Por Silvestre Villegas Revueltas
Hace ocho días escribí en Misión Política que esperaba la visita de López Obrador a Trump no terminara en un fracaso, y para fortuna del país y de su gobierno, los diplomáticos en Tlatelolco como en Washington maniobraron para que el encuentro fuera por las vías oblicuas de la diplomacia, amén de que contó con el colmillo político de ambos presidentes. Enhorabuena, pero los mexicanos debemos estar totalmente conscientes que dicha visita no nos librará en el futuro de desplantes, twitters, declaraciones, fotografías y demás actos de propaganda electoral trumpiana donde México y su pueblo saldrán señalados… por decirlo de manera elegante. Como dijo en la década de 1840 el premier inglés Lord Palmerston: las potencias no tienen amigos, tienen intereses, y esos intereses son los que debemos procurar; por ello en la cena de la Casa Blanca fueron invitados del lado americano los directivos de Ford, General Motors, Chrysler, de la industria agropecuaria y el líder sindical Joffa, el cual para desesperación de los industriales mexicanos, presionó a más no poder para que los obreros mexicanos recibieran un mejor salario y por lo tanto resultara el T-MEC en una competencia industrial/laboral más equilibrada con sus contrapartes canadienses y de los Estados Unidos. Lo descrito son asuntos del pasado y el reto ahora es pasar página, lidiar con un mundo en pandemia por el Covid, y en el caso mexicano implementar las supuestas bondades que acarrea el tratado comercial, amén de hacer frente a la profunda crisis económica que se cierne por toda la república. Contracción económica de tal profundidad como les está sucediendo a países como España, Italia, los propios Estados Unidos y otras naciones, porque las afectaciones económicas, particularmente los números ligados al PIB, son resultantes de la pandemia que experimenta el mundo, no solamente de México, aunque hay muchos que en su miopía solamente ven el Paseo de la Reforma.
Indudablemente, México tiene que abrir los espacios de su industria como es la fabricación de automóviles y demás productos manufacturados, debe abrir los espacios y negocios ligados a la industria del turismo, alimenticia, de esparcimiento. Es imponderable que la Secretaría de Educación Pública, las universidades autónomas públicas y las escuelas privadas comiencen a trabajar de manera presencial y a distancia, yo diría que en septiembre. ¿Por qué? Hace décadas la educación en México perdió la sintonía con los calendarios educativos en los Estados Unidos como europeos, donde los ciclos escolares comenzaban en septiembre y octubre. En México y como resultado de repetidas huelgas, cambios en los programas educativos y demás afectaciones, provocaron que, desde el nivel de educación primaria hasta el posgrado universitario, el día de hoy entremos a clases en agosto cuando americanos y europeos están en plenas vacaciones veraniegas. Profesores y entonces alumnos, auténticamente ven como un paraíso perdido, los meses de julio y agosto vacacionales que fue lo preponderante en las décadas de 1960 y 1970.
Por lo que se refiere a las actividades comerciales y de esparcimiento señaladas arriba, es evidente que México es un país de “servicios”, actividades que se materializan en la industria, hotelera, restaurantera, y de venta de todo tipo: desde la banqueta en la calle hasta los más pomadosos centros comerciales. ¿Cómo hacerle en plena pandemia y aumento de los contagios? Las noticias que nos llegan del viejo continente son una especie de estira y afloja. Se abren restaurantes, y playas, al principio es ordenado, pero luego la masa se apodera de calles y espacios públicos porque desde décadas atrás y a nivel mundial la cultura popular ha mostrado, subrayado, enaltecido las actividades al aire libre y el consumismo como el eje vertebral de una existencia exitosa; la vida monacal es lo contrario a los valores que de años atrás ha impulsado la cultura del mundo de la globalización.
No la tienen fácil las autoridades federales, estatales y locales a lo largo de la república mexicana porque, efectivamente, hay millones de compatriotas que viven al día y tienen que salir a trabajar. Pero, me consta, ellos son menos imprudentes que otros paisanos que salen sin cubrebocas, que no les enseñaron en su casa y en la escuela, la cívica distancia entre personas –antes del actual concepto y publicidad de la “sana distancia”. En fin, porque dadas las fotos y videos que publican los medios, va a ser muy difícil controlar a las personas que ingresen al centro histórico de la Ciudad de México, que tengan que utilizar las diferentes centrales camioneras a lo largo y ancho del país, en fin, que aguarden su turno en cualquier espacio público. Lo anterior es la movilidad, pero en cuanto a la reactivación económica el tratado comercial de América del Norte debería servir para fortalecer a las empresas, crear más empleos, que unos y otros paguen impuestos y que el gobierno federal como los estatales gasten los presupuestos mesuradamente y con transparencia, cercana a la total. Cuando se escriben estas líneas un periódico de circulación nacional da la noticia de que en Tabasco, estado muy infectado por el Covid, de años atrás y el gobierno actual siguen empecinados en construir puentes, pasos a desnivel y vías que privilegian al automóvil particular, cuando Tabasco es el lugar 31 de 32 respecto al peor sistema de transporte colectivo de pasajeros, servicio urbano y rural usado por miles de personas que están en peligro de infectarse del Covid. Las dependencias del gobierno federal encargadas de vigilar los presupuestos públicos deberían girar sus miras a Villahermosa, digo, si se quiere ser congruente con el discurso presidencial y la preocupación por los factores que agudizan la pandemia.