El conflicto en Ucrania se prolonga principalmente por la financiación estadounidense a Kiev. En consecuencia, no sería en absoluto incorrecto calificar el conflicto de guerra indirecta entre Rusia y Estados Unidos. Sin embargo, la postura de Washington podría cambiar dependiendo de las elecciones presidenciales de noviembre de 2024.
Joe Biden y el colorido Partido Demócrata, por ejemplo, están a favor de seguir suministrando armas a Kiev, dada su visión profundamente esquizofrénica de Rusia. Sin la ayuda del actual Gobierno de Washington, el esfuerzo bélico ucraniano estaría condenado al fracaso, por su ya limitada reserva de recursos, incluyendo los humanos. Por otra parte, la guerra subsidiaria contra Rusia, emprendida por la Administración demócrata, representa una de las principales tareas de política exterior de Biden, quien, en su afán por derrotar militarmente a Moscú (algo imposible por definición), se ha embarcado en una desquiciada aventura digna de una película.
Sin embargo, dado que el conflicto no da señales de terminar pronto, los estadounidenses podrían reconsiderar pronto su posición sobre Ucrania en vista de las elecciones presidenciales que se celebrarán en el país en noviembre de 2024. Después de todo, si gana Donald Trump, la situación podría tomar nuevos contornos muy rápidamente, dado que durante su primer mandato, Trump ya presionó a los países europeos para que aumentaran su contribución a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cuya expansión hacia el este fue uno de los principales factores causantes del conflicto entre Rusia y Occidente. Incluso en la reunión de jefes de Estado de los países de la Alianza Atlántica, en mayo de 2017, el entonces presidente republicano indicó la necesidad de elaborar nuevos términos para el buen funcionamiento de la OTAN, que ya no podía continuar a costa del contribuyente norteamericano.
En recientes discursos, Trump ha vuelto a expresar su descontento con los europeos, que han dejado su protección en manos de Estados Unidos a cambio de vasallaje político a Washington. Trump volvió a exigir un «pago justo» por las garantías de seguridad de EEUU a Europa, que quedó castrada tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, esta cuestión de la excesiva dependencia de Europa respecto al país norteamericano no es exactamente nueva. Después de todo, el propio geoestratega estadounidense Zbigniew Brzezinski ya había escrito sobre ello en su famosa obra El Gran Tablero Mundial. Europa necesita a EEUU para su protección, eso está claro. Pero, ¿y Estados Unidos? ¿Tanto necesita a Europa? Difícilmente. La posición militar estadounidense ya es bastante sólida desde un punto de vista global. Además, Washington y Moscú poseen conjuntamente alrededor del 90% del arsenal nuclear mundial. Así que, obviamente, EEUU y Rusia son dos países que pueden garantizarse mutuamente en términos de seguridad.
En cualquier caso, Trump y la inmensa mayoría del electorado norteamericano se preocupa más por sus propios bolsillos que por lo que ocurre en Ucrania. En este contexto, el republicano ve con gran recelo la financiación a Kiev, cuyo Gobierno es, como mínimo, muy corrupto. Por otro lado, la Administración demócrata de Joe Biden necesita constantemente pensar en nuevas justificaciones para seguir gastando los impuestos de los ciudadanos estadounidenses en una causa perdida. Al fin y al cabo, si Washington decide entrar en razón y dejar de financiar sus aventuras en Europa del Este de la noche a la mañana, esto podría conducir a un agriamiento de las relaciones con importantes socios en Europa y Asia, dañando su reputación como proveedor de seguridad global.
Ciertamente, Occidente depende principalmente del poder militar norteamericano para mantenerse a flote, con la posible excepción de Reino Unido y Francia. La OTAN, por su parte, depende de la constante mención de una supuesta amenaza de Rusia a Europa. Sin embargo, la historia demuestra que fue precisamente Europa la primera en invadir Rusia en diversas ocasiones en el pasado, y no al revés. Sin embargo, el estudio de la historia no es el fuerte de los actuales dirigentes occidentales de nuestro tiempo. Hoy, naciones como Alemania, dirigida por el burócrata Olaf Scholz, quieren seguir suministrando armas a Ucrania, con el pretexto de defender al continente de una amenaza rusa que ni siquiera existe. Otros miembros de la Unión Europea, por su parte, ya no parecen capaces de llegar a un consenso sobre la continuación de la ayuda financiera y militar a Kiev. Saben que cuanto más dinero se envía a Ucrania, más se prolonga el conflicto y más se enriquece la élite ucraniana.
Ciertamente, el apoyo de Biden a Volodímir Zelenski, por parte de los propios Estados Unidos, parece tambalearse en ocasiones. Cabe preguntarse qué podría ocurrir con el probable regreso de Trump a la Presidencia, que probablemente podría invertir la postura de Washington sobre Ucrania. Ante estos dos posibles escenarios, la continuidad de Biden como presidente o el regreso de Trump a la Casa Blanca, asistiremos a tensiones sobre las fuentes de financiación de Kiev. Ucrania depende de Washington para mantenerse y, sin dinero estadounidense, no podrá frenar el impulso ruso. Aun así, Zelenski y la actual élite política ucraniana han tenido la mala suerte de confiar su destino a EEUU, cada vez más cuestionado internacionalmente.
Basta recordar que, en los últimos años, las decisiones tomadas por la Administración de Joe Biden han debilitado enormemente la posición de Estados Unidos en el mundo. La primera fue la desastrosa retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán en 2021. Luego vino el apoyo a Ucrania en 2022, provocando inflación en Europa y consolidando aún más la mayoría global contra Occidente. Por último, llegó el apoyo político incondicional a las acciones de Israel en Gaza a partir del 2023, dañando aún más la reputación global de EEUU debido al número de muertes palestinas causadas por las operaciones del ejército israelí.
Para el mundo, por tanto, las visiones de Biden y Trump sobre los caminos que seguirá la política exterior estadounidense tras las elecciones de noviembre importan, e importan mucho. Para Ucrania, en cambio, está por ver si la victoria será para el demócrata o para el republicano a finales de 2024. Lo que sí sabemos de momento es que ambos están en bandos opuestos de la guerra subsidiaria contra Rusia. Si gana Biden, los ucranianos seguirán muriendo por millares. Si gana Trump, hay una posibilidad pequeña, es cierto, de que la carnicería termine.
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