Por Silvestre Villegas Revueltas
¿Por qué está razonablemente feliz el presidente López Obrador? Porque como yo, seguramente pensaba que los, o algunos de los resultados de la elección serían francamente malos; el varapalo mayor fue en la Ciudad de México donde como saben los estimados lectores MORENA perdió nueve alcaldías. Lo sucedido en el mercado electoral es ya del todo conocido, en cambio pretendo exponer algunas reflexiones sobre las circunstancias que modelaron las campañas y la jornada electoral, amén de ofrecer una opinión sobre lo que viene en los tres siguientes años.
Solamente fueron las elecciones de 1976 cuando el candidato ganador José López Portillo se hizo de una mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Ello fue posible y debemos recordarlo, porque en aquellos años los panistas le hicieron una chicanada a su candidato y éste no apareció en la boleta, el PCM era ilegal y los partidos satélites como el PARM hicieron comparsa. Sexenios posteriores los presidentes emanados del PRI y luego del PAN tuvieron que acostumbrarse a negociar apoyos con las otras fuerzas políticas, para sacar adelante modificaciones en las leyes cardinales del país y en las muy importantes reformas constitucionales. Solamente así se entiende la forma en que pasaron y se establecieron los decisivos cambios que en los asuntos del comercio, de la propiedad agraria, del petróleo y la minería, en el establecimiento de los organismos autónomos y otros tantos temas se operaron durante los gobiernos de Salinas, Zedillo, Calderón y Peña Nieto. En su momento, estos cuatro presidentes utilizaron la mayoría legislativa resultante de votaciones soberanas como en España lo llevaron a cabo los primeros gobiernos de Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy, que simplemente hicieron lo que debe hacer un gobierno en mayoría: lo realizado por Margaret Thatcher y su genuina reforma neoliberal, el primer gobierno de George Bush (padre), y lo que consideraba necesario para materializar su “America First” durante los primeros dos años de Donald Trump. Ninguno de los diez titulares de gobierno mencionados fue calificado de dictador, aunque muchas de sus reformas fueron muy criticadas, por ejemplo: los mineros en Gran Bretaña, los nacionalistas en España y aquí en México, el movimiento que desde finales de los años ochenta criticó el desmantelamiento que se hizo de la industria petrolera mexicana. ¿Qué le queda al gobierno de AMLO/MORENA durante los siguientes tres años de inminentes iniciativas presidenciales y discusión legislativa? Utilizar la fuerza que resulta de ser el partido más votado, presentar proyectos e iniciativas de gobierno muy bien elaboradas, convincentes y genuinamente necesarias, y, por último, negociar en el millonario mercado electoral con propios, opositores, partidos bisagra y suspirantes por “los viejos tiempos”. Debe tenerse en cuenta que sí existen los que incivilmente apuestan por el fracaso a ultranza, aunque ello signifique obstaculizar por cualquier medio la implantación de buenas causas.
¿Por qué sonreía el presidente López Obrador? Porque en la noche solitaria de Palacio Nacional seguramente dudó de los triunfos electorales en cuanto a los casos de las gubernaturas estatales. ¿Qué pasó en las dos entidades que constituyen la Baja California? El triunfo de MORENA se debió a que la ciudadanía refrendó su apoyo de gobierno al de Mexicali y, en sentido opuesto los paceños, de los Cabos o Loreto estaban hartos de las pifias panistas y como en cualquier país donde existen elecciones razonablemente democráticas buscaron otra opción. En este mismo sentido se materializó la debacle para el partido gobernante en la Ciudad de México. El equipo de Sheinbaum, el equipo de Mario Delgado dentro del morenismo y el propio Presidente de la República deben hacer un exhaustivo análisis de las causas de la derrota. Sí funcionó la estrategia de guerra sucia desarrollada por el PAN y el PRI, pero también es innegable las pifias de gobierno provenientes de los alcaldes de MORENA, la mala selección de muchos candidatos en dicho partido, y el espectáculo del mismo en cuanto a sus interminables pleitos tribales. Ahora, también perder más de la mitad de la Ciudad de México no es una tragedia de dimensiones bíblicas porque como ya sabemos, los gobiernos de Zedillo, Fox, Calderón y Peña funcionaron con una ciudad que, cada sexenio, estuvo administrada por la oposición.
Como historiador sé que la capital del país ha sido distinta al sentir del resto de la república. En el suriano territorio de la Nueva España se peleaba por la independencia y aquí en la Ciudad de México se conspiraba por mantener los privilegios del absolutismo borbónico con una máscara de autonomismo sostenido por el militarismo que tanto daño causó al país en los siguientes cuarenta años. Durante la Guerra de Reforma, en el puerto de Veracruz se proclamaban las leyes que destruían el poder económico de la iglesia católica en México y en la capital del país se daba visto bueno a las negociaciones que en Madrid reconocían la fraudulenta deuda española aceptada durante el último gobierno de Santa Anna; medio siglo después en Chihuahua, Coahuila, Sonora, Morelos y Veracruz se combatía por un programa de reformas sociales/legislativas/constitucionales, mientras en la ciudad de México se agrupaba lo más rancio de los intereses ligados a los excesos de la dictadura porfiriana. Pero si lo anterior es históricamente demostrable, también lo es que en el siglo XX y en la Ciudad de México se llevaron a cabo cambios modernizadores, tolerantes y de alta cultura como las directrices del proyecto educativo vasconcelista, las luchas de trabajadores contra el corporativismo sindical ligado al priismo, la sangrienta y duradera lucha por materializar elecciones libres, sin fraudes. Y todo lo anterior sin dejar de lado los combates por la libre decisión en torno al aborto, la diversidad sexual y un largo etcétera. De este lado de la historia se debe un arduo trabajo de reflexión el equipo gobernante en la capital, tan importante es seguir promoviendo la cultura de la tolerancia, respeto y seguridad para todos los ciudadanos como mantener en óptimo estado los servicios públicos que brinda el gobierno de la Ciudad de México. Asimismo dicho gobierno debe mantener una atenta mirada a los excesos que, seguramente, llevarán a cabo las nuevas autoridades de las alcaldías manejadas por el PRI, PAN, PRD. Me sorprendería en grado sumo que en los siguientes tres años no lo hicieran.
Por último, así como he señalado la vocación más bien reaccionaria, que no conservadora, de los intereses primordiales en la Ciudad de México, también es una realidad que en la república hay tendencias políticas y de votación que permanecen en los estados de la federación. Guanajuato y Querétaro electoralmente son como Mississippi y Alabama muy conservadores, el Estado de México se parece a New Jersey muy poblado y opaco en su clase política. Lo anterior quiere decir que igual al East Anglia británica, la Bavaria germánica o el Milanesado italiano, en cada país existen regiones geográficas cuyas posturas políticas y actuación electoral varían poco de una elección a la otra; solamente pueden dar un bandazo radical cuando sus autoridades han cometido muchas pifias. Si MORENA quiere perdurar debe hacer su parte: buen gobierno. Y vigilar de cerca los excesos, cuando los haya, de la oposición y de las administraciones funcionando, como sucederá en las nueve alcaldías del otrora DF.