*De la Alameda Central a la de Santa María la Ribera
*Sustituyeron los Vitrales Originales por Cristales Comunes
*El Piso Original de Madera, Deteriorado; la Autoridad, no lo Cuida
Por Susana Vega López
(Mostremos lo mejor de nosotros en este 2021.
Si seguimos aquí debemos hacerlo. Feliz Año.)
Se construyó con la idea de mostrar el potencial de un México moderno, su riqueza, su industria y producción para fomentar la comercialización y el intercambio comercial entre países en la Exposición Industrial Universal y Centenario Algodonero de Nueva Orleans realizada en 1884 donde el presidente Porfirio Díaz –con licencia como Primer Mandatario y durante la gestión de Manuel González- encabezó la delegación mexicana.
Fue el arquitecto José Ramón Ibarrola Berruecos el encargado de instalar el pabellón donde se exhibiría una estructura de fierro de forma octagonal coronada por una cúpula adornada de fierro y cristal de estilo muy peculiar: el Kiosko Morisco que hoy luce Santa María la Ribera.
Era la segunda exposición internacional a la que asistía México de manera oficial (la primera fue en Filadelfia en 1876). Se le proporcionó un espacio en el edificio principal (para los estands y aparadores) y en el parque donde se levantó el llamado Jardín de México. Aquí se instaló el kiosko para exhibir la minería mexicana. Asimismo, llevaron estudios químicos del maguey, del pulque y del agua miel, así como una copia del monolito de La Piedra del Sol, por citar algunos.
El también ingeniero Ibarrola gozaba de reconocimiento especial durante el porfiriato lo que le valió para que le otorgaran los recursos económicos suficientes para realizar su proyecto en una empresa localizada en Pittsburgh.
Una vez concluida la exposición, la estructura se desarmó y se trajo a la Ciudad de México para colocarla en la Alameda Central y, posteriormente en la Alameda de Santa María la Ribera, donde permanece desde entonces, por lo que se ha convertido en un referente para los habitantes de la zona y un atractivo para turistas nacionales e internacionales que gustan de apreciar estilos arquitectónicos.
El traslado del Kiosko fue un acontecimiento al ser colocada en la Alameda Central. Sin embargo, tiempo después fue removida para levantar en su lugar el Hemiciclo a Juárez.
Así, la ubicaron en lo que se le consideró el primer fraccionamiento de la ciudad, a finales del Siglo XIX, donde los habitantes eran pocos. Vivían en grandes casonas. Las construcciones de la época porfiriana, que aún se conservan, tienen un valor arquitectónico e histórico, que le dan un aspecto peculiar a la zona, que desafortunadamente no ha sido bien aprovechado.
La colonia sufrió del olvido. Llegaron trabajadores a vivir en vecindades; prestaban sus servicios en la Hacienda de la Teja, ranchos y propiedades particulares dedicadas a las actividades agropecuarias, en la construcción y otros oficios, mientras que la gente más adinerada compró propiedades al extremo de la creciente ciudad, en el sur donde se encuentran colonias más exclusivas como la Narvarte, la Condesa y la Nápoles.
Con el fin de rescatar esa obra artística de gran valor arquitectónico, el Kiosko sufrió cambios en diversas administraciones. Sin embargo, uno de los errores u horrores de esas remociones fue la sustitución de los vitrales originales por cristales comunes, que le hicieron perder parte de su atractivo.
La Alameda de Santa María, situada entre las calles de Dr. Atl y Salvador Díaz Mirón, paulatinamente empezó a cobrar importancia ya que representa una de las partes más interesantes de la capital del país ubicada en una zona estratégica de la alcaldía Cuauhtémoc.
Con el paso de los años, la colonia Santa María la Ribera cobró relevancia en el contexto citadino del otrora Distrito Federal, hoy Ciudad de México, y gracias al famoso Kiosko Morisco, el lugar se convirtió en uno de los atractivos a visitar, de tal forma que se inició un boom en torno a la Alameda donde está ubicada.
El Kiosko se ha utilizado para organizar diferentes eventos artísticos y culturales; los citadinos lo han aprovechado para organizar bailes y se han instalado comerciantes ambulantes que venden diferentes artículos. Lo anterior sin el cuidado de las autoridades por lo que su piso original de madera, sufre un deterioro enorme, sin que haya interés en conservarlo.
A partir de entonces, los habitantes se dieron cuenta de que contaban con un poderoso imán que les traería beneficios por los flujos de visitantes que llegan atraídos por la emblemática estructura, que es un sitio obligado para los turistas. Ahora la zona cuenta con restaurantes, cafés, panaderías y construcciones atractivas que son vitales para las actividades artísticas y culturales del lugar.
Luego de su transformación con el paso de los años se inició un interés por desarrollar un barrio cosmopolita, atractivo en el que los habitantes de la capital puedan tener un lugar de esparcimiento, de conocer la historia y la evolución de una de las colonias más emblemáticas de nuestra gran metrópoli.
Ojalá las autoridades tomen en cuenta que esta colonia tiene un enorme potencial, dediquen programas más intensos en seguridad y desarrollen proyectos turísticos.