Las Instituciones: Blanco de Obuses Lanzados Desde Palacio Nacional

Tema Principal

*“Requetebién” en Enero y Derrotismo Durante 10 Meses

*Un Febrero Para Ignorar Groseramente la Pandemia

*El Desdén de Marzo con Exhortos a los Abrazos y Besos

*La Frase Para una Pandemia: “Llegó Como Anillo al Dedo”

*Sin Equipo, la Caída de Abril y la Crisis de Mayo y Junio

*Reflectores Para López-Gatell, Lozoya, Pío, Felipa, los Chontales y Pemex

*Y Diciembre: Retraso Para Felicitar a Biden y un Lamento Pandémico

Por Gerardo Lavalle

Atípico, dirán quienes cargan sobre sus espaldas el mal manejo de la epidemia sanitaria que conjunto la crisis económica y social que vive México.

Sin registro de los daños.

Hay 120 mil muertos y millón 300 mil contagiados. Hay un millón sin recuperar sus empleos. Existen un incremento en la línea de pobreza que suma 12 millones con lo cual el país cuenta con menos clasemedieros y más marginados.

Año de tragedias.

Año de crisis.

Aunque se negaron a cambiar el color del semáforo, Claudia Sheinbaum y Alfredo del Mazo, Ciudad de México y Estado de México, el viernes anunciaron que pasan del naranja al rojo, con lo cual se acepta que la pandemia sanitaria no ha sido doblegada y por el contrario cobra más vidas cada día.

Los gobernadores de las entidades que conforman el Valle de México se sostuvieron en anunciar la “emergencia” pero se negaron a elevar la alerta al rojo.

Sin embargo, la saturación en los hospitales y el aumento sin freno de los contagios, los orilló a tomar la decisión que suspende actividades en todas aquellas empresas, industrias, comercios y servicios no esenciales

El 2020 pasará a la historia como el freno del crecimiento que existía, proveniente del anterior sexenio, mediocre si se quiere impulsado por los neoliberales, pero crecimiento al fin.

En México, desde el arribo al gobierno del presunto hombre de izquierda, las instituciones han sido blanco de obuses que, aún no las desaparecen, pero las han mellado de manera sistemática.

Enero “pintaba” como el inicio de la recuperación después de que 2019 registró un decremento en su PIB y por dos décimas no se declaró en recesión. Sin embargo, el triunfalismo gubernamental que insistió ir “requetebién” pasó a ser derrotismo durante 10 meses.

A finales de febrero del año bisiesto, llegó la amenaza que desdeñó el presidente y su equipo de salud: el coronavirus que en aquellas fechas no había sido bautizado la Covid-19. Y cual si el país, la autoridad, subieran a un tobogán y se arrojaran para llegar al fondo, todo comenzó a cambiar. Para los mexicanos la sorpresa momentánea se convirtió en el largo viacrucis en el que no solo hubo 3 caídas sino miles que privaron de la vida 120 mil personas y pusieron en riesgo a más de un millón. El desdén con el que tomado el arribo de un virus desconocido y proveniente de China, generó falsa seguridad entre la población que al terminar marzo se aisló voluntariamente.

La promesa del gobierno: no va a durar más de un mes. Así lo decía el presidente López que pedía abrazarse, saludarse de beso, de mano. No encerrarse.

Y el vocero sanitario, Hugo López-Gatell pronosticaba no más de 6 mil muertes. El gobierno lo decía: estamos preparados desde hace tres meses para hacerle frente al coronavirus. (Lo expresó el presidente el mismo 28 de febrero cuando la pandemia se conoció apenas en diciembre. Se adelantó un mes ¿acaso ya sabía del riesgo?).

Nada fue cierto. El sistema hospitalario del Sector Salud no contaba con camas equipadas con ventiladores. Tampoco había conocimiento del personal sanitario para tratar el nuevo virus. Los médicos, enfermeras y demás, tomaron cursos rápidos de capacitación. Imposible obtener los conocimientos.

Marzo marcó el cambio. Por acuerdo del Consejo de Salubridad General –ahora insistente en la toma de decisiones- la industria, el comercio, los servicios no esenciales fueron cerraros. Comenzó la caída. Abril, pronosticó que la curva no se aplanaba y por el contrario se prolongaba hacia abajo.

Y surgió la indeseada frase: “… (esta pandemia) nos vino esto como anillo al dedo para afianzar el propósito de la transformación”.

