Por Raúl Mondragón von Bertrab
“El Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México manifiesta su oposición con el acuerdo… referido (el Acuerdo), porque el mismo se aleja de los principios constitucionales que son cimientos de nuestra nación, a saber, división de poderes, respeto de derechos fundamentales, legalidad, igualdad, seguridad jurídica, libre concurrencia, transparencia y debido ejercicio del servicio público.”
–Comunicado del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados de México, respecto del Acuerdo.
El domingo 21 de noviembre Chile fue trending topic por sus elecciones generales, donde el gobierno de Piñera fue castigado y las extremas derecha e izquierda se repartieron votos para obligar a una segunda vuelta en diciembre.
La división en Chile no podría ser más tajante y es ideológica: pinochetistas, por un lado, y rojos, comunistas, por el otro, con un claro declive del sistema partidista que se ve también en otros países, como México.
En nuestro país la división parecería más telenovelesca: fifís versus chairos, pero eso simplifica mucho la profunda fragmentación de ideas, intereses, prioridades y actividades que se vive en el país, cuyo gran problema parecería ser su gente ante la inagotable veta de recursos y bendiciones geográficas que posee. Viene a la mente el chiste aquel donde Dios crea los países y al dotar al nuestro de playas y puertos, montañas y tierra fértil, lagos y manantiales, minerales y metales preciosos, fauna y flora diversas, decide compensar tanta generosidad territorial poblándola con mexicanos.
Pero basta con una ojeada a Twitter desde que el actual gobierno tomó el poder para percibir las hordas de autómatas que defienden lo indefendible y no atinan al sentido común más básico. Basta con intentar nombrar líderes en este terreno infértil en que para las grandes miras y la prospectiva se ha convertido esta nación. La división profunda de México es hace mucho el egoísmo de sus clases pensantes y gobernantes.
Mientras tanto, en nuestro vecino país del norte, la división es a primera vista política y partidocrática: Demócratas vs. Republicanos. John Adams, uno de los padres fundacionales de los Estados Unidos de América y su primer vicepresidente y segundo presidente, advirtió sobre el peligro del “gran mal político” que sería la división de la República entre dos grandes partidos. “América es ahora la República dividida que los Constituyentes temieron”, apuntó The Atlantic el año pasado, antes de que la pandemia azotara.
Pero la división del sueño americano es también más compleja y precisamente la pandemia la hizo más visible con las radicales posiciones de los pro y antivacunas, muchos de los cuales vuelven a “unirse” al hablar de armas y a separarse en la latente herida del racismo.
Estos desencuentros hallan comunes denominadores en un mundo pandémico que ha acentuado la desigualdad y la pobreza. Hoy nos dividen también y además los criterios en materia de género, las posiciones en torno al cambio climático y el acceso a y la calidad de la educación.
Ante el humano privilegio de disentir y el derecho de no pertenecer, está la obligación ciudadana de hacerlo y participar, al ser uno nacional de un país. Ante la división de las ideas, está la unión del Pacto-Nación que las constituciones recogen. Y más crucial aún: los retos que enfrentamos hoy como especie, nuestra supervivencia y viabilidad, no dan lugar a divisiones.