*El Protocolo de Kioto, Primer Paso Para Frenar el Cambio climático
*Acuerdo de París: Emisión de Gases Invernadero Amenaza al Planeta
*El Presidente López Niega que la Reforma Eléctrica Impulse la Contaminación
Por Alberto Almazán
Son cientos, miles, millones de voces las que se alzan en el mundo reclamando responsabilidad para salvar al planeta.
El cambio climático no es un producto del neoliberalismo. Es una realidad comprobada y de mantenerse la quema de combustibles fósiles, aumentará la temperatura hasta derretir los glaciares.
Desafortunadamente muchos gobiernos y gobernantes no entienden el daño que le hacen a sus países y al mundo, al insistir y permitir que la industria utilice combustóleo y carbón en lugar de gas natural para mantener su ritmo de producción.
México está en deuda con el Acuerdo de París, porque al presidente López poco le importa si para construir una refinería se destruyen cientos de hectáreas de manglares; tampoco le interesa la opinión de aquellos que señalan que el carbón es uno de los más contaminantes y el combustóleo se lleva el primer lugar.
Los científicos han demostrado, con investigaciones profundas y realizadas durante lustros en el mundo, que el planeta está por entrar a una crisis ambiental que difícilmente permitirá la sobrevivencia. No, no ocurrirá mañana. Sí en cinco décadas.
Por ello, a partir del Protocolo de Kioto, firmado por 84 países en 1997 y que jamás ratificó Estaos Unidos, se buscó reducir las emisiones gases con efecto invernadero, una lucha contra el cambio climático.
La conclusión del Protocolo es que estos gases son los causantes del aumento de la temperatura en el planeta y el cambio climático. Durante las discusiones entre los participantes con científicos e investigadores, además de ambientalistas, sugirieran las propuestas sobre disminución de las emisiones producidas por la electricidad, el refinado de hidrocarburos, la calcinación, la fabricación de cemento y cal y la producción de acero.
El Acuerdo de París, firmado por 181 países, tiene como objetivo “evitar que el incremento de la temperatura media global del planeta supere los 2ºC respecto a los niveles preindustriales y busca, además, promover esfuerzos adicionales que hagan posible que el calentamiento global no supere los 1,5ºC. De esta manera, el Acuerdo recoge la mayor ambición posible para reducir los riesgos y los impactos del cambio climático en todo el mundo y, al mismo tiempo, incluye todos los elementos necesarios para que se pueda alcanzar este objetivo.
“Además, reconoce la necesidad de que las emisiones globales toquen techo lo antes posible, asumiendo que esta tarea llevará más tiempo para los países en desarrollo. En cuanto a las sendas de reducción de emisiones a medio y largo plazo, se establece la necesidad de conseguir la neutralidad de las emisiones, es decir, un equilibrio entre las emisiones y las absorciones de gases de efecto invernadero en la segunda mitad de siglo”.
Producir energías limpias, desacelerar con mayor rapidez el uso de combustibles fósiles e impulsar la generación eólica, solar y marítima.
Y no es la opinión de una persona neoliberal que pretenda imponer una línea de conducta para todo el mundo. Es, por el contrario, un consenso casi universal ante la evidencia irrefutable que el cambio climático es una realidad.
Sin embargo, en México, desde la óptica presidencial “los científicos y los ambientalistas, ¡están equivocados!”.
Eso se desprende de las palabras del presidente López, pronunciadas en Yucatán el pasado jueves, y en las que negó que con su iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica aumente las emisiones de carbono.
Un informe del Departamento de Energía de Estados Unidos alerta que las emisiones de carbono de México podrían dispararse hasta en un 65 por ciento al igual que los costos de la electricidad si se aprueba la iniciativa en materia eléctrica.
La respuesta no tiene desperdicio: “es falso, y no suena lógico, suena metálico, lo que no suena lógico, suena metálico”.
Utilizando su retórica acostumbrada -la dialéctica no se le da- afirmó: “Con todo respeto no tienen información de lo que se está haciendo en México, acabo de enviar una carta al presidente Biden para fijar nuestra postura en la lucha que están encabezando, que él encabeza junto con el señor John Kerry, para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y ayudar a detener el problema del calentamiento global”.
Parole, parole, parole.
Ha negado reiteradamente apoyar las energías limpias. Y en su iniciativa, otorga la generación del 56 por ciento de la producción de electricidad a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que no cuenta con plantas de última generación y las que posee, en su mayoría, trabajan con combustóleo y carbón, considerados combustibles de alta contaminación.
El Informe del Departamento de Energía de Estados Unidos no está equivocado, por lo menos con la información oficial que se ha difundido respecto de la iniciativa para, prácticamente, estatizar la producción de energía eléctrica.
El presidente tiene otros datos y por eso ratifica que no tienen la información real.
¿Cuál es?
En las discusiones llevadas a cabo en la Cámara de Diputados entre los legisladores de todas las corrientes y la comparecencia del director de la CFE, queda demostrado que los miembros del partido oficialista y sus aliados, están presionando a sus pares para que se apruebe la reforma constitucional en los términos en que está presentada la iniciativa.
Una propuesta altamente contaminante.
El presidente ignora a los científicos y a los ambientalistas bajo el argumento de que no aprobarla solamente tiene un fin: permitir que los privados -nacionales y extranjeros- sigan robando.
A eso se refiere su “reflexión”…” lo que no suena lógico, suena metálico”.