“Milagro en la Calle 34”

Del Cine y las Leyes

El Derecho a Creer

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“Milagro en la Calle 34” (“Miracle on 34th Street”) película dirigida por Les Mayfield en 1994, siendo una versión del galardonado filme del mismo nombre de 1947; protagonizada por Mara Wilson (Susan), Richard Attenborough (Kris Kringle), Elizabeth Perkins (Dorey), Dylan McDermott (Bryan Bedford) y J.T. Walsh (Ed Collins).

Kris Kringle es invitado a trabajar personificando a Santa Claus en una tienda de almacenes en Nueva York; su actitud amena, presencia simpática y relación empática principalmente con los niños, provoca que la cadena competidora idee una forma de desprestigiar a Kringle acusando de tener problemas mentales, pues alega que él es el verdadero Santa Claus.

En la cinta original de 1947 la trama se centraba en la tienda departamental Macy’s, sin embargo, la cadena manifestó no tener intención de participar en el remake, por lo que la trama se centra en la ficticia tienda Cole’s.

PARA SER SANTA CLAUS HAY QUE PARECERLO

La tienda Cole’s prepara su participación anual en el desfile del Día de Acción de Gracias, presentando a Santa Claus, pero el encargado de representarlo es un hombre vulgar y pervertido tan ebrio que acaba inconsciente en el suelo; Dorey, directora de eventos especiales, lo despide y debe encontrar un reemplazo de inmediato por lo que contrata a un anciano a quien viera reprender al Santa borracho.

“Para ser torero hay que parecerlo”, frase acuñada por uno de los diestros más elegantes que ha dado el mundo taurino: Rodolfo Gaona; y efectivamente, en muchas profesiones la imagen cuenta y cuenta mucho.

En Michigan se encuentra la escuela Howard fundada hace 75 años por Charles W. Howard, que es la más antigua y prestigiosa del mundo en donde se enseña a ser un verdadero Santa Claus; ahí los alumnos aprenden a no hacer promesas, a conocer las novedades en juguetes, y a mantener visibles las manos, además a decir “Ho, ho, ho”, y sobre todo, a saber escuchar a los niños; los estudiantes tendrán que saber perfectamente la historia de San Nicolás, asimilar el espíritu de la Navidad, cantar villancicos y recitar poemas, e incluso aprender a decir “Feliz Navidad” en lenguaje de signos; sólo hay que llenar un sencillo formulario exponiendo, eso sí, el deseo sincero de querer ser Papá Noel; la matrícula cuesta 400 dólares, y una vez que se termina el curso, se consigue el “carné” para llegar a ser uno Santa profesional para Navidad.

VERDAD VS MITO.

Kris Kringle adquiere gran popularidad y todos los niños en New York desean visitarlo, pues creen que es el verdadero Santa, con excepción de Susan, la hija de seis años de Dorey, quien la ha educado para ser realista y pragmática. Brian Bedford, novio de Dorey, un exitoso abogado, hace todo lo posible para que Susan crea en Santa.

El personaje de Santa Claus es un ente mítico que se basa en varias leyendas, relatos folclóricos y hasta personas de la historia, pero la figura dentro de la cultura como se le conoce popularmente no es sino producto de la evolución de estas historias en combinación con la mercadotecnia; su mito habla de ideas muy específicas como la bondad, solidaridad, caridad, cordialidad, inclusión, integración familiar y otros valores sociales.

La trama de la cinta no es si este hombre es o no ese personaje mítico, sino de lo que Santa Claus representa para la gente que lo toma como modelo de valores, siendo ícono de unidad familiar, armonía, amabilidad y convivencia.

Este razonamiento sirve para reflexionar en temas como la verdad y la fe, y cómo éstos rigen el actuar del hombre. “Tienes derecho a creer lo que quieras creer… el saber la verdad y el ser veraz con los demás, y más importante, contigo misma”, le dice Dorey a Susan, quien está convencida que Santa Claus no existe porque así se lo ha inculcado su madre; y la niña confía en ella y en su experiencia de vida.

El punto más importante de la historia es la capacidad de un menor de cuestionar su entorno y elegir aquello en lo que quiere depositar sus ideales, a partir de la reflexión y análisis de la evidencia con que cuenta. Creer, incluso si ese algo no es real o comprobable, es por sí solo simbólico y relevante, esto resulta un verdadero derecho del infante.

SANTA VA A JUICIO

Las ventas en Cole’s van en aumento, generando molestia para el dueño de Shopper’s Express, tienda rival, por lo que busca formas poco éticas de hacer perder popularidad a su competencia; contrata al ebrio del desfile para manchar la reputación de Kris, provocándolo al hablar de forma obscena de los niños y finge haber ser agredido por Kris, de quien el fiscal solicita su reclusión en un instituto para enfermos mentales por estimarlo un peligro para los niños, pues alega ser el verdadero Santa Claus.

Esta es la parte judicial de la película, ya que la petición inicial del fiscal es la autorización de internamiento por un estado de interdicción, pero en el juicio Brian debe demostrar no sólo que Santa existe, sino que Kris es el verdadero; mientras el fiscal se enfoca en mostrar a Kris como un anciano incoherente y en probar la inexistencia de Santa Claus por medio de la ciencia y la lógica.

Antes que se dicte la sentencia, el juez recibe una tarjeta de Navidad con un billete de un dólar en el que está subrayada la frase “In God We Trust” (“En Dios Confiamos”); el juez acepta esto como un precedente argumentado que si el Departamento del Tesoro de los EU en su calidad como institución gubernamental seria e imprescindible de la nación puede creer en Dios sin pruebas contundentes y expresarlo abiertamente en un documento oficial, entonces la gente de Nueva York puede creer en Santa Claus de la misma forma, declarando que Santa es real y que respetando el deseo del pueblo neoyorkino se reconoce a Kris como su personificación viviente.

Si el protagonista de la cinta es o no realmente Santa Claus no hace daño a nadie creyéndolo o diciéndolo; en relación a los mitos y sus personajes, la gente tiene el derecho a creer o no en su existencia, siempre y cuando no se cause un daño a los demás.

Alejandro Anaya Huertas, licenciado en Derecho y doctor en Administración Pública, ha documentado demandas contra Santa Claus, y narra el caso de David Lynn Porter, residente de Utah, que solicitó al juzgado de Distrito de Salt Lake City el cambio de su nombre por el de Santa Claus; su petición fue negada porque podría generar confusión; en su apelación propuso que entonces le concedieran el nombre de “Kris Kringle”, pero volvió a perder; el caso llegó hasta la Corte Suprema de Utah, la cual falló a su favor señalando que Porter tiene en derecho a seleccionar el nombre con el cual sea conocido, máxime que Porter ya les dice a los demás que él es Santa Claus, por lo que permitirle cambiar legalmente su nombre para reflejar su práctica de hacerlo es más probable que evite una mayor confusión que crearla debiendo Porter ser legalmente responsable de sus acciones en el nombre de Santa Claus; en tal sentido y para fines jurídicos ¿se puede afirmar que Santa Claus es de Utah?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector… y feliz Navidad.

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