En mayo, la crisis sanitaria se agudizó y la económica acabó con un millón 200 mil empleos formales. Las oposiciones señalaron que el presidente está “creando la tormenta perfecta” para que el día de mañana él pueda tener el control total de todo, para que mañana no haya nadie que pueda ponerse en contra de él”, decía a nombre del PAN  el senador Erandi Bermúdez Méndez.

Sin planeación, sin tomar en cuenta la experiencia vivida en otros países como Inglaterra, Francia, España, Italia, China, Rusia, Estados Unidos y Canadá, entre otros, México rechazó el uso del cubrebocas “porque no sirve”, impuso las medidas de sana distancia, lavarse las manos y usar gel. Nada más.

LAS PRIMERAS SEMANAS…

Durante las primeras cinco semanas desde Palacio Nacional se mostró que la preocupación los alcanzaba. Conferencias cotidianas, matutinas y nocturnas para mantener informada a la población. Como si se tratara de un evento de competencias con el mundo: todas las mañanas y todas las noches se presentaban diapositivas para mostrar cómo le iba a los otros… no a México.

La gente comenzaba a cansarse. Mostraba hastío del encierro. Sin embargo, respetaba las medidas “sugeridas” porque en el país no se tiene un gobierno autoritario. “Hay confianza en la responsabilidad del pueblo”, frase repetida cotidianamente.

Sin embargo, ante la letal presencia del Covid-19 vino la primera cortina de humo. Era julio y la pandemia no cedía.

Llegó una bola rápida: la aprehensión de Alonso Ancira, presidente del Consejo de Administración de Altos Hornos de México. Vacacionaba en Palma de Mallorca y compraba algunas perlas, distintivo de la Isla. Se abrió la que fue llamada la Caja de Pandora. Lo que de ella sirvió para reclamar la devolución de 200 millones de dólares por el presunto sobreprecio en la operación en la que vendió a Pemex la planta Agro Nitrogenados. Sus cuentas fueron congeladas por la UIF. (Por cierto, hace una semana la misma dependencia ordenó descongelarlas para que pague lo que le debe al Gobierno federal).

Llegó el “momento histórico” según palabras presidenciales.

Como en acto de magia, cuando con su humo el hielo seco oculta el truco, desde la chistera presidencial sacaron el as: la extradición de Emilio Lozoya quien se encontraba detenido en una cárcel de Madrid.

Decían en Palacio Nacional: va a hablar. Dirá lo que sabe.

El exdirector de Pemex acaparó los reflectores. Su llegada al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México provocó tumultos… de periodistas, camarógrafos y fotógrafos. Era la placa del día, de muchos días.

Nadie recordaba ya la pandemia. Pero los muertos rebasaban los pronósticos de López-Gatell.

Lozoya jamás pisó el Reclusorio Norte. Fue hospitalizado en un nosocomio de lujo. Allí permaneció dos semanas. Y a través de videoconferencias rindió su declaración ante el juez de la causa y el ministerio público de la Federación. Al ser sometido a proceso estaba obligado a asistir al penal para estampar su firma en el libro de registro para no perder su libertad. Nunca asistió.

El escándalo comenzó a desparramar nombres: Carlos Salinas de Gortari, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto pero la figura central fue Luis Videgaray Caso. Sobre él se fijaron los ojos de los fiscales que pretendieron obtener una orden de aprehensión para quien fuera el hombre con mayor fuerza en el régimen que encabezó el mexiquense. Fracasó en el intento.

Desde la Unidad de Inteligencia Financiera su titular, Santiago Nieto Castillo informaba en el púlpito presidencial de que Lozoya había revelado “más de 70 nombres” y que ya se investigaban las finanzas para congelar sus cuentas.

La pandemia pasó a segundo término. Los muertos y los contagios aumentaban. Y las comparaciones con otros países continuaban. Allá trataron mal el coronavirus. Aquí, “todo está bajo control”, decía el invisible secretario de Salud Jorge Alcocer.

LA SIGUIENTES SEMANAS

Mientras Emilio Lozoya permanecía en su residencia de las Lomas y desde la Fiscalía General de la República se filtraban versiones de sus declaraciones –porque nadie las podía tener físicamente, conforme a la secrecía de la investigación- y se involucraban más nombres.

No hay detenidos por el caso Odebrecht, principal motivo por su detención. La FGR acusó al expresidente Peña Nieto de “…traición a la patria” por los presuntos sobornos recibidos de la brasileña para su campaña electoral y para otras campañas de candidatos del PRI.

