*Nacen en la Realpolitik con el Germen de la Traición
*Caen en Fórmulas que Eran Propias del Antiguo Régimen
*Los Reclamos de sangre Inevitablemente Crean Mártires
*La Mitificación del Movimiento y la Señalización de los Enemigos
*Creación de Ejército Leal y Nueva Corporación Policial o Guardia Civil
*Ello, Indudablemente Para Acrecentar su Poderío Mediante la Fuerza
Por Ezequiel Gaytán
Una revolución es básicamente un cambio en el que las estructuras del poder y la organización social se transforman. Usualmente son violentas e implican cambios constitucionales acerca de la forma de gobierno o régimen, la ideología dominante y la perspectiva del rumbo histórico. Son muchas las razones que las originan, pues pueden deberse a razones objetivas y subjetivas. Léase, una necesidad social de mejorar las condiciones de vida de la población, cambios ideológicos y paradigmas políticos o a innovaciones tecnológicas que alteran las formas de producción, por citar algunos ejemplos.
La Revolución Francesa de 1789 fue la primera revolución de occidente que confrontó la idea de un cambio de régimen y la lucha del pueblo por las libertades como las de expresión, imprenta y manifestación, la igualdad jurídica entre todos los seres humanos y la fraternidad como elemento de solidaridad social.
Otras revoluciones se han suscitado en búsqueda de una mejor forma de gobierno y en donde la calidad de vida y la justicia social sean una realidad. De ahí que las ideas revolucionarias son, en lo general, atractivas, idealistas y esperanzadoras.
Sin embargo, es más común de lo que podría pensarse, que las revoluciones traen consigo usualmente, al menos, cinco contradicciones. La primera es que nacen en la realpolitik con el germen de la traición o de la desviación de sus ideas originales, lo que acarrea que el frente común revolucionario se friccione y algunos grupos se separen al grado de que las facciones revolucionarias se enfrenten entre sí. Al final, el grupo triunfador escribirá la historia y, paradójicamente, caerá en fórmulas de gobernar que eran propias del antiguo régimen al que tanto dijo que enterraría. La segunda es que devora a sus hijos y son raros los casos en que así no sucede, esos reclamos de sangre por parte de la revolución crean mártires que serán elogiados y, en algunos casos, sacralizados, a fin de institucionalizar al movimiento. La tercera contradicción es la mitificación del movimiento armado y la señalización de los enemigos internos y externos a la revolución. Con lo cual se legitiman las purgas dentro del gobierno hacia los intelectuales, periodistas y todas aquellas voces críticas. Simultáneamente, los gobiernos revolucionarios tienden a inventar que ciertas naciones extranjeras acosan y amenazan a la revolución; en algunos casos, esas amenazas son reales. La cuarta es que una vez que ha triunfado una revolución, una de las primeras decisiones que toma el nuevo gobierno es el fortalecimiento de un nuevo ejército leal al grupo revolucionario y una nueva corporación policial o guardia civil, con lo cual acrecienta su poderío con la fuerza de las bayonetas y manda el mensaje de que es más fuerte que el antiguo régimen. La quinta contradicción es que al envejecer los líderes de la misma se enfrentan inexorablemente a la sucesión por el poder. Esa lucha es cruda, llena de recovecos, ocurre en los pasillos y corredores del palacio o casa de gobierno, por lo general la arena por la sucesión es entre el grupo triunfador que, a la vez, ocupa carteras dentro del gabinete. Es una disputa llena de hipocresías, servilismo, alianzas efímeras, actitudes sumisas, aduladores y, para decirlo en la voz popular, repleta de chivatos. La sucesión por el poder del grupo revolucionario nunca ha sido fácil debido, por un lado, a que el líder de la misma busca afianzarse en el poder o, en su caso, que su sucesor se lo más dócil posible para ser manipulado o que tenga las afinidades ideológicas prácticamente iguales a él, por el otro, porque las ambiciones de los jóvenes traen ideas de cambios y modernizaciones que son contrarios a los intereses creados de los añosos revolucionarios.
Por supuesto que debe haber otras características acerca de las contradicciones de una revolución. Pero me detuve en esas cinco porque la historia es una gran maestra de la condición humana y de las ambiciones por el poder. Es cierto que me referí básicamente a las contradicciones de una revolución, pero el análisis cabe en los intentos de una transformación. Veamos, el actual gobierno plantea un cambio pacífico y propone una mayor justicia social en favor de quienes menos tienen mediante la rectoría del Estado, el fin del neoliberalismo y el encumbramiento del presidencialismo. Pero la justicia social no avanza con políticas asistencialistas, el presidencialismo, semejante al caudillismo, se contrapone a la democracia participativa y el modelo económico no ha sido trastocado.
Consecuentemente lo que concluyo es que las contradicciones de la transformación están dentro de su esencia y germinarán en la medida en que se aproxime la sucesión presidencial.