Ulises Criollo, Desde la Tumba

Por Raúl Mondragón von Bertrab

“Así fallan, así han estado fallando, ¡oh patria!, los esfuerzos y los ensueños de tus hijos mejores, aplastados por la política que otorga el mando a los imbéciles y a los malvados”.

José Vasconcelos, El Desastre.

La época más significativa de la vida política de José Vasconcelos transcurrió entre los magnicidios de Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, si bien tras este último busca en vano la presidencia de la República. Toda su vida fue testigo de un México turbulento, oscuro y oprobioso, porque durante la dictadura porfirista, la revolución maderista, el caudillismo y la dictadura de partido, se fue gestando la endeble democracia mexicana que debe tenerlo revolcándose en su tumba.

En uno de sus primeros actos como presidente interino, el 4 de junio de 1920, Adolfo de la Huerta nombró a Vasconcelos rector de la Universidad de México, el cargo más alto en materia educativa que había en el país. Tras inmortalizar su espíritu iberoamericano en la leyenda que propone para el escudo de la Universidad y que es hasta hoy su lema (“Por mi Raza Hablará el Espíritu”), relata Luis González que con algunos compañeros de generación y dos o tres discípulos, como Jaime Torres Bodet, Vasconcelos emprendió una gira por las ciudades del interior de la República en busca de apoyo para su proyecto de abrir una Secretaría de Educación Pública, la cual puso en marcha en octubre de 1921. Menos de tres años después, el secretario Vasconcelos presentó su renuncia al presidente Obregón, en protesta por el asesinato del senador Francisco Field Jurado, oposicionista a los mal llamados “Tratados de Bucareli”, abatido en enero de 1924 en las calles de la Colonia Roma de ocho balazos en la cara, el cuello y la espalda.

Más allá de la actualidad de la escena inmediata anterior, es de no creerse que un derecho -y responsabilidad- constitucional reflejado en la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México, como lo es el de autonomía universitaria, que representa una lucha continua desde la huelga estudiantil de 1929 hasta el movimiento del 68, se encuentre hoy bajo ataque del Ejecutivo. Y es inverosímil porque atenta contra conquistas ideológicas transgeneracionales que son fundamentos para la mejora continua de una nación. Es increíble porque como hemos venido apuntando, el único lujo que un país no puede darse en esta época de la historia es el de alejarse de la senda de la innovación, pero la autonomía es requisito sine qua non para garantizar la creatividad y la diversidad, semillas de la ideación y del desarrollo.

El esfuerzo vasconcelista en materia educativa, con miras de épica proporción y urgencia histórica que permeaba en su entorno, sentó las bases para todo lo que vino después, que no fue mucho. El gigante caudillo intelectual dejó la mesa puesta a los enanos. Recuerdo vagamente un dato estadístico que refería el mismo número de bibliotecas públicas en el país al dimitir Vasconcelos, que al dejar Fox la presidencia. El corporativismo multicolor ensució al magisterio. Si la educación es desatendida por el gobierno, el crimen contra la población es agravado, pero si se torna en vil instrumento, o peor aún, en enemigo del régimen, se traiciona -aquí sí- a la Patria.

Hace mucho que los mejores hijos de este país no lo gobiernan. Hace mucho que sus hijas mejores estudian y trabajan en otros países. Son muchos los temas en la agenda nacional, pero sin la educación como prioridad absoluta, podremos seguir quejándonos de los que la usan como moneda de cambio o no la usan, porque así les conviene.

Se ha convocado a un paro universitario el próximo 4 de noviembre. Le exigen al presidente López una disculpa pública por sus recientes críticas. Esperemos que las similitudes que se le atribuyen con sus predecesores Díaz Ordaz y Echeverría no se multipliquen en esa fecha.

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