Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Esta mañana se hará el anuncio: mi decisión salvará a México.
Será la palabra divina la que escucharemos en el monólogo cotidiano.
Enemigo del neoliberalismo que “ha generado” clases aspiracionistas, corrupción, fifís, adversarios, conservadores y un largo etcétera, hoy nos hablará desde el púlpito guinda de cómo encontró la solución para frenar la inflación.
Seguramente es un descubrimiento que le permitirá aspirar al Premio Nobel de Economía versión 2022.
Y si llegase a ganar, difícilmente iría a Estocolmo para recibirlo en la Real Academia de las Ciencias de Suecia, porque el protocolo obliga a usar frac, camisa almidonada, mancuernillas, zapatos de charol de suela delgada, corbata de moño de seda y corte de cabello sin gallos en la cabeza.
Además ¿cómo viajar desde México hasta Estocolmo si el vuelo no despega del AIFA?
Los párrafos anteriores son el preámbulo de la acción de mañana: el Plan para Frenar la Inflación.
No deja de ser una ocurrencia la forma en que se ha difundido: se aplicarán precios de garantía que, en buen romance, es control de precios en 24 productos de la canasta básica.
No queda claro si las tortillas serán únicamente de Maseca o habrá de otras marcas; tampoco si el huevo es de Bachoco o de Río; la leche se ignora si de la producida en la Laguna o en Liconsa; del aceite no hablar, seguramente será uno “muy mexicano” elaborado por ingenieros químicos de Pemex.
La canasta básica incluye galletas. ¿Usted las come todos los días?
La duda que genera este tipo de golosina, porque de eso se trata, es saber si serán indígenas (Marías), saladas (como el que compró el billete del avión), de chocolate con flan (sin jiribilla para el fumador de cohiba) y si la sal será fina o en grano.
Tampoco queda claro si el pan de caja será el del osito con los ojos azules o cualquiera otro como el maravilla.
Del café se habla que será de altura… quizá porque lo produce un jugador de básquetbol.
Vaya, hay que estar pendiente para descifrar la fórmula mágica que permitirá frenar la inflación en México y, con sus “rasgos humanitarios, fraternales y de amor por todos, seguramente compartirá su descubrimiento sin cobrar regalías. Para eso tiene su “excelente y vasta” colección de libros que, por cierto, también le pueden hacer el ganar el Nobel de Literatura.
Aunque, a decir verdad, ante tal descubrimiento, que supera con creces el fuego, el agua tibia y el hilo negro, es probable que solicite un pago para repartirlo entre los pobres, que son muchos, antes de las siguientes elecciones.
No, no se piense que busca comprar votos de los beneficiados, sino favorecerlos, porque así es de grande su corazón.
Tan grande que ya sufrió dos infartos. No cualquiera los resiste. Ah, pero hablamos del Mesías Tropical -autoría de Enrique Krauze- que, con su fórmula, hará el milagro de la multiplicación de los panes -hay que buscar otro vocablo porque ese parece de partido político- y de los peces, no pejelagartos.
Esta mañana México se habrá salvado de la inflación, los bolsillos volverán a tener ese que causa alegría a los dedos -aunque no se rían- y alegra la mirada porque se sabe que la coquetería se puede pagar.
¡Ánimo hoy México se salva y salva a sus habitantes!
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