Por Jesús Michel Narváez
Vieja reflexión popular: te tratarán como tratas a los demás.
Por ello, ¿qué tal si mandamos al carajo al presidente López el 6 de junio?
Él lo hizo con los deudos de 27 fallecidos en el accidente del pasado lunes ocurrido en la línea 12 del metro.
Al carajo con eso… eso es hipocresía… nosotros no mentimos, no engañamos…
Quizá la desesperación al observar como se va al carajo su proyecto político, lo haga reaccionar de una manera indigna a la jerarquía que representa ser Jefe de Estado.
Quizá no entiende la investidura.
Y por ello, desde lo más profundo de sus rencores y venganzas salga el lado oscuro de su forma de ser. Y no es otra que aquella que conlleva la contradicción entre hablar de ser un demócrata y los hechos de su gobierno demuestran que es un tirano en ciernes, que quiere ocultar sus verdaderas ambiciones.
Mandar al carajo a las madres, padres, hermanos y familiares de aquellos que perdieron la vida por la irresponsabilidad política de la Jefa de Gobierno y la directora del Metro, no tiene progenitora, aunque mañana se celebre el Día de las Madres.
La vida personal, la familiar, seguramente no lo trató adecuadamente para entender lo que implica perder a un ser querido. A lo mejor nunca ha querido a nadie y por ello no conoce el sentimiento. Bien se dice que solamente el que perdió a alguien a quien amaba o quería, sabe lo que representa la pérdida. Decir: lo siento mucho, te doy mi más sincero pésame, recibe abrazos solidarios, no dejan de ser expresiones, ciertamente, sensibles. Sin embargo, solamente el afectado sabe lo que carga sobre sus espaldas.
Al presidente López le importa una sola persona: él.
Revisar su comportamiento como Presidente lleva a un solo camino: es perfecto, nadie lo merece, tiene otros datos y cree, supone, porque no lo piensa, ser el iluminado que cambiará el desarrollo del mundo.
La egolatría, la soberbia, sentir estar por encima, no del pueblo bueno que “lo comprende y apoya”, sino de la humanidad completa -7 mil millones de personas- lo llevará a toparse con la realidad, si algún día la encuentra, y descubrirá que no es sino un simple mortal como hay millones pisando la tierra.
Argumentar que no es hipócrita y que asistir a situaciones como la del accidente -Claudia Sheinbaum, considera (sic) un incidente sin explicar la raíz del vocablo- habría sido un acto para que le tomaran la foto, resulta un recordatorio del 10 de mayo a los familiares de los deudos.
¿Qué le pasa al huésped de Palacio Nacional?… ¿Ya perdió el pulso de la realidad que puede y manipula permanentemente?… ¿Alguien le mostró encuestas reales en las que la caída de su proyecto no tiene fondo?
No sé usted que piense, pero en lo personal me parece una falta de respeto para los deudos de los fallecidos por el accidente, no incidente, en la tragedia que significó el colapso del convoy de la línea 12.
Y le añado: un reto a la ciudadanía, que sin deberla ni temerla, se va al carajo.
Una mera pregunta de colofón: ¿Y si mandamos al carajo ala ciudadano Presidente de México?
Paguémosle con la misma moneda. Tratémoslo como nos trata.
Reflexione, no lo pido más.
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