Del Anonimato a la Fama, ¿Infancia es Destino?

La Tiendita de los Horrores

Por Gerardo Gil

Una de las máximas de la psicología afirma que infancia es destino. Seguro, solo que hay un matiz; depende del ángulo en el que se vea. La semana pasada abordamos en este espacio el caso de los llamados actores no profesionales que, en aras de dar cierta naturalidad a un filme, son contratados por cineastas para que interpreten un papel similar al de su propio origen. No se puede afirmar que sea una herencia exclusiva del cine neorrealista, aquel que se hacía en Italia en la época de la post guerra, pero la corriente sí consolida la tendencia.

En general el non-actor, es usado por un cine que se pretende alejar del fulgor hollywoodense o industrial. Dar un tono documental a las historias es uno de los fines. Las historias, que en la mayoría de los casos están detrás de esta aventura para quienes la protagonizan, no siempre son de final feliz. Para concluir con el tema –ya que es largo como la recién estrenada Cuaresma- dos casos.

Y, ¿por qué no? iniciar con un clásico: En 1988 un largometraje se llevaba las palmas internacionales, Salaam Bombay (Mira Nair, India, Francia, Reino Unidos), ganaba el Audience Awrad en el Festival de Cine de Cannes, el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Montreal, y entre muchos otros el galardón hindú a Mejor actor infantil para Shafiq Syed.

El protagonista infantil del importante largometraje, estaba en condiciones de calle, luego de abandonar su hogar y vivía a los doce años en Mumbay luego de abandonar su casa. Junto con sus amigos, recibió la invitación para tomar un taller de teatro. Un día le dijeron los organizadores que era uno de los quince niños que estaban en la recta final para protagonizar una película. Parece que su suerte había cambiado.

El papel principal al final se lo dieron a Syed. El niño no tardó en contárselo a sus padres, quienes al principio no le creyeron. Durante todo el desarrollo del filme, proceso que incluyó la filmación, le proporcionaron un hogar junto con otros menores en su misma situación. Todo pintaba de manera luminosa. Conocía y compartía escena con estrellas consagradas del cine de la India, la pasaba bien en la filmación, ¿qué podía salir mal?, pero los sueños no son eternos.

La película recorrió el mundo, la naturalidad de Syed llamó la atención de los medios de comunicación y sobre todo del público, que cuando no adora, olvida. El jovencito viajó por primera vez en avión, conoció muy buenos hoteles, pero el filme cumplió su ciclo.

Industria, la cinematográfica, de un amor artificial y efímero, el novel actor hizo audiciones para otros directores, pero el resultado fue siempre nada. Después de la gloria pasajera Syed regresó a la calle a trabajar por unas monedas. Lo último que se supo de él, ya siendo un hombre hecho y derecho, es que manejaba un taxi y que apenas le alcanzaba para mantener a su familia.

Hace algunos años, concedió entrevistas –justo cuando estaba el boom por Slumdog Millionaire (Danny Boyle, Reino Unido, India 2008) para aconsejar a los pequeños protagonistas, que en su mayoría fueron encontrados y seleccionados en las mismas condiciones que Syed, que estudiaran, no se dejaran impresionar. Las circunstancias, sin embargo, han sido más amables con los niños del filme de Boyle, ya que la mayoría, incluso, ha podido tener una carrera universitaria, entre otras cosas gracias a un fideicomiso promovido por el director.

Slumdog Millonaire, ganó 8 premios Oscar, entre el que está el de Mejor filme y muchos otros galardones. Sus protagonistas no viven del recuerdo.

En México hay un caso reciente que sacó a la luz el periódico El Universal: Ángel Leonel, uno de los protagonistas del filme Cómprame un revólver (Cordón, 2018) la cual estuvo en La Quincena de Realizadores en el Festival de Cine de Cannes, nunca imaginó cómo su vida daría varias vueltas en pocos años: a los doce y luego de un accidente en 2017, al explotarle un transformador mientras jugaba, en Hermosillo, perdió uno de sus brazos. El pequeño dejó la escuela y su casa, se dedicó un tiempo a limpiar parabrisas en las avenidas, hasta que sus amigos le informaron que unos productores lo buscaban.

En poco tiempo –a finales de noviembre de ese mismo año- Ángel se encontraba filmando Cómprame un revólver, filme sobre la violencia provocada por el narcotráfico y como afecta a los niños y jóvenes. En el largometraje, su personaje emprende una búsqueda para recuperar su brazo, luego de que un criminal lo atacara.

Durante el rodaje, el niño tuvo que regresar a su hogar materno, por cuestiones del contrato. Meses de ser el foco de atención y disfrutar de algún modo el dinero por el filme se esfumaron pronto. Luego del boom de la película, estrenada en 2019, Ángel ha regresado a limpiar parabrisas en Hermosillo. De lo ganado por su trabajo en la película, no queda nada y el adolescente, hoy de 15 años, desea estudiar actuación en un futuro, y según le declaró a El Universal, en ocasiones lo reconocen en la calle, pero para él poco han cambiado las cosas.

La pregunta que surge es: ¿hasta dónde llega la responsabilidad moral de una producción, de lanzar a cierta fama y un mundo desconocido a un no actor y luego olvidarlo? Danny Boyle, director de Slumdog Millonaire si bien no hizo millonarios a sus protagonistas, por lo menos no los dejó en el olvido.

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