Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
En el tablero del ajedrez político se deben pensar, reflexionar, analizar cada una de las piezas que se moverán. Adelantar un peón para proteger al caballo y descuidar a la reina, conduce a un jaque aunque no sea mate.
Anunciar que los burócratas -existen alrededor de 2 millones 500 mil en todo el país y con sus familias sumarían unos 8 millones- no recibirán el “bono sexenal”, no pareció la mejor movida.
Aunque se tamizó el efecto salvando un alfil, lo cierto es que los trabajadores de la burocracia, aquellos que no ganan siquiera el “salario presidencial”, porque a ellos sí se les aplica la “austeridad franciscana”, esperan el bono sexenal.
La costumbre hace ley, según los juristas. Y si es costumbre desde hace cuando menos cinco sexenios la entrega del bono al terminar la gestión de un mandatario, se estaría violando el principio de compensación económica por el trabajo desarrollado durante 2 mil 190 días y en los que los trabajadores debieron mostrar eficiencia y lealtad a sus jefes superiores inmediatos.
El anuncio estuvo aderezado con “el bono no está en el presupuesto”… y la justificación: “antes se decía que el dinero era del gobierno. No, no. Es del pueblo y nosotros somos solamente los administradores” (sic. huésped temporal de Palacio Nacional).
Alardear de que el actual gobierno es un gran administrador, es un verdadero despropósito.
Prácticamente agotó el Fideicomiso Para la Estabilidad Financiera –que se recibió con 340 mil millones de pesos en 2018-, desapareció 113 fideicomisos en cuya suma de la bolsa se alcanzaban los 68 mil millones de pesos; se presupuestaron las obras oropelescas de la siguiente manera: Tren Maya, 1456 mil millones, AIFE, 85 mil millones, Refinería Dos Bocas 8 mil millones de dólares. Los costos reales: 369 mil millones de pesos; 146 mil y 23 mil millones de dólares.
Eso no hablaría de un buen administrador.
¿O sí?
La empresa (im)productiva del Estado, orgullo nacional durante décadas, Petróleos Mexicanos está quebrada; las calificadoras la tienen en basura y de seguírsele inyectando recursos fiscales, la deuda soberana del país se pondrá en peligro y la próxima presidenta tendrá que enfrentar una economía “colgada con alfileres”. Sí, exactamente igual a la que heredó Ernesto Zedillo del “jefe de la mafia”, el “innombrable”.
Concediendo sin aceptar que no hay dinero para el bono sexenal, hacerlo público representa una mala jugada en tiempos electorales. Quizá se presuma de que esos 2.5 millones de burócratas tienen la “mística” de la “revolución de las conciencias” y, sobre todo, de la “lealtad 90 por ciento y 10 de eficiencia” y se sumarán a la “austeridad franciscana” que pregona el jefe de la banda presidencial.
No es ocioso recordar que como parte de los recortes -“moches” presupuestarios-, se propuso tener un solo par de zapatos y dos trajes. ¿Para qué quieren más los aspiracionistas? … ¿se van a poner dos pares de zapatos al mismo tiempo?… Ir a restaurantes fifís tiene consecuencias –y si no lo cree, pregúnteselo a Emilio Lozoya- y adquirís autos de lujo solamente demuestra la ostentación.
Los burócratas, miles de ellos, esperan el bono de fin de sexenio para mercarse un vehículo aunque sea chocolate, pagar la tarjeta de crédito, tener para una cena navideña y unas vacaciones “decentes”.
¿Le parece que Anatoli Kárporv sacrificaría su reina por aplicar un jaque simple?
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