Por Jesús Michel Narváez
Soberbia, dice la fe cristiana, es uno de los siete pecados capitales. Y sin duda que el presidente López Obrador está en falta porque si algo le sobra es soberbia.
Sus palabras son inatacables, como sus acciones. Nadie tiene derecho a disentir porque quien lo haga se incorpora al ejército de los traidores y enemigos del cambio.
Revisar la respuesta que le dio a los pobladores de Bochil, Chiapas, que le demandaron hacer llegar los medicamentos a los servicios de salud, revelan lo que ya sabemos: la intolerancia y la soberbia personal.
“Debe quedar muy claro, para que no nos vayan a confundir, no somos iguales a los que ya no están en el gobierno. Me pueden llamar Peje, pero no soy lagarto. Ni tampoco crean que soy tonto, me doy cuenta de todo, ya soy colmilludo”.
López Obrador usó la forma de expresarse en México y Costa Rica y que refiere, según la Real Academia de la Lengua Española que colmilludo significa “que tiene facilidad para comprender las cosas y resulta difícil de engañar”.
Al Presidente le pasó de noche que millones de mexicanos somos súper colmilludos y no nos dejamos engañar. Y no por eso somos sus enemigos.
Él no ha evaluado que sus arengas, sus discursos, sus conferencias de prensa cotidianas para millones de colmilludos son más de lo mismo.
El cambio, la transformación no se alcanza con la división del pueblo, con acusaciones sin sustento, con descalificaciones que salen de su ronco pecho sin que vengan al caso. Para él todo es corrupción y quienes no se pliegan a sus decisiones son traidores. Su artilugio, porque eso es, de que no es como los de antes, dista mucho de ser vedad al observar la forma arbitraria en que toma sus decisiones.
Hasta ahora, a ocho meses de haber iniciado su mandato formalmente, salvo a caída del empleo, el freno de la economía, la falta de ejercicio presupuestal, la escasez de medicamentos en el sector salud, la violación de las leyes ambientales, los proyectos sin futuro, el ataque sistemático contra los órganos autónomos constitucionales, el avasallamiento de las minorías, no se advierte cambio alguno.
Es colmilludo ¿para qué y en qué?
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