*Recorrido Sobre Mármol de Carrara, Iluminado por Candiles de Murano y Baccarat
*Sí, el Esplendor Europeo de Siglos Pasados en el México de Ayer
*Una Mirada al Antepasado en la Capital de la Península del Sureste
Por Susana Vega López, (Enviada)
MÉRIDA, Yucatán.- Las verdes puertas de herrería fina se abren de par en par para que el visitante pueda caminar y subir las escaleras de mármol de Carrara, traspasar una gran puerta de madera, admirar los muebles europeos, candiles de cristal de Murano y Baccarat, contemplar el piano de cola de la sala o cuarto de música de la primera habitación: es la Quinta Montes Molina, una majestuosa casona de arquitectura ecléctica de principios del siglo XX ubicada en Paseo Montejo 469.
Entrar a esta mansión es como realizar un viaje en el tiempo porque, dicen, es la única de la ciudad de Mérida que mantiene muebles y objetos originales propios del porfiriato.
Al ingresar, es como si te adentraras a una película de época. Hay un reloj de péndulo de los llamados Grand Father, figuras de porcelana, grandes cuadros al óleo, techos con finos acabados. No se ve el paso del tiempo porque todos los muebles se encuentran bien conservados, en perfecto estado. Hasta las flores artificiales que adornan, te remontan a esa época dándole un toque especial.
Cepillos de plata, esculturas de porcelana y alabastro llaman la atención. Los techos son altos y elegantes arcadas dividen las estancias.
Belices de cuero, vitrinas con catalejos, lentes, binoculares, espejos de más de dos metros de altura, cafeteras, teteras, máquinas de rasurar Gillete, sombreros de época de hombre y de mujer para toda ocasión (bombines, de fieltro, de copa baja y rígida, con plumas, de palma, etc.), guantes, candeleros, una jaula para pájaros y un ajedrez, entre otros objetos, llaman la atención de los turistas.
Al entrar a esta lujosa mansión, a mano derecha, se encuentra la sala con un hermoso candil. Está amueblada en un estilo neoclásico tipo Luis XV y a primera vista resalta el piano de media cola elaborado con palo de rosa. Es un Steinway & Son del año 1921 que fue traído de Nueva York. Se exhiben fotografías de tres personas: Olegario Molina Solís, Dolores Figueroa y su nieta Josefina. En esta habitación se reunían familiares y amigos para grandes tertulias; platicar, cantar, recitar y tomar lecciones de canto y guitarra.
Enfrente de la sala, el salón de biblioteca. Resalta el escritorio que fuera del señor Olegario Molina, con un conjunto de artículos para escribir y dos candeleros de metal. Este mueble es de dos vistas y también se le conoce como “gemelo”. Al fondo, dos libreros con enciclopedias, novelas y libros varios. Hay cuatro sillas con asiento y respaldo de talabartería. En el techo se aprecian figuras de ángeles, cisnes, niños, liras y guirnaldas. Se exhiben dos pinturas firmadas por Juan Cordero.
En el comedor se encuentran dos trinchadores de madera tallada estilo francés con puerta de emplomado de Tiffany en vivos colores. Dos jarrones chinos resaltan en la habitación. También está una vitrina que guarda juegos de té. Dicen que uno de ellos fue traído de Limoges, Francia. Por cierto, se comenta que los hombres debían vestir etiqueta rigurosa de la época: guayabera de mangas largas o saco al entrar al comedor.
Poco más allá se encuentra lo que llaman “La recámara del Tío Nando”. Es de estilo art decó con roperos bajos y cómodas de época. Hay litografías de Maxfield Parrish, un artista neoyorkino. Tiene balcón y salida a la terraza posterior. El baño de este cuarto es de los años 50, con el clásico azulejo de diez centímetros color verde. El señor Fernando Montes Molina fue el último de los hijos que lo utilizó.
La recámara de “Chichi María” cuenta con un tocador y dos roperos franceses con grandes lunas. Resaltan las fotografías de Olegario Molina Solís y Dolores Figueroa. Dicen que se dormía en hamaca, aunque ahora hay dos camas. El candil es de estilo florentino.
La cocina se localiza en el sótano, así como los cuartos de servicio y de lavado. Se explica que la comida se hacía llegar a través de un ascensor que llegaba a la despensa ubicada a la entrada del comedor.
En la parte trasera y previo descenso de escaleras, se encuentra una explanada que actualmente se renta y utiliza para eventos sociales y empresariales. Alrededor, árboles frutales.
Los actuales propietarios son la cuarta generación y ocasionalmente la habitación de “Chichi María” la ocupan hoy los hijos y nietos.
La Quinta Montes Molina se abre al público como casa-museo. Hay guías que explican, mediante un recorrido, la historia de la mansión. La entrada tiene un costo general de 85 pesos; personas mayores de edad, maestros y niños pagan 65 pesos. Se puede visitar todos los días: de lunes a viernes de 10 de la mañana a 8 de la noche; sábados y domingos a partir de las 10 de la mañana, aunque cuando se renta como un espacio para eventos especiales, el horario cambia.
Esta finca fue parte de la oligarquía yucateca, de los hacendados henequeneros. Se terminó de construir en 1902 a petición de un cubano y en 1915 la adquiere Olegario Molina Solís quien fuera dos veces gobernador de Yucatán y uno de los 50 reyes del henequén, como lo relata el escritor John Kenneth Turner, en su libro “México Bárbaro”.
Este emblemático inmueble es visitado por miles de turistas nacionales y de todo el mundo porque atesora la esencia de lo que fue el Yucatán de antaño, de la época del poder, de la riqueza, de la inmensa abundancia para unos pocos y de la extrema pobreza de muchos.
Hoy Yucatán es un estado orgulloso de su herencia cultural maya, de sus costumbres, de sus tradiciones, de su música y su gastronomía, de sus enormes atractivos que lo hacen un destino único, con gente muy amable y hospitalaria.