Y Para Escalar en Roca las Paredes Pétreas de la Magdalena Atlitic

Reportaje

Por Susana Vega López

Aquí se encuentra el único río vivo de la Ciudad de México, el Magdalena; es un área nacional protegida de bosques; su extensión territorial es de dos mil 429 hectáreas; desde tiempos remotos los amantes del turismo de aventura practican rapel y escaladas; cuenta con 26 kilómetros de senderos ecoturísticos donde las personas pueden caminar, correr, andar en bicicleta, acampar, montar a caballo, subirse a una tirolesa y jugar: El Parque Nacional Los Dinamos.

Al llegar a este lugar que pertenece a los bienes comunales de La Magdalena Atlitic, en la Alcaldía Magdalena Contreras, el visitante mira enormes paredes pétreas; cañadas verticales que animan al turista de aventura para la escalada en roca; son más de 250 rutas abiertas y equipadas para cualquier nivel de dificultad, desde el más leve hasta el más pesado.

El paseante puede observar una serie de arroyos que escurren de innumerables cañadas; la principal mide 12 kilómetros y el agua fluye, a veces, desapercibida, otras de manera brusca, golpeada, como cuando caen por cascadas de hasta tres metros y medio de altura.

La gente, sobre todo los jóvenes y niños, se apresuran a quitarse el calzado y calcetines para meter los pies en los pequeños manantiales de agua cristalina. Los perros pasean, corren, van y vienen, suben y bajan alegres de estar sueltos, en libertad.

El agua en diferentes manifestaciones que ha inspirado a poetas, escritores, pintores, cineastas; el agua es un elemento fundamental no sólo para el turismo sino para la humanidad en general. A este respecto, dicen, se avecina una crisis del preciado líquido a nivel mundial y aquel lugar que cuente con este recurso va a tener más éxito y turísticamente hablando serán los lugares más preferidos.

Su clima templado es un disfrute para el alma pues los rayos del sol ayudan a olvidar cualquier problema cuando calientan tiernamente, aunque algunos, sumidos en sus cotidianidades, en sus vidas oscuras, hasta cuando hay sol les cuesta ver los rayos. Pero, como dice el poeta Henry Ward: “el sol no brilla para algunos árboles y flores sino para la alegría de todo el mundo”.

En automóvil se puede llegar por las avenida San Francisco, San Jerónimo o camino a Santa Teresa o bien si vas en transporte público deberás tomar una combi en el metro Taxqueña o Miguel Ángel de Quevedo que te lleve al pueblo de Magdalena Atlitic, caminar hacia La Cañada y comenzar a subir los Dinamos.

Familias enteras y amigos prefieren acudir los fines de semana sin importar el conglomerado de vehículos que forman largas filas para llegar a cualquiera de los cuatro dinamos que tiene la zona. Algunos se estacionan en pleno camino debido a que ya no hay lugar para aparcar, sobre todo en lo que se refiere al cuarto dinamo.

Si bien en este centro de esparcimiento no se cobra por entrar, si se llega con carro se deben pagar 30 pesos por tiempo libre. Y aquí, el cobrador se fija que todos los visitantes porten su cubrebocas y les pone gel para contribuir a terminar con la pandemia que sigue azolando a la humanidad entera.

El sol, imprescindible para la vida, es una fuente de energía que emite luz y transmite calor que algunas veces llega a molestar y provocar que las personas busquen la sombra de un árbol para evitar los famosos “golpes de calor” o enfermedades de la piel. Y entonces, el paseante encuentra grandes y oscuros parajes provocados por paredes y árboles diversos.

Aquí también se ubica una escuela de educación ambiental y granjas de truchas arcoíris y albina, así como instalaciones de lo que fue una fábrica textil en las que se utilizaban las aguas del río Magdalena para producir la energía eléctrica que requerían sus instalaciones.

La Coordinadora del Centro de Innovación e Integración Comunitaria número uno, de la Comisión de Recursos Naturales (CDMX), de la Secretaría del Medio Ambiente, Silvia Phili, comentó a Misión Política que actualmente se realizan trabajos de restauración a través de la plantación de especies nativas. “Trabajamos con ocho brigadas de personas de la Magdalena Atlitic que hace actividades de prevención y combate de incendios, de reforestación, de limpieza, de recolecta de residuos, y de vigilancia ambiental”.

Entrevistada vía telefónica, comentó que también se hacen obras de conservación del suelo y el agua como restauración de presas de gaviones (especie de piedras en un cubo de alambre para frenar un poco el azolve), se ponen estructuras para la estabilización de caminos para mitigar los efectos de la erosión (taludes).

Numerosos puestos de comida y variadas bebidas se encuentran en el camino. Las más solicitadas: las micheladas sencillas (cerveza con jugo de limón y sal), las micheladas cubanas (cerveza con limón, sal y salsa inglesa); los azulitos o pitufos (vodka con jugo de mora azul) escarchadas ya sea con sal, chile, tamarindo o chamoy, a 80 pesos el vaso de a litro, así como café, refrescos y aguas de sabor de diferente precio.

También se venden caldos de hongo, sopa de médula, gorditas y quesadillas de queso, flor de calabaza, papa con chorizo (verde o rojo), tinga de pollo, de res y más que bien se pueden acompañar de un buen pulque de la región.

Y qué mejor que después de un buen almuerzo o comida, comenzar una cascarita de futbol, de volibol, “futbeis” (en lugar de batear se patea) o “quemados” (se trata de aventar la pelota a una persona para tocarla y “congelarla” para, finalmente quemar al grupo entero). Luego, si hay ganas y dinero, subirse a la tirolesa o a un caballo. Estas últimas recreaciones en los primeros dinamos.

Muchas historias se han vivido en este lugar que recuerdo con cariño cuando mi padre nos llevaba en su camioneta “mariachera” que tenía un claxon con sonido a la onomatopeya de la vaca. Bajaba la velocidad para que los caminantes no oyeran que venía un carro y muy cerca de ellos, en el silencio de la naturaleza, escuchaban un fuerte mugido que, incluso, los hacía aventarse a la orilla para evitar ser “embestidos”. Y, aquí, un chiste: ¿saben a dónde van las vacas? Al muuuuuseo.

El bosque de oyamel y pinos Hartewi con su verde pasto en todos los tonos que ofrece la naturaleza esperan al turista en cualquier fecha.

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