Juárez, Vuelve a la Tumba

Punto de Vista

Por Jesús Michel Narváez

Recordar la probablemente más impactante proclama de Benito Juárez no es ocioso: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Respetar el derecho ajeno, sin duda, es algo que pasó por alto el que se dice admirador del prócer de quien hoy se conmemora el CCXV (216) aniversario de su natalicio.

Dejando de lado lo que ocurre entre naciones y mirando hacia el interior profundo de nuestro país, no es difícil encontrar la falta de respeto hacia quienes no comulgan con la “palabra divina” y menos con los “hechos celestiales”.

Probablemente en la historia de México no encontremos una división de los habitantes del país como en la actualidad. Sí, por supuesto, la lucha de clases no es nueva y mucho menos cuando quien gobierna ha sido un perdedor consuetudinario. Palabra que se aplica al que se rige por la costumbre; aplicado especialmente al derecho no escrito.

Hoy como nunca se hace realidad que la costumbre se convierte en ley.

A Juárez le faltaba estatura física pero le sobraba la de ESTADISTA. Sus acciones lo demuestran y aunque habrá quienes no coincidan con su forma de gobernar y lo critiquen por quedarse en la Presidencia de la República hasta que la muerte, literalmente, lo relevó del cargo.

Sus enseñanzas son obligatorias para los estudiantes de primaria, secundaria y preparatoria. Para los que aman el derecho aunque los llamen ahora traidores por defender los derechos ajenos a los del presidente de México, revisar el paso de Juárez por la Suprema Corte de Justicia –de donde saltó a la Presidencia por el autogolpe de Ignacio Comonfort-, es parte de la enseñanza en la aplicación del derecho. No de oídas. No de costumbre. El que surge de las leyes.

Todo lo hecho por Juárez ha sido relatado en memorias, recopilaciones, libros de opinión, ensayos y hasta novelas. No hay mucho por descubrir excepto lo que hacen los que se dicen sus admiradores y “practican a su manera” las forma y el fondo de cómo gobernó el nacido en San Pablo Guelatao, Oaxaca.

Aunque el hubiera no existe –no se conjuga, me dicen expertos en ortografía-, si Juárez estuviera en estos tiempos se sorprendería de la manipulación que se hace de sus ideales.

En lo que se sabe del Benemérito de las Américas jamás les proporcionó riquezas a sus hijos, parentela cercana o compadres. Su austeridad no era republicana. Era de verdad. LO que se vive ahora lo haría tomar el camino para regresar a su tumba.

Y sus expresiones no salían de una bodega que almacena rencores y estimula el egocentrismo. Salían del pensamiento liberal que buscaba lo mejor para la Patria y continuamente revisaba las acciones que llevaron a México a sufrir la Guerra de Reforma y la intervención francesa. No quería repetir los errores de Santa Anna ni de Comonfort.

Todo ello sería suficiente para quienes se dicen admiradores de su causa y gobierno, actuaran de manera similar al oaxaqueño.

No ocurre. Se utiliza su nombre y sus frases para justificar acciones que en el siglo 19 tuvieron su razón de ser y que con el paso de las centurias si bien no desaparecen tiene  que ser adaptadas a la nueva realidad.

Aplicar sus políticas y sus palabras dos siglos después, es no saber que el mundo cambia, las personas cambian, la política cambia. Imponer por la fuerza del poder público, no por las armas –todavía- un proyecto de gobierno que divide a la nación es algo que Juárez jamás habría hecho.

Recordarlo hoy, no es ocioso. Porque el viento no le hace mella. Lo lastima sus malos imitadores. Y s

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