Eliminar al Rival: lo de hoy en el Proceso Electoral

Los Dados de Dios

Por Nidia Marín

Y sigue la mata dando. Ser candidato en México a una alcaldía, sindicatura, diputación local o federal es casi una sentencia de muerte en 2021. Y si no es así, que lo digan los padres, hermanos, parientes consanguíneos, compañeros de labores y amigos de los más de setenta políticos y candidatos que han sido asesinados en el país y su capital a partir de que se inició, el 7 de septiembre pasado, el proceso electoral de 2021.

A los 65 días de la puesta en marcha, el 11 de noviembre, secuestraron y mataron en Jamapa, Veracruz a la alcaldesa Florisel Ríos Delfín, del PRD.

Cuando sumaban 102 días asesinaron en Jalisco, al exgobernador del PRI, Aristóteles Sandoval y se presume que hubo presiones de grupos delincuenciales en materia político-electoral. Así sería con otros 14 aspirantes hasta contabilizar 17 en el lapso mencionado del año pasado, entre los cuales estaban el alcalde de Temósachic, Chihuahua, el perredista Carlos Beltrán Bencomo; así como también del aspirante panista a la alcaldía de Juventino Rosas, Guanajuato, Juan Antonio Acosta Cano.

Este año 2021, la misma gata, pero revolcada. Sí, el crimen no cesa de sumar y alcanzar, aproximadamente, 64 hasta febrero, según lo dijo en su momento la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, quien aseguró que se combatiría esta evidente impunidad, pero eso no ha sucedido porque el crimen político en este proceso electoral cabalga a galope tendido, sin que haya nadie que lo frene.

En más de la mitad de las 32 entidades de la República (en 23) se ha estado presentando la violencia política, pero los asesinatos en 19.

Es evidente que matar al rival es un instrumento que garantiza el triunfo. Una buena parte son estados del sur y sureste del país, aunque también hay un buen número del norte y otro tanto del centro.

Integralia, que dirige, Juan Carlos Ugalde advierte, hasta febrero, de 90 incidentes de violencia política y 75 asesinatos

La impunidad es el resultado, hasta ahora. Tal vez como dijera en su momento Pablo Piccato, de la Universidad de Columbia, al analizar en su trabajo “El significado político del homicidio en México en el siglo XX”, que las víctimas indirectas de homicidio durante expresaron con gran claridad la exigencia de justicia; peticiones al Presidente en turno provenientes de toda la República, vía sindicatos, asociaciones de ejidatarios o vecinos para que se castigara a homicidas.

Aseguraría el investigador: “La mejor evidencia de estas exigencias la he encontrado en los fondos presidenciales, desde Lázaro Cárdenas hasta Adolfo López Mateos, albergados en el Archivo General de la Nación. Estos grupos documentales contienen muchas cartas que piden al presidente justicia contra homicidios impunes. Llegan de todos los estados del país y en gran número, un promedio de 1,189 por sexenio, el 3% de todos los casos de homicidio recibidos en juzgados criminales durante esos mismos años”.

Y no pasaba nada…como ahora con una cifra centuplicada, aunque en su momento el especialista estadounidense precisó:

“El testimonio de ultratumba de la víctima del homicidio podía ser la única manera para llegar a la verdad ya que las autoridades judiciales y policiales, en muchos casos, no tenían ningún poder frente a hombres violentos y poderosos a nivel local”.

Ciertamente, como señalaba Piccato: “Un homicidio, sin embargo, causaba suficiente indignación entre las personas cercanas a la víctima como para darles el coraje de decirle algunas feas verdades en su cara, epistolarmente hablando, al presidente”.

Hoy también. Esto no ha cambiado y claramente se ha acendrado durante los procesos electorales. Se presume que, en la República Mexicana, lo mismo opositores políticos que grupos criminales intervienen en los mismos para establecer prebendas con los nuevos funcionarios o permanecer con las que ya tenían, aunque también hay un ingrediente que se ha ido acrecentando con los años y es el asesinato de mujeres políticas. En los primeros meses del proceso en marcha, ya sumaban en ese renglón 17% de féminas de los 75 asesinatos.

¿Cuántos candidatos avalados por el narco o que escalaron gracias al asesinato de un político contrincante alcanzarán el poder en junio próximo? Seguramente muchos.

Y sigue la mata dando… aunque no lo quieran admitir, porque ahí están los hechos.

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