La Tragedia del Medio Oriente

Libros

Mónica García Prieto
y Javier Espinosa.
La semilla del odio.
Editorial Debate,
Barcelona. 544 páginas.

Por David Marklimo

El Medio Oriente, esa región del mundo que sale día tras día en los noticiarios, con atentados, guerras, petróleo. En muchos sentidos, es la más conocida del planeta. En otros, es la gran desconocida. ¿Quiénes son estas personas? ¿Por qué ven la vida como la ven? ¿Cómo ven el futuro? Sin duda, el gran público poco sabe de estos temas.

¿En qué momento se desató el caos e imperó el horror en Oriente Próximo? Es la pregunta que da origen a este libro y que aparece en todas las reseñas sobre él. Es ineludible. En La Semilla del Odio, Mónica G. Prieto y Javier Espinosa realizan un exhaustivo repaso a una década de vivencias en una de las zonas más convulsa del mundo y reconstruyen, mediante palpitantes y estremecedores reportajes, los pasos que llevaron a una región de estar ocupada por el ejército norteamericano a quedar secuestrada por el Estado Islámico. En el medio, una interesante reflexión: los conflictos bélicos ineludibles para ciertos políticos son solo el resultado de una búsqueda desesperada de pretextos para intervenir en algún punto del globo donde hacer prevalecer sus intereses que, lejos de la preservación de las libertades de los oprimidos o el restablecimiento de la justicia social, suelen ser económicos o geoestratégicos. Es la continuación de la política y la economía global pro otros medios. Se bombardea Bagdad para que la Shell pueda tener gasolineras en Maputo. No es un proceso que sea nuevo o diste de tener un final.

Quien crea que la pandemia ha distraído al planeta de sus quehaceres bélicos, se equivoca. El germen, la semilla de ese radicalismo, su crecimiento, queda descrita aquí en decenas de episodios relatados por estos dos periodistas, que intentan entender el mundo en el que están parados, informar de la tragedia humanitaria resultado, directo o indirecto tras decisiones torpes que se suceden.

Volvemos al tema de las armas de destrucción masiva y la intervención en Irak: ¿qué tanto fue un ajuste de cuentas? ¿El hijo terminó la tarea del padre o sólo desató un infierno? La tragedia del Medio oriente: la cuna de la civilización, de las leyes de Hammurabi, está asentada sobre un enorme lago de petróleo que la hace víctima de aquellos a los que, en su momento educó. Quizá sea algo peor, tras la invasión, el ejército estadounidense abandonó la pretensión de asentar la democracia y la cultura de los Derechos Humanos, para proteger desvergonzadamente el Ministerio del Petróleo. La actuación deja mucho que desear: dieron una demostración de no comprender nada de lo que ahí ocurre (las facciones religiosas, las etnias, el conflicto kurdo, la influencia de Irán), abrazando de forma continua a un aliado ahora otro, imponiendo un gobierno títere, crenado nuevas imágenes de lo terrible que es el imperialismo y lo injusto de a guerra (Guantánamo, Abu Ghraib). Así, la ocupación norteamericana lo único que consiguió es crear cárceles que son universidades de radicalismo, cambiar la mentalidad de quienes esperaban la libertad, encontrándose con que la única opción para alcanzarla era el integrismo religioso.

La invasión ilegal de Bagdad en 2003 y este desgobierno levantó a la población de Irak en armas, pero también resucitó el odio sectario que había permanecido enterrado. El ascenso al poder de la mayoría chií, reprimida por la minoría suní durante décadas, y la impunidad de los ocupantes alimentó la aparición de una insurgencia nacionalista que en su lucha contra las fuerzas extranjeras se alió con los yihadistas, más proclives a sembrar el terror con atentados suicidas y secuestros espectaculares. El auge de los radicales liderados por el jordano Abu Musab al Zarqaui terminó así por imponer un califato en amplias regiones del país, exportando su agenda a todo Oriente Próximo.

Vemos pronto las secuelas: una población harta y manipulada por sus líderes, una tierra desesperada, donde el futuro ya no es esperanza sino muerte, con la mecha corta, producto de la fácil penetración del sentimiento religioso. Estamos, pues, ante una magnífica obra, periodismo puro, en la que el uniforme de reportero es la entrada a contar lo que se observa y analizar lo que se ve. No es una lectura gratificante, ligera. Pero es la realidad.

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