Entre la División, la Confrontación y la Crítica

Artículo Invitado

*La Incondicionalidad Como Sinónimo de Lealtad 

*Humildad, Rectificación y Corrección de Errores

*Esas no son las Reglas en Este Gobierno

*Mucho Menos las Actitudes de la Prudencia

Por Alejandro Zapata Perogordo

Es de resaltar el peculiar estilo del Presidente, acostumbrado a la confrontación y al pleito callejero, encuentra ahora terreno propicio para dar rienda suelta a su especialidad. Las reglas implementadas en esta administración obligan a sus cercanos a otorgarle la razón bajo cualquier circunstancia o condición, aún en el caso de que no la tenga, además de salir públicamente a su defensa así se trate de lo indefendible.

El asunto es fácil de explicar: estar de su lado y obedecer o se les tacha de traidores, fifís, neoliberales, así de simple, la incondicionalidad es sinónimo de lealtad. Ahora bien, el problema se presenta en que cada decisión que se toma para bien o para mal, tiene repercusiones en el país, sin embargo, la humildad, la rectificación, el corregir errores y la prudencia no son actitudes que se encuentren dentro de las reglas establecidas en este gobierno.

Es una verdad de Perogrullo, el apoyo de una mayoría de la sociedad al titular del Ejecutivo, fincado en la esperanza de un cambio. No obstante ese respaldo ciudadano caracterizado en momentos como prácticamente incondicional, defensores a ultranza y hasta con posturas en ocasiones radicales que llegan a rayar en el fanatismo, pasado el tiempo se perciben titubeos en algunos segmentos al estimar lastimadas sus expectativas, comenzando a regatear las simpatías dadas.

Las obcecadas actitudes presidenciales, la permanente y excesiva exposición mediática, aunada al hecho de pretender tener siempre la razón en todo, está generando un ambiente de centralización e imposición, mismo que antaño fue combatido e inclusive bautizado como la “dictadura perfecta”, al girar la administración en torno a un solo hombre debilitando a las instituciones, las que deben adaptarse a modo.

Tal situación comienza a crear estragos, los avisos mañaneros se han convertido en instrucciones al gabinete, el anuncio de sorpresivas e inquietantes decisiones y, en otras ocasiones plagados de explicaciones o afirmaciones poco convincentes y a veces alejadas de la realidad e inclusive de la verdad.

Las críticas cada vez mayores suben de tono ante el clima de incertidumbre generado y la inexistencia de reglas que permitan claridad en la convivencia. El objetivo de un cambio se inclinaba a fortalecer el Estado de Derecho y vigorizar el entramado institucional, ejes esenciales de certidumbre, legalidad, confianza y por ende unidad, sin embargo, hemos visto exactamente lo contrario, sin un rumbo más allá de conductas que se aprecian caprichosas y en buena medida sin lógica.

En vez de una reconciliación nacional la confrontación y la división tocan a la puerta; la curva de aprendizaje se agota y los resultados son adversos; el país sigue padeciendo una serie de dificultades que difícilmente van a encontrar solución con un discurso responsabilizando al pasado, sin una visión clara de un futuro en democracia en toda la extensión del concepto.

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