Para agosto, el titular de Exteriores, Marcelo Ebrard, quien se convirtió en el operador para adquirir insumos que utilizaría el personal sanitario –cuyas protestas se multiplicaron porque sin el equipo necesario mil 200 médicos, enfermeras, camilleros etcétera habían muerto- y por los reclamos nunca fueron entregados en tiempo y forma, anunciaba la participación de México en la compra de vacunas mediante el mecanismo Covax con independencia del apoyo de la Fundación Slim en la investigación de la vacuna que realizaba Astra-Zeneca.

Se decía que la vacuna sería la salvación y que el Covid-19 sería derrotado.

Cuando se informaba que la “cuerva está siendo aplanada”, la virulencia reapareció y comenzó a cobrar más víctimas.

Vino la siguiente bola caliente: los videos difundidos  en los que Pío López –hermano del presidente- y el excolaborador presidencial –fue coordinador general de Protección Civil los primero 18 meses del gobierno actual- David León aparecen realizando operaciones presuntamente ilegales. León entregó dinero en efectivo a Pío y la postura del Presidente fue: no se trata de corrupción… es dinero para la causa. Ya era agosto.

Sin embargo, el hecho acaparó los titulares y la ¡pandemia se minimizó!

Para el segundo día del octavo mes, el pitcher lanzó una curva que mereció los aplausos de la concurrencia: la aprehensión de José Antonio Yépez, líder del cartel de Santa Rosa de Lima, el cártel del huachicoleo. El tema se agotó y el bateador quedó en el bullpen sin derecho a regresar al campo.

Por si fuera poco lo sumado a lo largo de ocho meses, en octubre se dio a conocer el estado financiero de Pemex y en el cual se reveló que la empresa había perdido 26 mil 345 millones de dólares (unos 553 mil millones de pesos), lo que provocó que las miradas se fijaran en la problemática financiera que llevaría a las calificadoras a colocarla en bonos basura.

La violencia, mientras tanto, avanzaba. La Guardia Nacional cambió de “estrategia” y dejó de combatir, investigar y aprehender a los criminales y dedicó sus esfuerzos a frenar la migración centroamericana en atención a una “sugerencia de Donald Trump”.

De acuerdo con los datos del Secretariado Nacional de Seguridad Pública, al mes de septiembre se habían cometido 36 mil 932 homicidios dolosos. El exsecretario de seguridad, Alfonso Durazo, hablaba del “punto de inflexión” sin que los resultados lo avalaran.

Y AL LLEGAR NOVIEMBRE…

Repunte del Covid-19 y una orden sorpresiva: los panteones permanecerán cerrados. La justificación de las autoridades federales y locales de la Ciudad de México; evitar los contagios. Ya se acercaban al millón y los muertos a los 100 mil. Nadie pudo acudir a los cementerios para llevar flores a sus difuntos.

Para nadie es un secreto que desde su toma de posesión Andrés Manuel López “empatizó” con Donald Trump y mantuvo -¿mantiene?- una relación personal.

Cada asunto solicitado por el todavía residente de la Casa Blanca, era atendido con prontitud y eficiencia.

El súper martes llevaron a cabo el 3 de noviembre y en el cual Joe Biden buscaba quitarle la presidencia de Estados Unidos al magnate inmobiliario nacido en Nueva York, se convirtió en otro distractor. Aunque las elecciones correspondieran a otro país, el interés en México fue rotundo.

Las encuestas y las apuestas hacían favorito al demócrata. Sin embargo, el republicano remontó los números y se acercó al rival. Largos días para saber a ciencia cierta quien era el ganador, aunque desde la noche del 3 de noviembre las tendencias marcaban a Biden como triunfador.

Una semana después, líderes del mundo democrático comenzaron a felicitar al demócrata. Aquí, en México, la negativa: no será felicitado hasta que termine el proceso.

(El presidente López recordó su derrota en 2006 y la puso como ejemplo para no hablar con el virtual Jefe de Estado de la Unión Americana).

DICIEMBRE… LETAL

Pasaron 42 días para que el mexicano hiciera pública la felicitación para Biden. El proceso había terminado.

Y surgió el llamado que no se quiso hacer desde el principio, porque la filosofía era: salgan a comer a la fondita, abrácense, esto no dura un mes.

Ahora el clamor, la súplica, la orden disfrazada: guárdense, no salga, no han reuniones familiares, cuídense.

Un año atípico con decisiones atípicas.

En 9 días desaparecerá de la red, de los sistemas digitales, en automático, el año 2020. Y los focos se encenderán anunciando el “promisorio” año nuevo, mientras en más de 120 mil hogares el luto prevalece y en las familias de un millón y 300 mil contagiados solamente hay una acción: esperanza.

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