*En un Rancho Mágico muy Cerca, en la Ciudad de México
*Conociendo al Enorme Liger, una Cruza de León con Tigresa
*Y También al Lémur, un Primate de Madagascar, en Peligro de Extinción
*Y el Disfrute Sobre el “Bolódromo”, Enorme Bola de Plástico Giratoria
Por Susana Vega López
¿Alguna vez te has imaginado estar en la época prehistórica donde existían grandes felinos de hasta cuatro metros, o que existe un lugar encantado con búhos, lechuzas, tecolotes, o un animal que parece cruza de mono y ardilla? ¿Sabes lo que es un liger o un tigón?
Aunque es un rancho, se encuentra muy cerca, a siete kilómetros de Topilejo -un pueblo originario de los doce que conforman la alcaldía Tlalpan-, aquí, en la Ciudad de México. Es un lugar dedicado a los amantes de la naturaleza conformado por una asociación rural, sin fines de lucro, manejada por un consejo directivo de personas altruistas por lo que requieren de donaciones para seguir con esta idea que encanta a grandes y chicos, donde la edad no importa porque todos se divierten al por mayor.
Un proyecto de educación, resguardo de la vida salvaje y un lugar ecológico que asombra a los visitantes por la variedad de especies y actividades que se pueden realizar todos los días. Los animales que se encuentran en este lugar en su mayoría son propiedad de la Nación (Semarnat) y otros ejemplares han sido donados para su cuidado y resguardo.
Como ya es costumbre al llegar y entrar a un lugar, el personal que allí labora toma la temperatura e invita a ponerse gel a los visitantes. Entras (y también es la salida) por una tienda donde venden macetas, peluches, dulces, productos que allí mismo siembran, elaboran, procesan, así como bandejas de comida para poder alimentar a los animales, si lo deseas.
Caminas y está la escenografía para tomarse la foto del recuerdo en este Rancho Mágico que cuenta con establos, aviario, gallineros, chiqueros, jaulas y vitrinas varias, guardería de animales, incubadoras, veterinaria, áreas de fiesta, zona de restaurante y talleres de actividades varias.
El establo tiene dos vacas holandesas que actualmente se encuentran preñadas. Son Magi y Lola que con su leche elaboran cremas, quesos, rompopes, pan. “Una vez que nazcan sus crías darán hasta 25 litros de leche al día”, comenta Mari, una empleada, y afirma que “se pueden acariciar siempre y cuando no toques los cuernos porque se enojan”.
Más adelante, en un jardín abierto, camina lentamente, a paso firme Rocky, una tortuga africana con su gran caparazón color marrón y gruesos espolones en las patas. Se salió de su “casa” para caminar y comer pasto. Tiene aproximadamente 35 años. Llega a vivir hasta 150 años.
En el aviario se encuentra la guacamaya aliverde, con su plumaje rojo en el cuerpo, con sus alas y cola de color verde y azul; también está la guacamaya amarilla con su copete verde, el cuerpo amarillo y alas y cola azules. Los cuidadores explican que su cuerpo puede medir 90 centímetros y las hembras son más grandes que los machos. La pequeña cacatúa de plumaje blanco es de la especie sanguínea y su piel es de color azul. También hay cotorras o pericos.
A la entrada del reptilario resalta un pequeño cocodrilo Moreleti, llamado cocodrilo de pantano, con sus más de 60 dientes. En 1973 fue incluido en la lista de las especies en peligro de extinción. Entre las especies que aquí se pueden ver son: escorpiones, boas, serpiente cascabel, cucaracha gigante de Madagascar, tarántulas de terciopelo negro (del sur de Belice, El Salvador y Guatemala), de rodillas rojas (de Colima y Acapulco), la babuino, de color naranja (de zonas desérticas), la tigre (de Costa Rica), el impresionante Geco leopardo (de la India), el skink de lengua azul (de lugares semidesérticos), entre otras.
Es turismo de aventura y siguiendo el camino te topas con el “Bolódromo”, una gran bola de plástico donde el que se anima -y paga 50 pesos para tener derecho a tres experiencias- puede sentirse como un Hamster corriendo en ese juego. Hay que despojarse de cualquier prenda u objeto que pueda romper la bola. Subir las manos para impulsarse y comenzar a correr; sin embargo, la caída es irremediable y la persona rebota, entre risas, dentro de la bola. También hay tirolesa, rapel, gotcha, cuatrimotos, monta de animales por citar algunas actividades extremas.
Del otro lado del rancho, al cual llegas en un trenecito que abordas a un costado, donde se encuentran tres grandes bisontes, te esperan “El Bronco”, y “Rubí”, hermosos caballos que “piden de comer” y la gente se anima dándoles alfalfa.
Llama la atención el Liger, una cruza de león con tigresa que camina orondo, con paso lento, mirando aquí y allá y a unos pasos, en la misma jaula, un tigre que se aprecia pequeño en comparación con el Liger. Y es que, dicen, estas cruzas -igual que el tigrón (cruza de tigre con leona)- padecen de gigantismo y entonces parece que estás en una película de la época de hielo. En esa área está el jaguar con sus rosetas, el leopardo, la pantera negra (en realidad en un leopardo pigmentado, dicen, que contrario al albino, que es blanco).
Más allá el chiquero con sus cerdos color rosa, gris, café y negro. Resalta un jabalí, con su hocico más alargado y grandes colmillos que llegan a medir hasta siete centímetros.
Una demostración de búhos, lechuzas, tecolotes y otras aves que pueden girar su cabeza hasta 270 grados causan admiración entre los turistas. Tienen su propio espacio donde se ven diferentes especies de estas aves a las que se les relaciona con la inteligencia, algunos con la muerte (de ahí el dicho de que cuando el tecolote canta, el indio muere), y otros más con la ternura dado el tamaño y el tipo.
Otra cereza del pastel que tiene el Rancho Mágico es el lémur, un primate que vive en la isla de Madagascar, un animal en peligro de extinción que da saltos hasta seis veces la altura de su cuerpo, explican a través de un video y luego te invitan a convivir con estos animales que parecen amigables, que se acercan a tomar la comida que les ofreces para lo cual te piden un apoyo económico y te toman una fotografía cuando estás conviviendo y si no quieres acercarte, sencillamente puedes admirarlos a través del vidrio para ver cómo dan grandes y divertidos brincos.
Borregos pachones, llamas, vicuñas, conejos, caballitos ponys, cebús, toros, halcones, águilas, perrito de la pradera, erizos (como el puercoespín), borregos, cabras, alguno que otro ejemplar enano y más se pueden ver en este lugar que ya abrió luego de estar cerrado por causa de la pandemia por Covid.
Aquí la edad no importa, grandes y chicos se divierten al por mayor y los adultos mayores no pagan, sólo deben mostrar su credencial de Inapam. Los turistas, en verdad, encuentran algo que les maravilla, asombra, entretiene. La cuota de cooperación bondadosa es de 150 pesos.