Aprendiendo Pasitos de Danzón y Salsa en el “Parque de Los Venados”

Reportaje

*Y ahí Cerca Saber uso del Telescopio en el  Planetario Joaquín Gallo

Por Susana Vega López

Nadie lo conoce por su nombre oficial: Parque Francisco Villa en honor a este héroe revolucionario que dejó huella en la República Mexicana, sino por sus fuentes que tienen sendas esculturas de un animal mamífero, rumiante, herbívoro y astado: El “Parque de los Venados”.

Un lugar de 95 mil metros cuadrados al que, una vez que dieron la alerta del semáforo amarillo en la Ciudad de México –y tal vez para distraer la noticia de la caída del Metro en la estación Olivos, de la Línea 12-, la gente se volcó para divertirse, para respirar al aire libre, para caminar, correr, hacer ejercicio, jugar, andar en bicicleta, en carritos eléctricos, para hacer alguna manualidad y/o para degustar algún antojito y, ¿por qué no?, festejar el día de la madre.

Las calles que rodean al Parque de los Venados son: Miguel Laurent, Municipio Libre, José María Vértiz y División del Norte. Muy cerca la alcaldía Benito Juárez y la estación del metro Parque de los Venados de la línea doce del metro, llamada “Línea Dorada” (la que lleva a Olivos). Este centro recreativo fue un proyecto del ingeniero Juan Manuel Magallanes que se convirtió en uno de los más tradicionales de la Ciudad de México.

Al entrar por Miguel Laurent, personas, sobre todo jóvenes, juegan en las canchas de básquetbol, futbol y voleibol. Otros más salen con sus mascotas para llevarlas al área exclusiva que tiene este parque para el llamado “mejor amigo del hombre”, los perros.

Al seguir caminando en este sitio que comenzó a construirse en 1952, se encuentra un foro al aire libre: el teatro Hermanos Soler, en homenaje a esta dinastía que brilló en la Época de Oro del Cine Mexicano (Fernando, Andrés, Domingo, Julián, Mercedes, Gloria, Irene y Elvira).

Un auditorio al que la gente asiste para tomar diversas clases de baile (salsa, danzón) o realizar ejercicios sincronizados de aerobics. Los pequeños se divierten dando vueltas en sus carritos eléctricos o mecánicos. Y donde, ya pronto, iniciarán las representaciones teatrales y musicales.

Más adelante, en la esquina con División del Norte, el planetario Joaquín Gallo, donde miembros de la Sociedad Astronómica de México enseñan el uso del telescopio, lo que es el sistema solar, el universo en general y todo lo relacionado a la astronomía en pequeños talleres que organiza los fines de semana. Y al lado, el auditorio Francisco Gabilondo Soler, en honor al famoso cantautor oriundo de Orizaba, Veracruz, “Cri Cri”.

Si se continúa por División del Norte se topa uno con el monumento ecuestre al general Francisco Villa, “El Centauro del Norte”, donde los niños se suben al pedestal y quedan bajo la panza del caballo para que sus familiares les tomen la foto que dimensiona lo grande de esta obra del escultor Julián Martínez Soto.

Sin lugar a dudas, este emblemático lugar con 8 prados, es punto de reunión de viejos amigos, según pudio constatar Misión Política durante un recorrido por el lugar en donde se observó la reunión de personas de la tercera edad que en una mesa con bancas alrededor festejaban su encuentro y mostraban, orgullosos, fotografías de la escuela, intercambiaban recuerdos y, al final, los galantes caballeros obsequiaron sendos ramos de flores a sus compañeras de antaño.

Por todo el parque hay antojitos que la gente degusta con singular alegría, ya sea unos ricos tacos de canasta “sudados” de mole verde, chicharrón, frijol o adobo, o un delicioso hot dog de alguno de los dos carritos que se encuentran los fines de semana en el Parque de los Venados, o un taco de bisteck con papas y/o nopales del señor que se pone junto a la fuente del venado, unos elotes o esquites con limón y crema y más.

Y si de dulces se trata qué mejor que un merengue o gaznate del joven que camina vendiendo sus productos hechos a base de huevo, azúcar y pulque; un algodón de azúcar, o un frutsi congelado o alguna golosina de las que ofrece aquel anciano que llama la atención porque va sentado en un carrito o silla de ruedas eléctrico que acondicionó para exhibir sus productos y que va acompañado de una pequeña no mayor de 13 años.

Del lado de Municipio Libre se encuentra un área exclusiva de juegos infantiles donde los letreros (señalética diría un colega) de las calles son frases con mensajes como: “yo cuido el agua”, así como la zona de aparatos para hacer ejercicio. Alrededor una pista de tartán para los corredores.

Este parque que cuenta con cerca de 2 mil 700 árboles de 39 especies diferentes fue muy famoso por su feria con juegos mecánicos y puestos para jugar a las canicas, para pescar y obtener un premio, o por el tiro al blanco que fueron suspendidos a raíz de la pandemia que padece la humanidad entera.

Entre las actividades que los asistentes pueden realizar por una módica cuota son: encuadernación, armado de monitos con pixeles, bisutería, masa con plastilina y “moco de gorila” (una mezcla de fumy con activador y color), pintura en vidrio y madera, por citar algunos.

El ir y venir de la gente en este parque es constante y aun cuando no es un sitio turístico propiamente, es visitado por personas de otros estados de la República, que gozan del ambiente ruidoso, festivo, cordial y amigable, con los peculiares sonidos en cada una de las zonas, donde hay colorido, voces, gritos y mucha alegría, sobre todo de los niños. Y sí llegan turistas para sentir el calor de las familias mexicanas.

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