Gorbachov no era Putin

RAÚL MONDRAGÓN von BERTRAB

“Me veo a mi mismo como un hombre que inició las reformas que eran necesarias para el país y para Europa y para el mundo.”

Mikhail Gorbachov, AP 1992

“Será recordado en la historia como un hombre que inició transformaciones históricas que beneficiarían a la humanidad y al pueblo de Rusia.”

Henry Kissinger, BBC 30 de agosto de 2022[El colapso del imperio soviético] la más grande catástrofe geopolítica del siglo [pasado].” 

Vladimir Putin

En marzo de 1985, Mikhail Gorbachov, entonces de 54 años, se convirtió en secretario general del Partido Comunista e implementó la perestroika (reestructuración) y la glasnost (apertura). Tan solo cuatro años después, en noviembre de 1989, cayó el muro de Berlín y revoluciones liberales barrieron con los gobiernos comunistas en Alemania y Europa del Este. El viento de independencia resopló ese año en los Países Bálticos, en Georgia y sí, en la Ucrania hoy invadida.

 

Hay figuras en la historia de la humanidad que se antojan irrepetibles, porque no solo surgen en una coyuntura que lo es, sino que arriesgan más que la vida para aprovecharla, dejando a un lado el privilegio y el beneficio personal, anteponiendo el bien común y pensando en el futuro. Son personajes contados y Gorbachev encabeza, sin duda, la lista.


Farol en la calle, oscuridad en su casa, Gorbachov desencadenó las fuerzas que terminarían convirtiéndolo en un paria en su tierra, pues renunció a la fuerza para imponer su verdad y contener al imperio.

 

Cada evento es significativo, pero el recuento de los actos a los que dio forma es colosal. En lo internacional, tras su primera reunión con Reagan en Ginebra, en noviembre de 1985, Gorbachov abrazó con gran optimismo la relación bilateral y un inminente futuro desarme, el cual se materializó en Reykjavik, en octubre de 1986 con el compromiso para el primer tratado nuclear, firmado con Reagan en 1987, que obligó a ambos países a desmantelar sus misiles de rango intermedio. Ya con Bush, durante una reunión en Malta en diciembre de 1989, celebró el fin de la Guerra Fría. Un año después, tuvo un rol clave en la Reunificación Alemana y ganó el Nobel de la Paz. En 1991 vino la disolución del Pacto de Varsovia con Polonia, Checoslovaquia, la República Democrática Alemana, Hungría, Rumania, Bulgaria y Albania.

 

En lo doméstico, concluyó la intervención soviética de nueve años en Afganistán (Febrero, 1989); logró que el parlamento soviético aprobase un plan para una economía de mercado (1990); y reinstituyó libertades a su pueblo. 

 

Tras un fallido golpe de Estado y la andanada de declaraciones de independencia en la esfera de la ex URSS, Gorbachov renunció como líder del Partido Comunista el 24 de agosto de 1991 y como presidente de la Unión Soviética el 25 de diciembre de ese año. El 8 de diciembre, Ucrania, con Bielorrusia y Rusia, había proclamado un Commonwealth, desconociendo a la autoridad central soviética y al propio Gorbachov. Enseguida de un referéndum por la independencia votado en Ucrania ese mismo mes, la Unión Soviética quedó disuelta, el 26 de diciembre de 1991. 

 

Casi ninguna de las reformas y libertades impulsadas por Gorbachov sobrevive hoy en la Rusia de Putin, pero a más de seis meses de la malograda invasión de Ucrania, ni Putin pudo ignorar el peso histórico del compatriota a quien quiso borrar en vida. En un telegrama a la familia Gorbachov, reconoció que Mikhail fue un estadista, quien jugó un influyente papel en la historia mundial. “Lideró a este país en un periodo de cambios radicales, así como de retos de gran escala para la política exterior, la economía y la sociedad. Consideró que una reforma era necesaria y luchó para encontrar soluciones a su modo ante la candente problemática”. 

 

El contraste entre ambos líderes borró hoy del mapa a uno de ellos. El otro descansa en paz.  

 

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