*De la Mano de Agustinas, Dominicas, Visitaciones, Capuchinas, Carmelitas y Reparadoras
Por Susana Vega López
Sus puertas abren cada Jueves Santo porque forma parte de las tradiciones que algunos católicos realizan cada año para cumplir con la visita de las siete casas en el barrio de Mixcoac porque en la zona, por lo menos hay una docena de iglesias, templos, monasterios, o conventos donde se desborda la fe y la gente gusta de asistir donde viven agustinas, dominicas, hermanas de la visitación, capuchinas y hermanas de María Reparadora, entre otras monjas y religiosos.
Al entrar en el Convento de la Visitación, localizado en la calle de Sagredo, donde prácticamente comienza el recorrido de las siete casas, se respira tranquilidad, paz, quietud, en un ambiente de limpieza y pulcritud. El silencio se impone, la organización se percibe. Algunas monjas rezan, hincadas, otras entran y salen por la puerta del fondo. Se muestran sumisas con su clásico atuendo. Los arreglos florales rompen con ese estado de humildad y austeridad. Las imágenes se yerguen tapadas con mantas color morado, a modo de misterio, de magia, de duelo por la crucifixión de Cristo.
Un velo negro por encima de uno blanco les cubre la cabeza por completo para tapar el cabello que, dicen, puede despertar deseos varios; la túnica o hábito de cuello a pies luce un escapulario que continuamente tocan. Susurran comentarios -se adivina- acerca de la llegada de personas. Lucen regordetas, bonachonas, amables, algunas ya de edad avanzada y todas muestran su devoción; quizás han pasado muchos años dentro del recinto, en un encierro o retiro voluntario dedicadas al amor a Dios y su convicción de Fe.
A la entrada, en el patio, se encuentran las vendimias: galletas, rompope, buñuelos, cirios, ramos para colocarlos detrás de las puertas como señal de que ese hogar es cristiano y está protegido con ese símbolo que representan las palmas.
En las calles de Campana, Murcia, Patriotismo, Galicia, Santander y la Acordada se encuentran otros conventos que este año no abrieron sus puertas debido a la pandemia porque puede presentarse otro rebrote de ese virus.
En la calle de Antonio Cánova se encuentra la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, que data de 1595. Este templo apenas si permitió la entrada de los feligreses para escuchar la misa, aunque media hora antes cerró sus puertas por lo que se escucharon las protestas de algunos inconformes. “No avisaron, yo quería entrar, pero ya no me dejaron… acérquese, a lo mejor sí consigue que le abran, mire, allá se ve que apenas va a comenzar la misa”, comenta una señora que se retiraba del lugar.
Se comprende que el sitio fue un importante centro de evangelización ya que los pueblos indígenas que habitaban la Gran Tenochtitlán -la ciudad principal de la Nueva España- y periferia, requerían de asentamientos para que los evangelizadores vivieran en conventos que se construyeron exprofeso para la región que cada uno profesaba con el fin de llevar la palabra de Dios a los habitantes, a la vez que también tuvo una destacada función de retiro espiritual para monjes y religiosas.
Cerca, muy cerca, en las calles de Cánova y Algeciras en este barrio de Mixcoac donde vivieron Octavio Paz, José Revueltas, Joaquín Fernández de Lizardi “El pensador mexicano”, Gabriela Mistral y Katherine Anne Porter, entre otros escritores se encuentra el Muro de la Paz.
Es un muro al fondo de la Plaza Jáuregui donde resalta el dibujo, en color plata, de una paloma de la paz, obra del doctor Othón Pérez y un semicírculo donde se lee con letras grandes “Sin justicia no hay paz” y debajo de esa inscripción se destaca en un listado las palabras: Mediación instrumento de la paz; diálogo; convivencia pacífica; libertad; solidaridad; tolerancia; igualdad; legalidad; honestidad; no discriminación y, respeto.”
Luego hay algunas palabras pronunciadas por diversas personalidades como Mahatma Ghandi quien señaló que “No hay camino para la paz, la paz es el camino” y abajo otra frase, la de Benito Juárez, “El respeto al derecho ajeno es la paz”; una cita bíblica de Mateo 5, 9 “Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos entrarán al reino de los cielos”, la letra del célebre músico Beethoven: “escucha hermano la canción de la alegría, el canto alegre del que espera un nuevo día, en que los hombres volverán a ser hermanos”, en su sinfonía número 9.
“Nadie nace odiando a otros por el color de su piel, su origen o su religión. Si la gente aprende a odiar también pueden aprender a amar”: Nelson Mandela. “La paz empieza con una sonrisa”: Madre Teresa de Calcuta; “…imagina a toda la gente viviendo la vida en paz… nadie a quien matar o por quien morir…” de la canción Imagina, de John Lennon; “La Paz exige cuatro condiciones esenciales: verdad, justicia, amor y libertad”: Juan Pablo II.
También se da cuenta, en letreros metálicos, de quienes han estado en este muro de la Paz para festejar el Día Mundial de la Paz, instituido el 21 de septiembre por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, como Lech Walesa y Chong Kwan Yoo, embajador de la Paz por Corea de la Federación de la Paz Universal, quien estuvo en esta explanada el 30 de septiembre de 2008.
Hay una oración por la paz, se San Francisco de Asís, que reza: señor, hazme instrumento de tu paz, que donde haya odio ponga yo amor; donde haya injuria, perdón, donde haya duda, fe; donde haya desaliento, esperanza; donde haya sombra, luz; donde haya tristeza, alegría. Maestro: concédeme que no busque ser consolado sino consolar; que no busque ser comprendido sino comprender; que no busque ser amado, sino amar porque dando es como recibimos; perdonando es como obtenemos perdón; y muriendo es como nacemos a la vida eterna.
Con odio y violencia sólo se consigue ira y venganza y, luego, en el extremo izquierdo de esta pared se da cuenta de tristes acontecimientos y cita una serie de matanzas como la del 68 en Tlatelolco, el levantamiento zapatista, homicidios, enfrentamientos, quemas, atentados, asesinatos, narcotráfico…
Este muro, al igual que las iglesias, los conventos, los templos, son atracciones no sólo para el turismo religioso, sino para los habitantes que viven en alrededor en casas antiguas con fachadas sobrias o edificios modernos, que transitan en sus calles de ambiente tranquilo, posiblemente con un dejo de nostalgia, que nos evocan a la provincia de antaño.
Seguramente fue un lugar de mucho movimiento comercial antes y después de la época colonial y hasta finales del siglo XX; sitio testigo de grandes eventos religiosos donde se cuentan mitos, leyendas, historias varias en sus construcciones, calles y portales que aún persisten y guardan secretos aún por conocer.
Ahí se aprecian varias universidades privadas y públicas, que hacen del lugar una zona estudiantil, en donde la juventud se desenvuelve dentro de una atmósfera de intelectualidad. Por esos motivos, Mixcoac tiene un encanto especial, que lo hace místicamente inconfundible.