El Movimiento del 68, una sucia estrategia del Ejército para inmiscuirse en el proceso electoral y la sucesión presidencial: Nidia Marín

-Las Guerreras del Periodismo-

* Un verdadero periodista, es aquel que no le tiene miedo ni así mismo

Por Edmundo Cázarez C.

-Segunda de tres partes-

Foto Adrián Ponce

“En el México del 68, desde las secretarías de Gobernación y Defensa Nacional, había durísimos encontronazos, pero eso, no lo sabíamos nosotros los periodistas. Sin temor a equivocarme, eso fue lo que desencadenó la terrible y muy lamentable matanza de Tlatelolco. Las ocultas diferencias entre Luis Echeverría y el general Marcelino García Barragán, quien éste último, con una sucia estrategia, estaba obsesionado por meterse de lleno en el proceso electoral y sucesión presidencial”, expresó la destacada periodista Nidia Marín, en la segunda parte de la extensa e interesante entrevista con MISIÓN POLÍTICA, y como parte de la saga “Las Guerreras del Periodismo”, un sencillo, pero justo reconocimiento para exaltar la ardua e intrépida labor periodística que llevan a cabo destacadas mujeres mexicanas.

A lo mero macho, la importancia de las mujeres periodistas es sumamente necesaria y hasta indispensable en los medios de comunicación, como en los cargos directivos de los sectores públicos y privados y/o en donde se decidan contenidos editoriales, sin la mínima intención de sexualizar o menospreciar el valioso trabajo del sector femenino.

En el México del 2024, nuestras mujeres han hecho importantísimas aportaciones a la vida nacional, trayendo consigo, una muy valiosa interpretación del mundo entero, en donde ha quedado de manifiesto que esa sociedad machista que nos caracterizaba, requiere urgentemente avanzar, desde todos los ámbitos posibles, en los que se construya una realidad diferente de este gran país que camina y se desarrolla, gracias a la encomiable aportación de estas insustituibles mujeres. Quizás, sea por eso, que nuestro país llegará a esa madurez política y social de poder contar, por primera vez, con una mujer en la presidencia de la República.

Conversar con Nidia Marín, una extraordinaria periodista, considerada como integrante de “la vieja guardia”, pero dueña de enormes conocimientos, de una ilimitada lealtad y el amor que deben observar quienes han introducido al periodismo dentro de su corazón, pero también, como su forma de vida, siempre, actuando con absoluta honestidad y veracidad. Como la propia Nidia Marín me lo dice en esta segunda parte de la amena y larga conversación que tuvo a bien concederme en la intimidad de su hogar, ubicado al sur de la Ciudad de México: “Un verdadero periodista, es aquel que no le tiene miedo ni así mismo”

Nidia Marín sorprende por una maravillosa y hasta envidiable memoria que posee, como si hubiera sido ayer, recuerda a la perfección, con lujo de detalles, cada uno de sus trabajos periodísticos que le han hecho acreedora, en dos ocasiones, del Premio Nacional de Periodismo, así como infinidad de reconocimientos recibidos tanto en México como en el extranjero.

El profesionalismo y la entrega demostrada en su cotidiano quehacer periodístico, ha originado que numerosas personalidades de talla mundial, tales como el prestigiado pintor Miró, tan solo por citar uno, le motivara viajar desde Francia a México, solamente para agradecerle a Nidia Marín, una extensa y exquisita entrevista que le hizo para el diario El Gráfico, en donde estuvo laborando durante varios años.

Más que una entrevista entre colegas, con absoluta sencillez, Nidia me cuenta los pormenores que vivió, cuando siendo una simple reportera de la sección de sociales del periódico El Gráfico, recibió la tajante orden de ir a cubrir los trágicos y sangrientos hechos del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en donde fueron asesinados cientos de estudiantes. Contundente, señala que dicho movimiento fue una sucia estrategia del ejército para inmiscuirse tanto en el proceso electoral, como en la sucesión presidencial. Una absurda e inexplicable confrontación entre el ejército y la desaparecida Dirección Federal de Seguridad. Quizás, era una medición de fuerzas y de poder, entre los entonces secretarios de Gobernación y Defensa Nacional, el licenciado Luis Echeverria y el general Marcelino García Barragán, respectivamente.

