“El Agente Topo”

Con Licencia Para Amar

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“El Agente Topo”, película chilena dirigida por Maite Alberdi, un híbrido entre documental y ficción; cuenta con la participación de Sergio Chamy, Rómulo Aitken, Marta Olivares, Berta Ureta, Zoila González, Petronila Abarca y Rubira Olivares; fue estrenada el 25 de enero de 2020 en el Festival de Cine de Sundance, y se encuentra disponible en la plataforma streaming Netflix.

Sergio Chamy, un anciano de 83 años, se convierte en infiltrado y espía a pedido de un detective privado, por lo que debe ingresar en un hogar de ancianos, pues la hija de una paciente sospecha de maltrato a su madre.

La película fue seleccionada al Óscar al mejor largometraje documental, es tan realista que no hay la menor intención de maquillar la vejez –que se muestra con toda su crudeza y con toda su soledad–, pero tampoco se esconde la ingenuidad, la sencillez ni la belleza interior de muchos de los ancianos.

ESPÍA POR CONTRATO

En el diario El Mercurio aparece un anuncio clasificado ofreciendo un empleo para un hombre entre 80 y 90 años, que goce de buena salud, sea auto suficiente, que sepa usar la tecnología y esté dispuesto a ausentarse durante tres meses de su hogar.

Ante el investigador privado Rómulo Aitken llegan varios candidatos que están sorprendidos del anuncio, pues en otras ocasiones al mencionar su edad son descartados en forma inmediata.

Es grato ver y reconocer que la gente de la tercera edad se siente útil y que tiene el gran deseo de seguir siendo productivos, pero la sociedad siempre los relega y sólo les brinda subempleos en muchas ocasiones sin prestaciones, o bien deben recurrir a empleos informales como empacadores en los supermercados.

El hombre ideal para el trabajo es Sergio Chamy, que tiene 83 años de edad y pocos meses de haber enviudado.

EL ENTRENAMIENTO

Rómulo entrena a Sergio en el uso de diversos aparatos para cumplir a cabalidad con su misión, los gadgets son un celular para mandar mensajes de texto, voz o videollamadas, una pluma para audio grabar y unos lentes con cámara.

La misión no amerita de tener armas sofisticadas ni de un automóvil lanzamisiles, pero como cualquier espía debe procurar no ser descubierto.

Este docuficción muestra como Sergio ya infiltrado, se transforma en un anciano más al interior de la casa de reposo, y se conduce como un inquilino más de la casa de retiro San Francisco.

Este mimetismo no es una improvisación o recurso de un agente secreto, simplemente Sergio toma plena conciencia de las necesidades y de la soledad que sufren las abuelitas, como dulcemente las llama, y que también padecen los otros ancianos del lugar.

Hay una escena verdaderamente conmovedora cuando la hija de Sergio va a visitarlo junto con su esposo y sus dos hijas, una ancianita que está ahí se acerca a ellos los saluda y abraza queriendo recibir el afecto, aunque ajeno, cariñoso.

LAS FACETAS DE LA SOLEDAD

En la búsqueda de su blanco, Sergio interactúa con todo tipo de viejitas, una de ellas es poetisa. Rubira es una dulce cleptómana que quiere escapar del lugar y siempre le pide a la gente que la deje salir o bien le llama por teléfono a su mamita para que vaya a visitarla, Bertha se llega a enamorar de Sergio y hasta le propone matrimonio, pero en lo particular está Martha, consciente de que va perdiendo la memoria y no recuerda a su familia.

Los encuentros que tiene el infiltrado con cada una de esas señoras son únicos, y Sergio en pleno uso de sus facultades mentales y físicas trata de levantar el ánimo a cada una de ellas.

Es por demás tierno ver como un anciano ayuda a una persona también de la tercera edad que siente angustia por no recordar las cosas, y el llanto es un alivio al alma, y el personaje le pide que llore, que se desahogue, que eso le vendrá bien.

Sergio le pide al detective Rómulo que le consiga fotos de familiares de Martha para enseñárselas y ella se acuerde de ellos; cuando llegan las fotos Martha los reconoce, aunque no recuerda la ocasión de las fotos, y eso lo aprovecha Sergio para decirle, así como ya no recuerda eso, es probable que no recuerde que sus familiares sí la han venido a visitar.

REPORTE FINAL

Cada día que pasa a Sergio le cuesta asumir su rol de topo, pues se pregunta por qué investiga a la madre de una clienta que nunca viene a visitarla.

Después de tres meses de investigación el espía concluye que no hay abusos en el hogar, sino que muchos residentes viven en una profunda soledad, desatendidos y a veces abandonados por sus familias.

Un triste reporte, pero es tal real como la propia realidad, y de eso tratan los documentales de retratar la realidad, sin maquillarla ni retocarla; en el caso, el microcosmos de la ancianidad como un ente en el olvido, la misión inicial era ver lo que sucede en las residencias de ancianos, pero suele suceder que el espía cede a su lado humano y advierte que hay otras misiones más importantes en la vida.

El espectador observa el día a día de las personas que, a pesar de sus achaques y sus limitaciones, son felices, que una simple fiesta es el evento del año, que el pasear en carro es el viaje de ensueño, personajes entrañables, agradecidos, que se enamoran como jovencitos, que ríen y lloran, que rezan y que aman la escasa, pero inestimable vida que les queda.

Vivimos en una sociedad capaz de contratar a un detective para denunciar el supuesto maltrato a los ancianos, sin darse cuenta de que quizás el primer maltrato es el que reciben cuando sus familiares ahí los abandonan sin siquiera visitarlos.

Las residencias para ancianos no son el problema, la contrariedad radica en los familiares que dicen no tener tiempo para atender a sus viejitos, y podemos olvidar la realidad, pero no las consecuencias de ese olvido.

Y como bien dicen los viejitos “como te ves me vi, y como me ves te verás”, así que más vale educar a los jóvenes, pues los ancianitos no sobran en casa, sino que hacen falta, que la soledad en la tercera edad no es circunstancial sino producto de la ingratitud de la familia.