Presidente Quejumbrón…

*Los Incendios los “Aprovechan los Adversarios”

*El Huésped del Palacio se Irrita con Facilidad

*Aparecen los Complotistas y Critican sus Actos

*No hay Sector que se Salve, ni el de los Enfermos

Por Joel Armendáriz

Desde su llegada al poder, no hay mañana en la que no se queje.

Cuando no es de los adversarios fifís son los medios de comunicación que se han vuelto “pasquines”.

Ora habla de los empresarios corruptos, ora de los evasores de impuestos, ora de los “complós” que se generalizan. Si se cuestiona la escasez de fármacos, es para debilitar su gobierno. Si la Auditoria Superior de la Federación detecta opacidad en la información del NAIM, agreden a su gobierno. Y si los jueces federales otorgan amparos a quienes presuntamente resultan afectados por la reforma a la Ley del Sistema Eléctrico, hay que investigarlos porque obedecen a intereses oscuros. Y si los abogados pretenden representar a los inversores de energías limpias, son calificados de traidores a la patria. Si el INE le señala que la Constitución establece que en tiempos electorales ningún funcionario-de los tres niveles de gobierno, puede abordar temas que se relacionen con el proceso electoral y entonces responde airadamente: “me quieren callar… no lo van a lograr… el pueblo tiene derecho a estar informado…”.

Durante el apagón de diciembre, que dejó a 11.5 millones de usuarios sin energía por el “incendio” -igual que la rifa del avión, “nunca existió”- culpó a los enemigos de la trasformación para justificar por la noche oscura al director de la CFE que presentó un documento apócrifo, el cual fue desmentido por el gobierno de Tamaulipas, cuyo titular es ahora la presa que corre entre el bosque tratando de despistar a la jauría. Después, la emprendió contra quienes no entienden que el Ejército es el aliado más valioso del “pueblo” porque, entre otras cosas, no es corrupto y cuenta con personal altamente capacitado. (Le ha encargado lo mismo construir un aeropuerto que tres tramos del Tren Maya; administra los recursos del ISSSTE, edifica las instalaciones de las 2 mil 700 sucursales del Banco del Bienestar y le concedió utilizar los dividendos del ferrocarrilito, además de frenar la migración que ingresa por la frontera sur, entre otras responsabilidades).

En su conferencia del martes pasado y claro, desde el púlpito presidencial, “denunció” -sin prueba alguna como es costumbre- que el incendio que devasta la Sierra de Arteaga, en los límites de Coahuila y Nuevo León, fue utilizado por sus adversarios para golpearlo políticamente.

Si los reportes del INEGI no lo alaban por cuánto a la creación de empleos, afirma que él tiene otros datos. Si se da a conocer que un millón de empresas -pymes- cerraron para siempre, sostiene que la “economía va en franca recuperación”. Si se trata de reclamos de grupos feministas, los acusa de estar manipuladas. Si hay reclamos por la “estrategia” contra la pandemia y ahora por la aplicación de las vacunas, se irrita. Si lee -si es que lo hace o simplemente tiene tarjetitas informativas- las críticas por apoyar a su compadre Félix Salgado Macedonio, acusa de “linchamiento”. Si se trata de su persona, ya tomó el estribillo: yo soy el presidente más atacado desde Madero.

Y se justifica: es porque ya no “hay chayos” y la corrupción en los medios se acabó.

Vaya, es el presidente quejumbrón.

Nada le parece si lo que lee, oye -porque no escucha- o mira en la televisión y en las redes sociales no lo aplauden. Vive en la queja. Su piel, aunque se le conoce como pejelagarto, es sumamente delgada y no resiste un pinchazo de abeja.

México ha tenido presidentes que se acobardan a la primer de cambios. El ejemplo mejor acabado es Pascual Ortiz Rubio quien después del balazo recibido dijo a´i se ven.

Y tiró el arpa. Los militares que gobernaron hasta 1946, salvo Manuel Ávila Camacho cuyo primer hermano incómodo de la historia moderna de México le hacia la vida imposible, el resto aguanto “vara” y si bien en sus declaraciones desmentían o confirmaban las informaciones publicadas, hasta ahí llegaba la queja. Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría quizá se pasaron de la raya. El primero, ordenó cerrar El Diario de México porque apareció una foto -¿intencional o acción de los duendes?- en la que aparecía un chango y en el pie se leía: el presidente… El segundo cuestionó las “secciones de sociales” e hizo valer la deuda que tenía un empresario de medios de comunicación.

Con Fox los medios fueron agresivos. Había razón. Sin demérito de sus anteriores actividades, de gobernar un país no tenía idea. Calderón perdió la presencia cuando se caló la casaca de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y la talla le quedó extremadamente grande, lo que aprovecha ahora el presidente quejón para calificarlo como el “comandante Borolas”.

De verdad: ¿conoce o sabe usted de un presidente, premier o jeque que se queje porque recibe críticas y las oxigena en cadena nacional?

Vaya con el quejumbrón que tenemos de huésped en Palacio Nacional.

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