Estimado lector de MISIÓN POLÍTICA, mi nueva casa editorial, en donde me permiten el honor de presentarle a usted, cada una de las entrevistas que realizo a muy diversas personalidades. Así es que, lo invito para que disfrute esta amena plática con una orgullosa michoacana. Una mujer ejemplar. Una brillante periodista, pero, sobre todo, una amiga excepcional.

-Aunque eras reportera de sociales del periódico El Gráfíco ¿Cómo viviste todo el movimiento del 68?

-Déjame platicarte todo lo que viví… Estando en El Gráfico, cada semana, me tocaba elaborar una columna cultural, entrevistando a pintores, escultores y escritores… -De repente, la sensibilidad de esta gran mujer y extraordinaria periodista se hace presente, con un nudo en la garganta y los ojos llorosos, con enorme entusiasmo me dice-: “No sabes la cantidad de libros, cuadros y pinturas que recibía por parte de ellos. Creo que les gustaba mucho mis entrevistas y todo lo que escribía sobre ellos. No cabe duda que esta bendita profesión del periodismo te regala enormes satisfacciones, inclusive, uno de esos personajes hizo un viaje desde Europa para agradecerme personalmente lo que había escrito sobre de él…”

– ¿Qué sentiste recibir ese generoso gesto hacia tu persona?

-Cuando lo recibí en la planta baja del periódico me dijo: “Nidia, estoy muy sorprendido porque esperaba encontrarme a una mujer de edad avanzada como Margarita Nelken, me quedo impactado porque te veo llena de vida y en tu plena juventud…”

-Órale, ese, era un hermoso “piropo…”

-… Ja, ja, ja, de inmediato pensé que, él, esperaba encontrarse a una mujer de 95 años de edad…

– ¿Pero ¿quién era ese gran personaje?

-Nada más y nada menos que el muy prestigiado pintor y cineasta español Baudilio Miró, mejor conocido como “Miró”, que, en 1992, fue galardonado con el Premio Canarias de Bellas Artes. A propósito, en la pared del baño de la planta baja de mi casa, hay un cartel con una frase que tomó la destacada bailarina Gloria Contreras, sobre lo que había publicado sobre ella: “En sus danzas iba el amor y todas las manifestaciones humanas que salieron de sus cuerpos y se integraron al público”

-Eres una gran periodista, pero cuéntame más sobre lo del 68. Quiero decirte que, tú, sí estuviste ahí, en medio de los balazos y no como se narra en el libro “La Noche de Tlatelolco”

-Como te decía, estando en la sección de sociales del periódico, cuando se viene el movimiento estudiantil del 68. La única mujer reportera que había en información general del periódico El Grafico, era Rosario Vázquez Mota, pero cuando le preguntaron a “Chayito” si quería ir a cubrir lo de Tlatelolco, simplemente dijo que no, además, ese mismo día, se iba de vacaciones… ¡Por favor!!, estaba más que claro, que no iba ir a los “broncones” de las escuelas preparatorias pertenecientes al Instituto Politécnico Nacional…

– ¿…Y luego?

-Pues la única otra mujer que existía en El Gráfico era yo. “A ver Nidia, urge que te vayas ahorita mismo a Tlatelolco y cubras todo, pero todo lo que está ocurriendo ahí”

– ¿Quién te dio esa orden?

-Lalo Fentanes, quien era el jefe de Información y quien daba las órdenes a los reporteros. Así es que no me quedó de otra que trasladarme y ser testigo presencial de las tranquizas que se acomodaban los estudiantes entre ellos mismos.

– ¿Qué sentías ver tanta sangre y heridos?

-Me movió muchísimo el tapete, porque estaba muy joven…

– ¿Quién tenía la razón en ese lamentable movimiento?

– ¡Ay!!, mira, mi querido Edmundo, ese movimiento fue aprovechado por el Ejército, porque, ellos, querían meterse en el proceso electoral que se avecinaba. Recuerda que estaba por concluir el sexenio de don Gustavo Díaz Ordaz…

– ¿Ése era el “meollo” del movimiento?

-Desde las secretarías de Gobernación y Defensa Nacional, había durísimos encontronazos por la sucesión presidencial, pero eso, no lo sabíamos nosotros los periodistas. Sin temor a equivocarme, eso fue lo que desencadenó la terrible y muy lamentable matanza de Tlatelolco. Las ocultas diferencias entre Luis Echeverría y el general Marcelino García Barragán, quien éste último, con una sucia estrategia, estaba obsesionado por meterse de lleno al proceso electoral y la sucesión presidencial

– ¿Estabas lista para presenciar un conflicto de tal envergadura?

