El Monte Rainier

Tahoma

Por Itzel Toledo García

En 1792, el explorador británico George Vancouver (1757-1798) hizo mapas de la costa noroeste de América del Norte (Alaska, Columbia Británica, Washington y Oregón) y en su mapeo nombró las aguas y montañas de esta zona sin considerar los nombres que tenían los indígenas para estos espacios que habitaban. Un ejemplo de esto es el Monte Rainier / Tahoma en el estado de Washington. Vancouver nombró este espacio como Monte Rainier para homenajear a su amigo Peter Rainier (1741-1808), un almirante británico que fue de importancia para la expansión británica en las Indias Orientales y que luchó contra la Revolución de las Trece Colonias (1765-1783) que finalmente llevó a la independencia de Estados Unidos.

La independencia de Estados Unidos implicó la expansión de colonos europeos de la costa este a la oeste a lo largo del siglo XIX. Este proceso ocurrió con la compra, intercambio, anexión y cesión de territorios que Inglaterra, Francia, España y México habían reclamado como suyos. Desde siglos, en dichos territorios habitaban distintos grupos indígenas, como los Sioux, los Salish, los Duwamish, entre muchos otros. La expansión estadounidense de costa a costa implicó la matanza de indígenas que defendían sus territorios y los sobrevivientes fueron restringidos a reservas. En las tierras despojadas se establecieron líneas de ferrocarriles para conectar los recientemente establecidos pueblos y ciudades; además, en el último tercio del siglo XIX, el gobierno estadounidense estableció parques nacionales. Entre ferrocarriles y parques nacionales, el estado-nación asentó su control sobre espacios “naturales” y humanos del territorio por igual. Por ejemplo, el 2 de marzo de 1899 el gobierno estadounidense estableció el quinto parque nacional: el Parque Nacional Monte Rainier, con una extensión de 956,60 km2.

El parque nacional tiene el objetivo de que la población pueda admirar la naturaleza, para ello se establecen rutas de caminata y de carretera para que los y las visitantes puedan ver ríos, cascadas, glaciares, flores y animales. El parque nacional es atendido con recursos federales y la idea es que sea visitado por toda la sociedad estadounidense, pero desde la academia y la sociedad civil se ha demostrado que la mayoría de las visitantes son personas blancas y pocas veces acuden las minorías (indígenas, afroestadoundienses, asiaticoestadounidenses, latinos). Además, los parques nacionales, si bien reconocen que los nativos americanos mantienen una conexión social y cultural con estos espacios, no explican cómo lo hacen ni les ofrecen un espacio para mantener la conexión.

Por ejemplo, el panfleto que se obtiene al llegar al Parque Nacional Monte Rainier, además de mostrar los espacios que deben visitarse dentro del parque (Longmire, Paradise, Ohanapecosh, Sunrise y Carbon River), llama a explorar la “wilderness” (“naturaleza salvaje”), ser testigo del cambio en la montaña y conocer a las personas. En esta última parte señala: “La gente ha venido al Monte Rainier por más de 9,000 años. Descubrimientos arqueológicos sugieren que los nativos americanos cazaban, se reunían y conducían actividades espirituales y ceremoniales en la montaña. Sus descendientes mantienen una conexión especial con la montaña hasta la actualidad. A finales del siglo XIX, mineros, empresarios y turistas reconocieron el potencial de la montaña para proveer riqueza y recreación. Vinieron con la esperanza de prosperar, de recrearse y simplemente de respirar el aire puro de la montaña. Inspirados, clubes de montaña, científicos y comunidades abogaron de manera exitosa en el Congreso para crear el Parque Nacional Monte Rainier en 1899.” Es decir, una vez más se repite la idea de que no es hasta que llega la modernización (que es representada por mineros, empresarios, turistas, alpinistas y científicos) que realmente se aprecia el recurso natural (la montaña con sus miles de posibilidades). Esta visión no reconoce que durante siglos los indígenas han valorado a la montaña y que la habitaron hasta que fueron despojados de la misma. Esta montaña es central para la cultura indígena de la zona, “ella es importante para nosotros porque nos da vida” en palabras de Brandon Reynon, el oficial de preservación histórica de los Puyallup.

Dentro de esta valoración, tenemos que durante la última década han existido esfuerzos por parte de indígenas de la zona de restaurar el nombre original del Monte Rainier. Los Puyallup (nativos americanos pertenecientes a los Salish) han lanzado esfuerzos para renombrar al Monte Rainier como Monte Tacoma o Tahoma, pues en la lengua nativa Twulshootseed la montaña se llama təqʷuʔməʔ (“la madre de todas las aguas”) desde antes que llegaran los colonos. Para los indígenas el nombre Rainier recuerda el trauma del proceso de colonización que los despojó de sus tierras y que los mantiene al margen de la sociedad estadounidense, la cual no reconoce su conocimiento como par del occidental.

Además del Rainier, el explorador británico Vancouver nombró las puntas de otras montañas del Noroeste estadounidense sin considerar que ya tenían nombres por parte de las comunidades indígenas que las habitaban. En los próximos años veremos si hay disposición por parte de las autoridades federales y estatales de restaurar el nombre indígena de estos espacios geográficos y llevar a cabo un profundo proceso de indemnización por las atrocidades cometidas por el estado-nación hacia distintos grupos indígenas.

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