Mis Números

Yo Campesino

*Sin Presupuesto a Inversión, ni Gasto Directo Privado o Extranjero

Por Miguel A. Rocha Valencia

Desde que asumió el poder, Enrique Peña Nieto cifró la esperanza de crecimiento en la inversión extranjera. A lo largo de su administración, apuntamos, que esa expectativa no se lograba y, por lo tanto, el PIB no subiría como se tenía estimado.

Pero, además, el dinero presupuestado para invertir, cerca de 500 mil millones de pesos en promedio al año, no se ejerció. Como ejemplo, en el primer año se etiquetaron dineros para varias carreteras en Sonora. Después de seis años aún no se terminan.

Esperaban seguramente a que llegaran concesionarios privados para construirlas y entregárselas en administración 30 años. La inversión no llegó en la cuantía esperada y el gasto etiquetado, “se extravió”, no se ejerció.

Hoy se vuelve a apostar a lo mismo: la inversión privada, nacional o extranjera, para impulsar el crecimiento y desarrollo del país para que lo que en otros tiempos se etiquetó a inversión, se destine a otorgar becas y pensiones al mayor número de personas, destacando desempleados y aspirantes a estudiantes.

En suma, en vez de robarse esos recursos, los van a regalar. Eso implica que, de nueva cuenta el gobierno renuncia a su tarea de ser motor de la economía, sobre todo la doméstica, la que genera crecimiento real y empleo a través del gasto.

Pero a diferencia del anterior gobierno, éste sentó bases de desconfianzas entre inversionistas que si bien no tienen el sentido social del gasto presupuestal, si generan economía. Pero para que eso ocurra debe haber confianza. La había antes de cancelar el NAIM.

Ahora se va a contra corriente; no se invierte gasto público en actividades productivas y se generó un clima de desconfianza al cancelar la mayor obra de infraestructura de este país, lo cual sin duda inhibe inversión extranjera directa, la que llega es especulativa.

Y hay razón para esa desconfianza cuando se ve que un gobierno, por su simple revancha, es capaz de cancelar un proyecto de esa envergadura, tirar a la basura o mejor dicho sumar a deuda más de 200 mil millones de pesos, causar pérdidas por 500 mil millones más por caídas en bolsa, cierre de empresas, cancelación de proyectos constructivos complementarios como vías de comunicación, hotelería, restaurantes, en suma, un polo que generaría miles de empleos, que hoy, están cancelados.

Tal vez por eso cada vez son menores las expectativas de crecimiento, ya no de la OCDE a la que se puede acusar de fifí y que plantea  1.4  por ciento de crecimiento del PIB, sino del  Centro de Estudios Económicos y sociales del Sector Privado (CEESP) que coloca estimación en uno por ciento.

La única alternativa sería que llegara la inversión prometida por el emisario de Donald Trump para obras en el sureste que, seguramente, algún “interés” habrán de generar.

Sí, ya sabemos que el presidente debe tener otros números que desdicen incluso a sus funcionarios de Hacienda, Economía, Comunicaciones y Transportes o del Banco de México, pero la realidad que vive el país es una y no se ve por dónde se logrará el cuatro por ciento presupuestado.

 

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