Un Príncipe Atrapado en los Ochenta

La Tiendita de los Horrores

Por Gerardo Gil

El humor no está moda, hoy gana la corrección, el miedo a la reacción inmediata tuitera de las audiencias eufóricas de externar opiniones, pero poco exigentes en el fondo. La remembranza como un todo, no recurso, sino fin. Un príncipe en Nueva York 2 (Coming 2 America, Brewe, 2021) reúne todos los vicios de la primera parte, sobre todo su brutal ligereza, realizada hace más de tres décadas, pero ninguna de sus virtudes. Poco Landis, mucho Murphy.

Y es que el filme de los ochenta tenía en la dirección a John Landis, cineasta que pulsó muy bien el humor medianamente corrosivo estadounidense. The blues brothers en 1980, protagonizada por Jhon Belushi y Dan Aykrod, son un claro ejemplo y la secuela estrenada en Amazon Prime pone al oficioso Creig Brewer en la dirección, quien se preocupa en todo momento por dejar a Murphy explayarse en sus gracejadas y excesos sin administrar y narrar lo poco que hay de historia y mucho menos sacar provecho a los gags que componen el largometraje.

En esta ocasión, el Príncipe Akken (Murphy), ya convertido en rey de Zamudia luego de la muerte de su padre Jafe (James Earl Jones), descubre que necesita un heredero varón, ya que la tradición de su bananera nación prohíbe que alguna de sus hijas ocupe el trono. Su leal escudero y lame botas Semmi (Arsenio Hall) le informa, así por casualidad, que producto de su viaje a Nueva York, hace más de treinta años, tiene un hijo. El vástago resulta ser un bueno para nada que medio se gana la vida y comparte casa con su madre, una exprostituta y un tío.

Ya en Zamudia, Levelle (Jermaine Fowler) frutito de las entrañas de Su Majestad se dedica a hacer de las suyas en la corte. Es decir, saca el código postal. Y justo ahí, radica la comedia de todo el filme. En realidad, y sí uno es objetivo y no se deja llevar por la nostalgia, el primer filme no es el mejor trabajo de Landis, algún grado de oficio tenía que hoy es un referente ochentero a pesar de lo tremendamente básico aun para el humor estadounidense.

La vulgaridad y lo ligero son los dos caminos que sigue la segunda parte. Es claro, además, su vocación televisiva en su significado antiguo: un desarrollo artesanal y a hacer chistes a granel.

Signo de los tiempos, la actual película le apuesta a la nostalgia, pero nunca a la mirada corrosiva del humor.

Filme para verse y desecharse con un Murphy sobrado y en plan escatológico como tanto le gusta.

¿Dónde ha quedado el sarcasmo ochentero? Tal vez empieza a morir producto del temor de las nuevas generaciones políticamente correctas que no entienden que el humor no tiene mal corazón.

El gag capulinesco bobón es el que prevalece en esta segunda parte. No es que fuera una gran idea la película de 1988, pero por lo menos tenía la vocación de hacer reír y no de quedar bien con cualquier millennial llorón que se infartaría de conocer a varios personajes de Saturday Night Live, que iban en el tono del humor de Landis.

Un Príncipe en Nueva York 2, está para verse por mera curiosidad, pero hasta ahí. Demasiado Streaming para tener vocación corrosiva.

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