Grecia es la Patria de Todos

Otra vida por vivir.

Theodor Kallifatides,

Galaxia Gutenberg, 2019.

 

Esto es lo que queda de

los Persas que marcharon

rumbo a tierra griega,

el sector fiel, así llamado,

guardianes de

opulentas mansiones.

Esquilo.

Por David Marklimo

Hay una anécdota, que no sé si sea cierta, de cuando el Comité Olímpico Internacional, abochornado por quitarle a Grecia el centenario de los Juegos, escogió a Atenas como sede olímpica para el año 2004. “Grecia nos pertenece a todos, es la patria de los Juegos”, sostuvo el presidente del Comité.

Tal afirmación podría hacer que un griego fuese ciudadano universal, pero el libro Otra vida por vivir, del célebre Theodor Kallifatides, muestra hasta que grado la emigración griega ha hecho su parte para que ello sea así. Ser ciudadano del mundo, irse lejos, aprender el idioma, escribir en él, no está reñido con recordar el origen. Es más, es el origen el que muchas veces nos puede abrir nuevas perspectivas ante el futuro.

Otra vida por vivir es un texto donde se intenta descifrar eso tan raro como la patria. Kallifatides regresa al territorio de la infancia, a los hitos de la educación, a los grandes clásicos, a la hospitalidad del pueblo. El regreso se da ante la imposibilidad de seguir escribiendo, cuando se han acabado las palabras y se ha vendido el ático en el que las producía. Así, con motivo de una invitación por parte de la dirección de la escuela donde estudió de niño, en un pueblecito del Peloponeso, el escritor viaja desde Suecia, donde vive, a la Grecia de la crisis del 2015. Observa la feroz degradación, pero también la pervivencia de una dignidad de la que ya nos hablaban los antiguos. Al dolor de ver a su gente castigada por la crisis y vendida al turismo de masas, se suma su propia crisis vital, pues siente que los recuerdos, por más que persistan, han perdido su fuerza y amenazan con convertirse en poco más que viejas fotografías. Incluso, al emprender el viaje, sabe que la escritura se ha terminado, que lo que había antes ahora ya no está. Así fueron tomando cuerpo estas páginas, con unas cuantas preguntas suspendidas a lo largo del viaje: ¿qué sucederá ahora conmigo? ¿Qué va a pasar con esta gente?

Vemos a un hombre que va despejando sus demonios, abriendo su corazón y se siente ante la realidad como si acabara de nacer. No por metamorfosis, sino por auxilio. Sólo había que dejar que los ojos descifrasen hacia dentro y hacia afuera. Y que las palabras encontrasen su sitio, sin demasiada estrategia, sin dejarse vencer por emociones irremediables. En un tono dulcísimo, como quien conversa con un amigo, va desgranando pensamientos, confidencias y anécdotas y reflexiona sobre la pertenencia, el desarraigo, la libertad, la democracia o el paso del tiempo.

La edad, la crisis y las palabras de Esquilo encienden una nueva llama. Se ha acabado el sueco, pero allá en el fondo está el griego, la lengua materna. Kallifatides comprende que se le abre otra vida y, que en adelante, tocará reconocerla, asumirla como patria. Así, la lengua griega la única patria que le queda, la única que no lo herirá. Otra vida por vivir es, entonces, su primer libro en griego.  Estamos ante un libro sincero, y la sinceridad impide a Kallifates embellecer una realidad que tiene sus sombras y que nos grita que la salvemos para salvarnos. Tenemos una responsabilidad para con el otro, vecino, emigrante, extranjero, hermano, que no podemos eludir. La tragedia está ahí, y Kallifates responde a ella siendo genuino, humilde, y encontrando su patria en el único lugar que nunca le abandonará, esté donde esté: su lengua materna.

 

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