Unas Reflexiones Sobre los Últimos Procesos Electorales

 

 

POR SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS 

 

No hablaré sobre las jornadas sucedidas en el Estado de México y Coahuila sino las llevadas a cabo en España y Turquía. El lector superficial dirá ¡¡y a mi qué me importan dichos procesos del otro lado del Atlántico!! En cambio, el que hace una lectura comparativa de los acontecimientos, pondera los triunfos y las derrotas de unos y otros partidos en Iberia y el antiguo imperio Otomano, podrá sacar algunas lecciones para las futuras elecciones presidenciales que se desarrollarán en el México del próximo año.  

 

Los periódicos y especialistas en la política española subrayaron que las elecciones municipales y autonómicas (algo así como estatales mexicanas), significaron no solo una derrota para el PSOE -el partido de izquierda con más experiencia y representación política desde la posterior muerte del dictador Francisco Franco- sino que constituyó un castigo ejemplar para el gobierno encabezado por Pedro Sánchez. Uno y el otro llevan tiempo experimentando una acusada decadencia caracterizada por ya longevos liderazgos regionales los cuales han sido acusados y en algunos casos sentenciados por múltiples actos de corrupción: Valencia y Andalucía. Dos ejemplos donde el electorado decidió otorgar su voto al Partido Popular, al extremista Vox y a ciertos candidatos que decidieron criticar frontalmente los excesos del PSOE en el poder.

 

Por lo que se refiere al Presidente del gobierno Español, él es un auténtico posibilista, porque desde que competía -sin ganar- la primera magistratura siempre tuvo una excelente lectura de la POSIBILIDAD de utilizar para sí los temas, el accionar, las debilidades y activos de sus contrincantes en el partido azul: todo ello lo procesaba para en una coyuntura propicia “dar el triple salto mortal” y ganar aquello que se había propuesto lograr: la Presidencia, los refrendos electorales, el unir divergentes programas políticos y mantenerse en el poder. Periódicos españoles llámese El Mundo, lo han tratado como aquí en México lo hacen Excelsior o Reforma respecto a todo lo que hace y deja de hacer López Obrador: no hay nada, absolutamente nada que haga bien “el huésped temporal” (verdad de Perogrullo) de la Moncloa.

Dicen por allá y lo he conversado en los círculos académicos donde ahora pululan muchos españoles, al gobierno de Sánchez lo han desgastado mucho los temas más radicales de género, de convivencia pública, de leyes contra los delincuentes sexuales y otros más que lleva impulsando de años atrás el socio (?) del gobierno, llamado Unidas-Podemos. A ello se suma las agendas locales de los partidos regionales, particularmente las exigencias de los partidos en el País Vasco, en Cataluña, Aragón. Se repite que todo el proceso llevado a cabo por el independentismo catalán que le pasó factura a la izquierda catalana, léase Izquierda Republicana de Cataluña y diversos adláteres diestros y siniestros. En América Latina, el radicalismo de una agenda políticamente correcta millenial, que no significa una agenda para radicalmente disminuir la ancestral pobreza, ha sufrido dos derrotas en el Chile de Boric, en Uruguay, y en el pasado brasileño posibilitó la llegada de Jair Bolsonaro; este tema, sin llegar a los extremos iberos, genuinamente no sé qué tanto puede influir decisivamente en la mexicana elección presidencial.  

 

Por lo que se refiere a Turquía y el régimen de Recep T. Erdogan, lo ubican en otro caso más y por ello muy interesante, de un país poderoso, un país bisagra como lo llamara Zbigniev Brzezinski, donde después de años de gobiernos débiles y muchas elecciones llegó al poder Erdogan con todas las ganas, visión y posibilidades de comenzar un mandato ordenado y seguir en la presidencia hasta que se pueda.

Los gringos aprendieron tarde, como es su costumbre, en el sentido de que ayudar a derrocar dictaduras en el Medio Oriente, casi nunca resulta en el inicio de regímenes democráticos a la usanza “occidental”. Los vecinos de Estambul no son ni como asomo regímenes dignos de imitación llámese el de Siria, Irak, Irán, el muy cercano Líbano, Azerbaiyan y los más occidentales Bulgaria, Grecia, Armenia y Georgia. Lo que occidente no entiende, ni en Washington, Londres o Bruselas es que en el globo terráqueo y en muchos países, existen muchísimas personas que no les gusta el modelo gringo; más preocupante, que no les funciona.

 Existe una serie de Netflix llamada Borgen la cual trata las peripecias partidistas y de comunicación de tres primeros ministros daneses: el régimen parlamentario es la suma de minorías y debilidades partidistas que no producen golpes de estado militares, pero si ello sucediera en México como pasaba en tiempos de Juárez: los cuartelazos, la inestabilidad política y la guerra civil serían, de nueva cuenta una realidad. La historia del régimen presidencialista mexicano es, de pasar de un ejecutivo que no lo obedecían afuera de la Ciudad de México, a paulatinamente ir acumulando facultades, poderes constitucionales, metapoderes no escritos, que transformaron al ejecutivo del país en el gran director de orquesta que, dicho sea de paso, ni en el alemanismo, ni en el salinismo se mueve en solitario sin oír los cantos de las sirenas. El presidencialismo mexicano resolvió las aspiraciones dictatoriales en los siglos XX y XXI con el famoso sexenio que no permite la reelección de los titulares del Poder Ejecutivo; en el caso de gobiernos ya longevos como el de Turquía, Nicaragua, Rusia y la China que ha abandonado la rotación en la presidencia del país, es qué sucederá cuando los sempiternos presidentes falten o ya no sean aptos para bien gobernar.

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