-Los periodistas de ese entonces, y hablo por mí, estábamos un tanto ingenuos respecto a ese conflicto. ¡Imagínate!!, después de estar inmersa en el mundo de la “socialité”, de la noche a la mañana, tenía que enfrentarme a eso…

– ¿Tenias miedo?

-Un verdadero periodista, es aquel que no le tiene miedo ni así mismo…

-Me gusta tu frase…

– ¡Déjate de cosas!!, entre gitanos no se leen las cartas. Como ya había asistido a todos los eventos previos que se registraron en la Ciudadela y que fueron protagonizados por los estudiantes de la preparatoria del Isaac Ochoterena y del Instituto Politécnico Nacional. Ahí me tienes, resulta que el 2 de octubre me voy a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco…

– ¿Alcanzaste a presenciar la balacera?

-Llegué exactamente cuando estaba en su punto máximo…

-Llegaste a pensar que tu vida estaba en peligro?

– ¡Todo era confusión!!, los soldados y policías no me dejaban pasar. Total, me metí como pude. Ya había pasado la primera gran balacera de las seis de la tarde. A donde volteara, había muertos y heridos. No sé ni como le hice, pero me metí al edificio principal, creo que era el Chihuahua, en donde estaban refugiados y escondidos los estudiantes. De repente, veo una cara conocida que reflejaba pavor…

– ¿Quién era…?

-Mi compañero fotógrafo Chucho Fonseca, que en paz descanse, porque hace muy poco tiempo que acaba de morir. Por cierto, no hace ni un año, Chucho, estuvo aquí en mi casa para que le prestara unas fotografías, que él mismo había tomado en Tlatelolco para participar en una exposición fotográfica en donde le harían un merecido reconocimiento a su brillante trayectoria como reportero gráfico…

-Pero cuéntame más de lo que viviste en el edificio Chihuahua de Tlatelolco…

-Pues ahí mismo, estaba gente de la secretaria de gobernación, enviados por Luis Echeverría, percatándome que estaban citando a compañeros periodistas -todos hombres- en las oficinas de Bucareli, para trasladarlos después a Tlatelolco cuando todo haya terminado.

-Pero tu astucia y olfato periodístico, te había llevado, antes que nadie, hasta ahí…

– ¡Exacto!!, como era mujer y nadie me “pelaba”, decidí irme por mi propia cuenta. Vaya sorpresa que me llevé. Estaba frente, nada más ni nada menos, que al famoso “junior”, gente incondicional de Luis Echeverría, recargado en uno de los muros del edificio Chihuahua y le digo… Oiga, le pido un favor ¿Nos da permiso de acercarnos en donde van a empezar a bajar a los presos políticos? El “junior” se me quedó viendo fijamente, creo que le inspiré confianza, porque sin más ni más, me dijo sí, como no… ¡Pasen…!!

-Vaya… ¡qué suerte…!!

-Pues ni tanta, porque en ese preciso momento, se hace presente la segunda balacera, el “junior” me da un tremendo empujón que voy a dar hasta un baño que había en una de las entradas del edificio, junto a las escaleras.

– ¿Qué hiciste?

-Pues quedarme “quietecita”. Desde ahí, pude distinguir al compañero corresponsal de Excélsior en Puerto Vallarta, a quien le decíamos cariñosamente como “el güero”. Creo que estábamos como 10 personas metidos en ese diminuto baño. Veíamos pasar a los soldados y nos teníamos que permanecer “calladitos”, sin hacer el mínimo ruido, además, los soldados llegaban hasta con diarrea…

– ¿…Y ustedes?

-Pues ahí estábamos temblando de pavor y soportando ver a los soldados hacer sus “necesidades”, mientras que, desde arriba del edificio se escuchaban disparos en contra de los estudiantes que estaban en la explanada de la Plaza de las Tres Culturas…

– ¡Qué horror!!

-Estaba la balacera a todo lo que daba.

-Qué valiente eres…

-… ¡Espérame tantito!!, se me olvidó contarte que minutos antes que subiera a ese edificio, vi que, desde un helicóptero del ejército, les habían disparado a unas personas, fue por eso que me metí de volada a ese edificio. Por cierto, cuando iba corriendo y subiendo las escaleras, me encontré a la siempre querida y bien recordada María Luisa “La China” Mendoza…

– ¿Qué te dijo?

