La Época Trans

La mujer molesta,
Rosa María Rodríguez Magda.
Ménades editorial.
Madrid, 2019.
158 páginas

Por David Marklimo

Nada es más molesto en la Historia de la vida pública, que una mujer. Eso parece sostener el libro La mujer molesta, de Rosa María Rodríguez Magda. Por si hay algún mal entendido, hay que aclararlo: no se dice esto por crítica ni por ganas de generar controversia. Al contrario, se habla de las mujeres como colectivo necesario. Desde el pensamiento griego hasta la modernidad se habla de conceptos importantes: la dignidad intrínseca, la igualdad de derechos, la libertad de asociación… El problema es que este estatus protagónico atañe exclusivamente al varón adulto. La mujer ha quedado, en el imaginario colectivo, como un ente secundario, mero apéndice del cabeza de familia bajo cuya tutela vive. Darle voz es molesto, parece decirnos la autora.

En sí, con los postulados de Rodríguez Magda señalan que el feminismo defiende la necesidad de liberarse de imposiciones de género y asumir la igualdad de derechos sin importar el sexo con el que se haya nacido, algo que ya sostenía Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo. Para ello, por una parte, construye sus fundamentos teóricos: aparece la noción de patriarcado, como estructura que condiciona las relaciones de poder, y por otra reivindica transformaciones sociales y legislativas que liberarán a la mujer de servidumbres tanto biológicas como históricas. La reacción es consabida: se hace necesario apoyarse en lo biológico para reclamar la vuelta a una feminidad esencial cuyos valores defiende.

En este contexto la palabra patriarcado ha quedado obsoleta, las mujeres ya no están bajo la tutela del padre, pero sí en inferioridad de condiciones respecto a sus coetáneos. Se trataría de un “pacto entre varones”, lo que la autora denomina el fratiarcado, que conlleva rivalidad, violencia y exclusión (del otro sexo). Ante todo, hay que mostrar virilidad –poder, dominación– y eso se aprende desde la infancia. Las mujeres, hay que decirlo, han socializado de forma opuesta.

El libro no rehúye al debate contemporáneo feminista: sexo y género son imposiciones externas. Lo que se pretende es derribar radicalmente ese binarismo, huir de divisiones para construir libremente una realidad más fluida a partir de decisiones personales. Aunque eso no invalida –afirma Rodríguez Magda– que, a pesar de los condicionantes, el sexo sea una realidad previa a todo lo demás. La conclusión es obvia: tanta diversidad e indiferencia hacia lo biológico acaba invisibilizando e ignorando a las mujeres como miembros de la colectividad social y como integrantes de una Humanidad. Es paradójico el mundo contemporáneo: hemos visibilizado la opresión, pero en lugar de eliminarse con la excusa de la equiparación de identidades, se ejerce de otra forma. No es un apunte menor: la transexualidad y el transgénero -siempre según la autora– son fenómenos consustanciales a una época en la que se produce un cambio de paradigma y que podríamos llamar postmodernidad. Asumimos lo transnacional, transcultural, transgénico… con la pretensión de superar todas las limitaciones, hasta las propias de nuestra naturaleza. La forma de percibirnos ha cambiado tanto que andamos rozando la distopía de la que se hablaba en Un Mundo Feliz. Por eso no es extraño que la autora hable de un transfeminismo, que intenta abarcarlo todo: diferencias de sexo, raza, clase… pero que le quita fuerza al reclamo feminista.

El libro es un referente indispensable para entender al feminismo. Da una explicación pausada, coherente, de quienes han pretendido recluir a las mujeres en una abnegada complementariedad, pero también frente a aquellos que hablan de la proliferación de los géneros. Se entiende la molestia, esa maniobra de burda de borrado. Quedan las preguntas: ¿cuáles son los retos a los que las mujeres deben enfrentarse en estos tiempos difíciles? ¿Cómo influyen en su vida cotidiana?

 

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