Reviven los Frijoles de Chonita

La Tiendita de los Horrores

Por Emilio Hill

Desde que Vito Corleone mandó a su hijo Michael Corleone a estudiar al extranjero, esto por decreto presidencial, ya que en realidad el futuro Padrino salió del país, pero como soldado, me han dado vueltas en la cabeza las adaptaciones que de la literatura ha hecho el cine.

Son inabarcables, ya que el séptimo arte encuentra una rica fuente en los libros. Pero en estos días recordé, dada la coyuntura por las declaraciones del Presidente Andrés Manuel López Obrador (“Envié ya una carta al rey de España y otra al papa, para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos. Hubieron matanzas, imposiciones”) un libro de hace bastantes años: El Rediezcubrimiento de México.

Escrito por el estupendo guionista Marco Almazán, cuenta la historia de un inmigrante español que llega a México luego de la revolución. Su proceso de adaptación para entender a un país, el rechazo que de algún modo siente al principio, además de las pequeñas transas que aprende y por supuesto el amor, son algunas vivencias que tiene el personaje principal: Ceferino Díaz Fernández.

La adaptación cinematográfica corrió a cargo de Fernando Cortés y en los papeles estelares llevó a Alfredo Landa, Pancho Córdova y Dacia González. La adaptación cinematográfica es de 1979 y resulta curioso ver como muchos prejuicios no se han superado.

Y vaya que en una época, el cine nacional se encargó de exacerbar los estereotipos, todo con el fin de exaltar el sentimiento nacionalista. En la Época de oro, por ejemplo (1936-1957), la coyuntura política era tierra fértil para este asunto, basta citar Allá en el Rancho Grande, en sus dos versiones, la de 1936 y la de 1948, ambas dirigidas por Fernando de Fuentes, en las que tanto Tito Guízar y Jorge Negrete, al cantar la canción que da título al filme, lo hacen en la cantina de un español de gorra y puro que es dueño del negocio.

Otro ejemplo de la construcción del estereotipo para exaltar la identidad nacional son Los Hijos de don Venancio (Joaquín Pardavé,1944) y Los Nietos de don Venancio (Joaquín Pardavé,1946). Veámonos pues, parece la consigna, a través de cómo vestimos al otro.

Este sentido del nacionalismo llega a un punto cumbre, en Primero soy Mexicano (Joaquín Pardavé, 1950), filme protagonizado por Luis Aguilar en el papel del  niño Rafael  un junior que es enviado a estudiar al extranjero (como en El Padrino, dirían en la mañanera) y al regresar ya nomás no le pasan los frijoles y se convierte en el hazmereir del pueblo bueno que atiende el rancho de su padre Don Ambrosio Fuentes (Pardavé).

Total que, Rafaelito, luego de visitar la cocina de su Nana Chona (una estupenda Lupe Inclán) redescubre, imbuido en un paroxismo nacionalista, las delicias del chicharrón en chile verde.

Las armas nacionales se han cubierto de gloria y aunque le pique (y mucho, le comenta a Chonita) ha decido enmendar el camino  y convertirse o reconvertirse en un macho hecho y derecho. Vaya que se podría decir que, Luis Aguilar, en uno de sus mejores papeles, interpreta a un antecedente del fifí y Lupe Inclán es algo así como la abuelita de Cleo.

Años después, Luis Aguilar haría un comercial de frijoles, emulando-parodiando a la escena del cine nacional.

Por cierto, la influencia de la comunidad española en México, no solo es anecdótica, la cultura que han aportado es basta y rebasa por mucho este espacio. Pero en esta ocasión baste con citar los nombres de cineastas como Luis Alcoriza (Badajoz, España, 1918-Cuernavaca, México, 1992), quien filmó en nuestro país títulos tan importantes como La Puerta y la Mujer del Carnicero y la clásica Mecánica Nacional en 1972.

El primer caso, es un filme que se compone de dos historias, la primera es dirigida por Alcoriza y la segunda por Ismael Rodríguez, quien además es el productor. La idea original era hacer una serie de historias de terror y horror. El proyecto nunca se concretó y solo apareció esta primera entrega.

En La Puerta, un grupo de burgueses-fifí, asisten a una fiesta donde al abrir una puerta un misterioso hombre aparece. La anécdota parte de El Ángel Exterminador (Luis Buñuel,1962) y como es costumbre en Alcoriza, el uso del lenguaje es fundamental en la construcción del filme.

Este manejo del habla, se ve también en Mecánica Nacional, pero el universo social cambia ya que el filme retrata a un mexicano de ámbito popular. Los vicios, el patetismo y ese ser interno con sus sombras y atavismos se ven en el largometraje. La mirada del otro, en esta ocasión, nos desnuda.

Y claro, no podía faltar la mención de Luis Buñuel (Calanda 22 de febrero, 1900- Ciudad de México, 22 de julio de 1983), quien en su etapa mexicana dirigió filmes que hoy son parte fundamental de la Época de Oro.  Por principio de cuentas está la clásica Los Olvidados de 1950 que causó gran malestar en el momento de su estreno, ya que lo que vemos en una suerte de neorrealismo mexicano, en la que los pobres, no son virtuosos necesariamente.

Buñuel en sus memorias tituladas Mi último Suspiro, publicadas en 1982 y escritas junto con Jean-Claude Carriere, afirma que se inspiró en El Limpiabotas (De Sica, 1948), para su realización.

La lista de filmes que el cineasta realizó en México es amplia. Un clásico, por ejemplo, es Ensayo de un Crimen, de 1952 y que se basa en un texto de Rodolfo Usigli. Los roles estelares los tienen Miroslava y Ernesto Alonso. El juego de géneros, ubica este trabajo con un aire a lo Hitchcock.

Buñuel es bastante agudo en sus memorias, sobre su percepción de nuestro país, pero mucho del peso de su filmografía fue realizada en México.

Incluso en la crítica cinematográfica, la influencia de la comunidad española ha sido importante. Pero ese será tema la próxima semana.

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