-No podía hablar, solamente lloraba como bebé y balbuceaba palabras sin lograr darse a entender…. ¡Estaba aterrada, pobrecita!! Cuando se pudo medio controlar, la abracé y me dice “Nidia, Nidia, a mi vecino del piso de arriba le acaban de meter un plomazo en la cabeza…” Todavía le pregunte porque le habían disparado y me explicó que su bebé estaba dentro de un corralito de madera, en eso, mi vecino fue a sacarlo del corralito para protegerlo, justo, cuando el helicóptero empezó a disparar y una de esas balas entró por la ventana y le pegó en la cabeza.

-Qué historia…

-Total, las dos subimos hasta el departamento de su vecino, me decía que llamáramos una ambulancia, pero había perdido la noción de lo que estaba ocurriendo afuera del edificio, una terrible balacera en contra de los estudiantes. -Intempestivamente, mi entrevistada ya no soporta las ganas de llorar, su voz está apagada por completo. Se despoja de sus lentes y procede a limpiar las lágrimas que ruedan por sus mejillas-

– ¿Y cómo le hiciste para pasar tu información al periódico?

-Recuerda que antes había unas casetas telefónicas, a las que les depositabas un peso y podías hablar. Como pude, me fui hasta una de esas que estaba a espaldas del edificio. Me comunico a El Gráfico y comienzo a pasar toda la información de todo lo que me había tocado presenciar…

– ¿Tal cual y sin temor que en tu redacción te “censuraran”?

-Tal y como había sucedido… ¡para eso me habían mandado!!

– ¿Habías podido redactar algo?

– ¡Para nada!!, todo, pero todo, estaba en mi cabeza. Una vez que mandé la información, me regreso de nuevo a la Plaza de las Tres Culturas y comienzo a ver cómo empezaban a detener a cuanto muchacho se encontraba por ahí…

– ¿De dónde sacabas fuerzas?

– ¡Ay Edmundo!!, no te imaginas… ¡Eran escenas desgarradoras!! Los golpeaban sin piedad, como si fueran animales y los empezaban amontonar alrededor de la Iglesia de Santiago Apóstol. Además, vi que en el jardín que se encuentra a un costado, estaban tirando a los soldados que resultaban muertos durante la confrontación…

-Perdón que te interrumpa… ¿Era una guerra entre dos bandos del ejército?

– ¡Exacto!!, entre ellos mismos se estaban peleando a muerte. Por una parte, era la temible Dirección Federal de Seguridad que dependía de la secretaría de Gobernación, y por la otra, el ejército en toda su expresión.

-Estoy seguro que son escenas que jamás podrás olvidar…

-Pues estás en lo correcto… -mostrándome su antebrazo me dice; “Mira, cómo tengo “chinita” la piel de mis brazos. Ahí estuve como hasta las 9:45 de la noche, observando a las ambulancias del ejército recogiendo muertos y heridos, los aventaban al interior como si fueran pollos o perros muertos.

– ¿Una auténtica película de terror?

-Era algo completamente real y que estaban viendo mis ojos… ¡no sabía qué hacer, si me iba a mi casa o irme al periódico!! De tal forma, decidí sentarme en una de las barditas que separaban las jardineras, en eso, escucho un nuevo disparo que se impactó en uno de los discos de señalamiento de No Estacionarse… ¡justo detrás de mí!!

– ¡Ni inventes!!

-Lo único que hice, fue retirarme de ahí, lo más pronto que pude. Aterrada me levanté y lloraba en silencio como no tienes idea y me fui a esconder debajo de un camión de mudanzas que estaba estacionado

– ¿Cuánto tiempo permaneciste ahí?

– ¡No lo sé!! Te digo esto, porque, seguramente, había pasado un buen rato cuando observo que comienzan a llegar todos los compañeros reporteros que habían sido citados en la Secretaría de Gobernación. De inmediato, identifiqué a Ubaldo Diaz y Jorge Avilés Randolph… ¡Uff!!… -Acariciándose suavemente su entrecano cabello y como queriendo encontrar la respuesta correcta exclama-: ¿Quiénes más estaban ahí? ¡Caray!!, ya me empieza a fallar la memoria…

-Tranquila, no quiero que te estreses…

-Es como si estuviera viendo una película en mi mente. Estaba presenciando como empezaban a bajar a todos los presos políticos que tenían resguardados en el 11º piso de ese edificio y los subían a camiones del ejército.

