Por Verónica V. González y Arnoldo Piñón
Hace algunos meses la Federación de Internacional de Fondos de Ahorros de Pensiones (FIAP) publicó el documento “La empleabilidad del adulto mayor: el caso de los países FIAP en Latinoamérica”, texto que analiza, estudia, desde un punto de vista pensionario, la conveniencia de dar empleo a los adultos mayores.
De acuerdo con el organismo la importancia de lo anterior recae en dos puntos: las mejoras en el desarrollo de la salud dan la oportunidad a muchos adultos mayores de seguir en el mercado laboral, lo que reduce el número de personas pensionadas y la presión sobre las finanzas públicas.
En los últimos dos siglos, en el mundo se ha registrado un cambio importante en materia demográfica, en Latinoamérica, este cambio se traduce en un marcado envejecimiento de la población.
Un informe del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), citado en el propio texto, indica que las personas de 65 años y más en la región correspondían a 3.5% de la población total en 1950, mientras que, en 2020, esta cifra se incrementó a más del doble, para ubicarse en nueve por ciento y se prevé que llegará a 19% en el 2050 y a un 31% en el 2100.
El mismo documento señala que en 1950 por cada 100 personas de entre 0 y 14 años, la población de 65 años y más era de 8.7, en 2020 la relación fue de 37.5 y se proyecta que para el 2050 será de 111.1 (es decir, habrá más adultos mayores que niños).
La situación en México no es ni será muy distinta. En el mismo texto se indica que en 2020 los adultos mayores de 65 años representaban 6.5 por ciento de la población y para 2050 se prevé que la cifra llegue a 17 por ciento de la población, mientras que la relación de personas mayores y jóvenes será de 96.1 en 2050, respectivamente.
El envejecimiento poblacional, especialmente en las zonas urbanas, refleja el éxito de los avances médicos, la salubridad y la alimentación, pero también implica desafíos para la sociedad que tendrá que sostener financieramente a una cantidad, cada vez mayor, de personas con capacidad productiva.
Actualmente, a diferencia las décadas anteriores, cuando las personas de cierta edad, mayores de 50 años eran vistas como cansadas e incapaces de trabajar, hoy no solo tienen la capacidad de hacerlo, sino también el entusiasmo, destaca el documento.
Cada vez más, en las oficinas y fábricas se ven a personas mayores, algunas con el tiempo y la edad requerida para jubilarse, trabajando.
En México, y seguramente en varios países de la región, un alto porcentaje de los pensionados continúan laborando de manera independiente, ya sea para incrementar sus ingresos, debido a las bajas pensiones o por sentirse aún productivos.
El tema del trabajo en los adultos de 65 años y más ha sido, desde años atrás, un asunto de interés para organismos internacionales.
Hace seis años, la Organización para el Desarrollo y Cooperación (OCDE) ha planteado una serie de recomendaciones ante atender esta situación, entre las que destacan mejorar los incentivos para seguir trabajando en edades mayores, asegurando que: el sistema de pensiones de vejez fomente y recompense el retiro tardío en línea con las mayores expectativas de vida.
Desincentivar o restringir el retiro obligatorio por parte de los empleadores, es algo que se debe hacer en estrecha consulta y acuerdo entre patrones y representantes de los trabajadores.
Destaca también que restringir el uso de esquemas de retiro temprano financiado con fondos públicos, el cual motiva a los trabajadores a dejar el empleo mientras están en buena salud y con capacidad de trabajar.
En México los adultos mayores, especialmente las mujeres, son vistas como personas cansadas y carentes de cualquier habilidad, en los centros de trabajo no se evalúa su experiencia, misma que puede ser de gran utilidad para los trabajadores jóvenes.
No todos los adultos mayores trabajadores quieren irse a descansar. Una parte importante quiere mantenerse activo, seguir viviendo con autonomía, seguir siendo productivo, autónomo.
Sería importante que las autoridades tomaran en cuenta este planteamiento y faciliten la permanencia en los centros de trabajo de las personas que a pesar de tener la edad reglamentaria para la jubilación quieren seguir laborando.
Fomentar la independencia y el desarrollo profesional de los adultos mayores, a través de la capacitación, la retención y reinserción en el mercado laborar no solo disminuirá las presión de las pensiones en las finanzas públicas, también revalorará el papel de los adultos mayores en una sociedad donde el mercado laboral se vuelve prácticamente impenetrable para quienes han rebasado las cinco décadas de vida.