Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Para quienes acudimos a los mercados sobre ruedas o a las cadenas de tiendas en donde se venden alimentos, sabemos cómo la inflación esta imparable. Sin límite.
Se nos dice que el flagelo económico viene del extranjero. No se duda. Lo que hace reflexionar es el mal manejo que se le ha dado en México para frenarlo.
La clave de John Maynard Keynes, el teórico de la macroeconomía moderna, plantea sobre abordar el paro y la inflación con todo.
El incentivo a la demanda debe hacerse con cuidado, porque no debe superar en exceso a la oferta. Ante la falta de bienes disponibles se produce inflación: los precios suben y, por tanto, el consumo baja, lo que provoca desempleo.
Por lo que hemos vivido en los últimos 12 meses, el gobierno federal ha hecho caso omiso de la recomendación. SI bien el empleo, precario por supuesto, se ha incrementado, no hay liquidez excesiva para producir inflación, el consumó ha bajado y los precios se han elevado de manera sorprendente, aunque no inesperada.
Los teóricos de la economía tienen opiniones sobre la inflación son diversas. Por ejemplo, Milton Freedman establece que la inflación es únicamente un fenómeno monetario, con lo cual vuelve a una visión clásica sobre el tema. Y los efectos del aumento de la cantidad de dinero pueden afectar la producción en el corto plazo, pero no en el largo, por lo que el dinero es “neutro” en relación a la actividad económica.
Para los legos en teorizar sobre el tema, la realidad se nos muestra crítica. Pasar de la idea, nada sofisticada, que la inflación es producto del exceso de liquidez, a observar que sin derramas de dinero circulante se presente la elevación de precios de manera sostenida, impide planear la magra economía personal.
Dos economistas mexicanos, doctores en la materia, José Manuel Márquez y Pablo López Sarabia, confiaron a este espacio que la inflación será nuestra indeseable compañera por largo tiempo.
Admiten, por ejemplo, que la elevación de tasas de interés acordadas por la Junta de Gobierno del Banco de México, buscan incentivar la inversión y que la rentabilidad no sea superada por la inflación.
Sin embargo, el mecanismo no parece servir para frenarla y, en cambio, encarece los nuevos créditos y en muchos casos los que se otorgaron en el pasado para, por ejemplo, adquirir un auto, una casa o maquinaria industrial, porque no todos se firmaron con tasas fijas de interés.
De suyo, quienes tienen la mejor definición de la inflación son las amas de casa que acuden a los mercados cotidianamente para, sobre todo, adquirir los productos de primera necesidad más allá de los contenidos en la Canasta Básica que, a estas alturas dejó de estar integrada por productos y artículos necesarios e insustituibles.
Junto con lo anterior, hay dos elementos de consumo diario que pegan al bolsillo de manera significativa: la tortilla y el bolillo.
Esta semana en ambos casos se registraron alzas. En la tortilla de un 12 por ciento al pasar de 18 a 20 pesos el kilo; en el pan blanco el incremento fue mayor: casi 50 por ciento. Por lo menos en las cadenas comerciales que han incorporado los dos productos a su extenso surtido alimentario.
Lo preocupante es que el Gobierno federal está ocupado en sus obras insignia, en la consulta de este domingo, en la reforma eléctrica que está cocinándose en la Cámara de Diputados y en las elecciones de junio próximo.
Alarman, dicen los especialistas, que se esté considerando el “control de precios”, porque ello conllevará la caída de la producción, de suyo reducida por la falta de fertilizantes, elevación en las tarifas eléctricas y de agua conjuntadas con los del diésel y los fletes.
La conclusión es simple: nos costará más sobrevivir.
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