– ¿Ni con quién platicar en ese momento?

-Me acuerdo que se me acercó Rodolfo Rojas, quien era reportero del periódico El Día, me dice que tenía un dolor en uno de sus costados… le levanto la playera y me doy cuenta que tenía un balazo… ¡ni él mismo se había dado cuenta que lo habían herido, porque estaba aterrorizado!!

– ¿Qué hiciste?

-Rodolfo no se quería trepar a una ambulancia, porque era sinónimo de ir a parar al Campo Militar número 1, pero en calidad de detenido. Así es que, con la ayuda de Ubaldo Diaz, lo trepamos a una ambulancia de la Cruz Roja.

-México estaba a unos cuantos días de la inauguración de los XIX Juegos Olímpicos…       

-En efecto, tan pronto se llevaron a Rodolfo Rojas al hospital de la Cruz Roja, acompañado por Jorge Avilés Randolph. Mientras tanto, Ubaldo y yo, nos quedamos ahí y empezamos a ver la llegada de muchos periodistas de todo el mundo que asistían a los Juegos Olímpicos. Por cierto, supimos que habían herido de bala a Oriana Fallecí, una destacada periodista italiana.

– ¿Cuál era la opinión de ellos, de todo lo sucedido?

-No sabían absolutamente nada, nosotros éramos quienes tratábamos de explicarles y poniendo al tanto de lo ocurrido hasta ese momento

-A lo mero macho… ¿Sentiste la muerte muy cerca de ti?

-Para que te digo que no, si sí. Como a las dos de la mañana, por fin, pude llegar a mi casa y empecé a gritar como loca, no paraba de llorar desesperadamente

– ¿Con quién vivías?

-Sola en un departamento, en la calle Sinaloa de la colonia Roma sur. Pero se habían ido conmigo, creo que siete o nueve muchachos que no tenían en donde quedarse. Total, todos, se acomodaron como pudieron en el piso de mi pequeña salita.

– ¿Qué veías en el rostro de cada uno de ellos?

-Estaban llenos de terror, no había uno que no estuviera llorando. Le daban gracias a Dios que estuvieran vivos y a salvo. Habían logrado escaparse de una muerte segura. Creo que durmieron unas cuantas horas, tan pronto amaneció, se fueron yendo poco a poco.

– ¿A qué hora entrabas a trabajar en el periódico El Gráfico?

-A las seis de la mañana. No me quedaba otra que irme a trabajar.

– ¿Qué te dijeron tus jefes?

-Nada, absolutamente nada, mucho menos, me preguntaron si estaba bien, lastimada o herida, al contario, me volvieron a mandar a Tlatelolco. Creo que, como a las ocho de la mañana, de nueva cuenta, ya estaba recorriendo el lugar en donde había presenciado esa terrible matazón de estudiantes la noche anterior…

– ¿Qué sentías en ese momento, regresar al lugar del crimen?

-Entre pavor y tranquila…

-A ver, explícame cómo estaba eso…

-Es que detrás de mí, iba un soldado protegiéndome. Luego, tuve que irme a la Tercera Delegación en Peralvillo, para saber cuántos detenidos había ahí.

– ¿Qué escenas descubriste en la Séptima Delegación?

-Una terrorífica…

– ¿Más de lo que te había tocado presenciar en Tlatelolco?

-Pues fíjate que si, vi a una señora con el hijo, literalmente, de fuera y muerta. Estos infelices, con una bayoneta, trataron de sacarle el bebé y asesinaron a ambos. Ahí, conté poco más de 200 muertos… ¡era espantoso!!

-Vaya experiencia de una muy valiente reportera….

-Al concluir mi orden, me regresé al Grafico y me puse a escribir todo eso. La verdad, no podía concentrarme, era algo totalmente difícil para mí. No había escrito ni un solo renglón, porque chillaba y chillaba de rabia. No daba crédito como habían asesinado a tanta y tanta gente inocente.

-Nidia, qué manera de estrenarte como reportera…

-Pues sí, como a los cinco o seis días, me regresan a la sección de sociales hasta que se viene el golpe presidencial de Luis Echeverría al periódico Excélsior…

– ¿Y qué sucedió después?

-A lo mero ancho, no seas tan desesperado, ¿te parece si eso te lo cuento en la tercera parte?

 

-Continuará-

 

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