Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Opacidad, definida por la Real Academia de la Lengua Española como falta de claridad o transparencia, especialmente en la gestión pública, se ha convertido en la mística a seguir y concretar en la actual administración.
Son innumerables los ejemplos que se pueden ofrecer al respecto.
Una reducida lista, avalan lo dicho. Encuesta para destruir lo edificado para el Nuevo Aeropuerto Internacional de México. La promesa de enviar a los soldados a sus cuarteles y ahora son los privilegiados, los altos mandos por supuesto, sin rendir cuentas a nadie; se gastaron miles de millones de esos de los Fideicomisos y nada sabe en dónde están. Nadie conocer cuánto costaron las vacunas y la promesa de exhibir los contratos firmados con las farmacéuticas siguen archivados. Se habló de cancelar las asignaciones directas y que todo lo que comprara el Gobierno federal, las obras de infraestructura y las concesiones, serían licitadas de manera pública. Las oropelescas que forman las llamadas “insignia” del gobierno no rinden cuentas a los ciudadanos por el prurito de “ser de seguridad nacional”, por lo cual no se informa nada.
La compra del 50 por ciento de la refinería Deer Park se hizo en el mayor sigilo y aunque el riesgo de fracasar la operación se superó, se ignora todo lo relacionado con su producción.
Según el director de Pemex, ingeniero agrónomo no petrolero ni civil, la adquisición de la refinería ubicada en Texas al consorcio Shell, ha sido “el gran negocio”.
informó que ha resultado más que un buen negocio, pues se pagaron 596 millones dólares por el 50 por ciento de las acciones de esta refinería y en el primer semestre se tienen utilidades de 740 mil, eso implica que ya se recuperó todo lo que se pagó y se tiene un excedente y se espera que a finales del año se tenga una ganancia del doble de lo que se pagó por esta empresa.
A ver, utilizando el ábaco, 740 mil millones de pesos es apenas el 60 por ciento de los mil 200 millones de pesos que costó la adquisición. Si Pitágoras no se equivocó, aunque parece que el agrónomo sabe más de matemáticas, para cubrir el precio pagado faltan 500 mil millones.
¿De dónde saca que ya se pagó y que el próximo año todo será utilidad?
De las operaciones que se realizan en Texas no han informes. Y la documentación sobre cómo vende lo que produce, se desconoce.
Según las reglas de Estados Unidos, si la gasolina que produce, alrededor de 300 mil barriles diarios, 200 mil se deben vender en el mercado doméstico. Los otros 100 mil, si se quieren exportar, tendrán que pagar impuestos. La soberanía energética no se construye con verdades am medias o mentiras completas.
La información que debería ser pública, es cuasi secreto de Estado. Algo así como solamente “yo, yo y yo” me enteró a dónde van los recursos y a nadie se le debe rendir cuentas.
El agrónomo metido a petrolero, fue calificado en la comparecencia ante los diputados de las comisiones unidas de energía e infraestructura, fue calificado por la panista Josefina Gamboa de arrogante y soberbio, de mentir en más de cien ocasiones en la comparecencia y denunció que en PEMEX continúan los moches y es el imperio de la corrupción.
No es novedad lo que dijo la congresista. Abundan las denuncias, las quejas, las declaraciones de que en la petrolera todo se maneja no como antes sino peor y que se ha inventado el mecanismo idóneo: incrementar la opacidad hasta llegar a impedir que la viste mire más allá de la nariz.
La respuesta fue llamar mentirosos, mentecatos e ignorantes a los legisladores.
Los mexicanos, que como dice el jefe de la banda, somos dueños del petróleo, debemos ser informados de lo que se hace con los recursos públicos y operan las entidades del Gobierno federal.
Eso se llama transparencia.
Aquí y ahora en el Gobierno es todo lo contrario. Se ocultan hasta las enfermedades presidenciales y solamente sabemos de qué padece -no parece- cuando las Guacamayas vuelan en los espacios de la Secretaría de la Defensa Nacional.
El agrónomo mostró que jamás podría estar en la nobleza ni como mesero.
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