Por Jesús Michel Narváez
Extraño, pero cierto: la Cofepris, bajo la desconducción del doctor Muerte, aprobó la vacuna producida en Cuba y cuyo nombre tiene más significado de lo que parece: Abdala y que no ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud, la Unión Europea y América del Norte. Tampoco ha recibido autorización en 31 de los 33 países que conforman América Latina y el Caribe.
Sin haber pasado la tercera prueba: aplicación y resultado en número suficiente de humanos, México decidió dar el visto bueno y se convierte en la tercera nación en hacerlo. Ahora acompaña a Nicaragua, Venezuela y Vietnam. Y por supuesto Cuba.
El nombre Abdala tiene enorme significado para los árabes y es adoptado, mañosamente, por la dictadura cubana. La definición que reconoce la Real Academia de la Lengua Española, establece: Abdalá significa «El hombre que sirve a Ala» o «Servidor de ala». Es de origen árabe y proviene de la palabra «Abd» (Esclavo o servidor) y «Ala» que hace referencia al Dios de los musulmanes.
Es el uso arbitrario del servidor y del esclavo. En Cuba no se conoce al servidor pero sí al nuevo esclavo que perdió su libertad desde 1959. Porque quienes dicen servir a su pueblo, toman el papel de Alá y por ello sus gobernadores están obligados a rendirles pleitesía y si osan desconocerlo solo les quedan dos caminos: las mazmorras o el cementerio.
La prisa por aprobar un antígeno que no es reconocido por el mundo científico despierta sospechas. Se presume que México firmó contratos con los productores de vacunas que demostraron haber realizado todas las pruebas exigidas por las agencias sanitarias que cuentan con paneles de expertos que analizan los componentes y ponen por delante la vida de aquellos que serán inoculados. Y el número alcanzó, oficialmente informado, 223 millones de dosis.
Al corte nocturno del viernes, la Secretaría de Salud informó que se han recibido 198 millones 527 mil 735 dosis y se han aplicado 148 millones 943 mil 207 quedando 49 millones 584 mil 528 en bodegas.
Si existen casi 50 millones de dosis sin aplicar surgen tres preguntas:
1.- ¿Cuál es la razón de guardarlas?
2.- ¿Para comprar más vacunas si hay sobrantes en riesgo de descomposición por un trato incorrecto? Y,
3.- ¿Por qué adquirir antígenos que no tienen reconocimiento de la OMS y solamente en tres países, nada democráticos, se aplican?
Construir un eje del mal no es el papel de México. La responsabilidad del gobierno en la materia, depositada en el titular de exteriores, Marcelo Ebrard, pareciera estar más encaminada a una promoción personal que a servir a los mexicanos.
¿Qué nos hace semejantes de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Vietnam?
Los corifeos nos responderán que “todos lucharon y luchan por su independencia y soberanía. Son naciones “libres”.
¡Pamplinas!
Ninguno de los cuatro países que aplican -si es verdad que Cuba lo ha hecho- que se informa adquirió la vacuna, es libre. Por el contrario, conforman el eje del mal en contra de la democracia. Buscan contagiarla. Lejos está su veneno para lograrlo.
El gobierno de México está obligado a brindar una explicación coherente, no cantinflesca, de la razón que lo llevó a comprar Abdala.
Y salvo que desde ahora haya un intercambio para que la vacuna Patria -producida por los científicos del Conacyt- la compren Cuba, Nicaragua, Venezuela y Vietnam, no se justifica. Porque sin conocer oficialmente el precio, se sabe que es superior al de AstraZeneca.
¿Es tan importante la unidad de México y Cuba?
La revolución cubana murió cuando se desmoronó la Unión Soviética y ni Corea del Norte ni China llenan el hueco.
¿Cuál es el interés real del presidente de México y del secretario Ebrard para adquirir algo que no está ciento por ciento comprobado?
Cofepris les ha negado el reconocimiento a otras vacunas. ¿Qué la hizo acelerar el paso para dar luz verde a Abdala? Tiene todos los ingredientes para intentar convertirse en la vacuna contra la democracia.
Los mexicanos merecemos una explicación.
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