RAÚL MONDRAGÓN von BERTRAB
“Quien controla la provisión de comida controla a la gente; quien controla la energía puede controlar continentes enteros; quien controla el dinero puede controlar al mundo.”
– Henry Kissinger
“A un enorme costo, hemos evitado el desastre y estamos en recuperación. Pero los hombres y las instituciones que causaron la crisis conservan el poder y eso debe cambiar. Nos dirán que los necesitamos y que lo que hacen es demasiado complicado para que lo entendamos. Nos dirán que no volverá a pasar.”
– Narrador, Inside Job (2010)
En 2007, cuando recién desempacado de Nueva York, donde había vivido un año, el suscrito entró a trabajar a Deutsche Bank, la acción del banco más importante de Europa estaba en €140 (ciento cuarenta euros). Hoy, la misma acción se cotiza en €9.40 (nueve euros con cuarenta centavos). La drástica caída en el mercado del viernes 24 de mayo de los corrientes, tuvo un efecto de arrastre para otros bancos europeos (Commerzbank -4.4%, BNP Paribas -4.1%, UBS -3.3%) y se reflejó en Wall Street aunque en menor medida (JPMorgan -2.3%, BAML -0.6%). El canciller alemán, Olaf Scholz, tuvo que salir a calmar los ánimos apanicados. Esto sucede tan solo a unos días del colapso de Silicon Valley Bank, ícono del financiamiento a las tech start ups de California, y de Signature Bank de Nueva York, el segundo criptobanco de Estados Unidos (los teóricos de la conspiración ya hablan de una guerra frontal del establishment contra las criptomonedas, a pesar de que estas están regresando a sus máximos históricos, dado que antes de aquellos, Silvergate, un banco menor pero líder en cripto, colapsó primero, sin mucho ruido de la prensa); así como de la toma de Credit Suisse, que evaporó mil millones saudí árabes en cinco meses, por su archirrival UBS.
A pesar de que muchas de las variantes que desembocaron en la caída de Lehman Brothers en 2008 se habían repetido para Credit Suisse y para Deutsche Bank desde el año pasado (el precio de la acción descendiendo entre 30 y 50%, los spreads en incumplimientos de créditos alcanzando números récord, escándalos e inversiones catastróficas y dudas sobre la calidad de sus créditos y fuentes de fondeo), y si bien se veía inevitable una escisión, una desinversión, una reestructura u otro evento corporativo mayor -como el take over de UBS-, una quiebra se antojaba remota. Hoy los cripto fans hablan de HSBC, que se comió los activos de Silicon Valley Bank en el Reino Unido por £1 (una libra), y de Bank of America como candidatos para quebrar la próxima semana.
De Deutsche Bank recuerdo la preponderancia del servicio al cliente como en ningún otro lugar lo viví antes o después. Pero también que en 2015 y con un borrador de pizarrón desde una oficina central, por riesgos asociados a reservas de capital, cerraron en México un negocio de más de medio siglo y de €160MM (ciento sesenta millones de euros) anuales, así como posiciones similares en la Suecia de Volvo e Ikea, en Nueva Zelanda, en Chile y en Argentina. Recularon y la oficina en el Dorito, a.k.a Torre Totopo o Torre Virreyes, que nunca se desalojó, alberga hoy a una pujante Casa de Bolsa que regresa por los fueros perdidos. A ver si los animo a abrir el noble negocio de Escrow.
El bancario no es un negocio de prueba y error, de improvisación o de corazonadas, es un negocio de tradición y solidez demostrada, de confianza y responsabilidad. El manejo de la crisis de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. la década pasada, le otorgó carte blanche a los bancos que sobrevivieron. Vacunados con temeridad y azuzados por los nuevos jugadores Fintech, esos bancos y el medio en general han dejado a un lado la cautela y delegan, temerarios, patentes de corso a diestra y siniestra [e.g., JPMorgan a Adam Neumann (WeWork)].
DB, el banco del logo sencillo pero elegante y potente, del marco cuadrado azul pantone blue y la barra cruzada ascendente, tiene activos financieros por un tercio del PIB alemán. Es too big to fail.
