivera intervino en algunos aspectos de la decoración.
Por cierto, otra anécdota es que Diego Rivera le había encargado al arquitecto Manuel Parra la construcción de su casa y por algún disgusto que tuvo, le quitó el proyecto para dárselo a Juan O’Gorman. Pasados los años, el maestro Don Manuel consigue un proyecto frente a la casa de Diego.
En la nueva fachada coloca una pequeña escultura de aproximadamente 40 centímetros, en forma de una persona gordita, desnuda, con las piernas abiertas y el trasero apuntando a la casa de Diego Rivera -dicen que era el pintor- a manera de mofa por haberlo cambiado por otro arquitecto.
Vale la pena visitar La Casa del Indio Fernández, llena de misticismo que abre sus puertas dos veces al año: noviembre, donde es adornada con múltiples ofrendas, lo que llama la atención de turistas nacionales y extranjeros; y en los meses de marzo y abril.