Por Jesús Michel Narváez
En el mundo surrealista en el que vive, supone que los que habitamos en la realidad le agradecemos que nos dé atole con el dedo.
¡Tomémosle la palabra! y que, si no se alcanza el 40 por ciento de los votos en la Revocación de Mandato, pero si del 30 por ciento, ¿por qué no del 10%? el 51 confirma que se le ha perdido la confianza, se irá.
“Si participa el 39% ya no es legal, por eso es que no van a llamar a que la gente participe, no quieren que se tenga el 40%, pero si se tiene el 30% y la mayoría, 51% dice cambio y el 49% dice se queda, me voy, porque no se puede gobernar un país como México sin autoridad moral, política”.
Además, acusar a la autoridad electoral de no llamar a votar, es otra mentira absoluta.
Desde su surrealista mundo, bastante más bizarro de lo que uno supone, afirma que no entiende la actitud de los coordinadores de los grupos parlamentarios del PAN, PRD y PRI en San Lázaro, Jorge Romero, Luis Cházaro y Rubén Moreira, quienes se presentaron ante la Suprema Corte de Justicia y de la Nación presentaron la solicitud de inconstitucionalidad de la Ley de Revocación de Mandato.
Seguramente no entendió de qué se trató.
Los legisladores de oposición no piden la cancelación del ejercicio democrático y que solamente le corresponde solicitar a los ciudadanos sin injerencia de grupos políticos, partidos, funcionarios, sino que se declare inconstitucional la redacción de la pregunta.
Ya se le he comentado: los legisladores de Morena, senadores y diputados junto con sus aliados, incluyeron la palabra “ratificación”, situación que está fuera de lugar absolutamente. Quiero insistir: se trata de una acción de Revocación de Mandato no de un plebiscito para saber si el probable afectado o beneficiario se quiere quedar o si el pueblo lo echa.
Está irritado. Su reforma eléctrica no será dictaminada antes del 15 de noviembre. Y lo que fuera posible de modificar para contar con la aprobación de los ya conocidos como “esquiroles tricolores”, no le podría gustar.
Y tendrá material para arremeter contra los que traicionan a la patria, lastiman al pueblo y permiten el saqueo y enriquecimiento de los ladrones de la iniciativa privada.
Habrá momentos en que parecerá que el país se incendia y que el gobierno, el presidente, no el Estado, utilizará la “fuerza legítima” para apagarlo.
Vienen tiempos difíciles, muy difíciles para la democracia y por consecuencia para los habitantes, todos, de México.
Sin menoscabo de reconocer la necesidad de un equitativo reparto de la riqueza y que los que menos o nada tienen, finalmente algo, el trabajo de un Jefe de Estado es mantener unidos a sus gobernados, no divididos como están ahora.
Enfrentar al pueblo contra el pueblo representa la cimentación de la tiranía, de la dictadura.
Y aquí, aunque el presidente no lo admita, pervive una CONSTITUCIÓN de la que emanan leyes y ordena el trato igualitario para todos.
Quizá, de los males que dejó Juárez, sea justamente la división al aferrarse al poder. Lástima que sea el ejemplo que toma el presidente López.
Tiempo es, a la mitad del camino, reflexionar, reconsiderar los hechos y dar el paso adecuados: atrás o de lado.
Seguir de frente hasta topar con el muro del repudio, no creo que sea la finalidad presidencial.
¿O sí?
¡Tomémosle la palabra y punto!
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