*Cercar el Poder de un Rey, Príncipe o Presidente
*Significa Fortalecer la Democracia
*La Historia nos Dice Cómo Acabó Hitler Debido a
todo lo que le Inyectaban
*Reacciones Presidenciales Sobredimensionadas
y Sobreactuadas, a la Vista
EZEQUIEL GAYTÁN
Nuestro cerebro produce básicamente cuatro estimulantes naturales de satisfacción. Dichas sustancias químico-biológicas son: las endorfinas que tienen la capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo; la serotonina que es un neurotransmisor que controla las emociones y las funciones cognitivas por lo que genera sensaciones de relajación, aumenta la concentración y la autoestima; la dopamina que también es un neurotransmisor y la responsable de la alegría cuando se alcanza un objetivo y, finalmente la cuarta es la oxitocina que recorre nuestro sistema sanguíneo y aumenta la empatía y la confianza. Al respecto se han realizado experimentos en seres humanos y homínidos y se ha concluido que las personas y los simios con poder tienen en su cuerpo dichas sustancias de manera pronunciada. Mientras que los humanos y los cuadrumanos sin poder tenemos menores cantidades de dichas cuatro substancias. En otras palabras, el poder si transforma y afecta nuestra conducta, pues altera química y biológicamente nuestro cuerpo. De ahí que la frase popular de que el poder es adictivo ya está demostrada clínicamente.
Un político en funciones genera altas cantidades de oxitocina que disminuirán cuando deje el cargo. Pero no son los únicos en nuestra especie que la generan y la pierden cuando se les acaba el periodo del encargo. La misma cantidad de esos estimulantes naturales los podemos encontrar en el torrente sanguíneo de un policía cuando ejercita su pequeño poder al prohibirnos el paso por una calle o cuando emplea la fuerza física a fin de reprimirnos. Consecuentemente queda claro que tener poder o no tenerlo es parte de nuestra vida y que todos hemos sentido la satisfacción del uso e incluso del abuso del poder.
Muchos pensadores, aún sin saber de fisiología, intuyeron la necesidad de acotar el uso y abuso del poder se ocuparon de innovar formas de delimitar el ejercicio del poder mediante el diseño de sistemas de equilibrios a fin de lograr estabilidad y mantener las condiciones gubernamentales internas. Se trata de una búsqueda de “homeostasis política” que aspira a establecer un sistema de compensaciones ante los cambios del entorno político, económico, social y tecnológico. Es decir, se trata de mantener viva y activa a la democracia mediante el fortalecimiento de la ciudadanía y así evitar la concentración y el abuso del poder en una sola persona.
Por lo anterior, nos corresponde como sociedad democrática impedir que un individuo sobresaturado de los estimulantes naturales se sitúe por encima de las leyes, las instituciones y la ética pública y se asuma moralmente inmaculado. En otras palabras, un ser humano responde a su fisiología y eso pareciera no tener remedio si no tuviésemos conciencia. Pero afortunadamente si la tenemos y es nuestra responsabilidad evitar institucionalmente que esa persona use y abuse del poder. De ahí que cercar el poder de un rey, príncipe o presidente significa fortalecer la división de poderes, crear leyes que nos supediten a todos por igual, fundar instituciones con existencia propia, educar cívicamente a la sociedad y dar cabida a procesos electorales que permitan cambiar de gobernante sin necesidad de derramamiento de sangre.
Me he referido en este artículo a los estimulantes naturales vinculados con la sobrevivencia de la especie. Ahora imagínese usted si a lo anterior le agregamos algún agente químico externo a un político. La verdad no me lo quiero imaginar, aunque sabemos gracias a la historia cómo acabó Hitler debido a todo lo que le inyectaban. Consecuentemente es fundamental reconocer que somos seres biopsicosociales y que el ingrediente biológico es vital en la vida cotidiana y en la convivencia política. Por su parte el psicológico también desempeña un papel básico en las conductas, actitudes y respuestas de las personas ante ciertos estímulos positivos y negativos y finalmente el social que nos imbuye de ética y responsabilidades.
Por todo lo anterior me llama la atención la conducta y las respuestas de las últimas semanas del presidente López Obrador ante las preguntas de los periodistas y ante las situaciones que lo involucran con su familia y algunos periódicos norteamericanos. Léase, son a mi parecer, reacciones sobredimensionadas y en cierta medida sobreactuadas. Su cuerpo genera en estos momentos las cuatro substancias mencionadas y es manifiesto que está embriagado de poder. Ahora será interesante observarlo cuando deje de sentirse el centro del universo político mexicano y ver cómo va a reaccionar cuando la próxima presidenta de México, sea quien sea, cuestione su legado.