Tristes, Desesperados y con Rumbo al Aumento de la Pobreza Extrema

Los Dados de Dios

Por Nidia Marín

“Lo bueno es que no estamos solos”, me decía una amiga en relación al acompañamiento que tenemos en el dolor, la tristeza, la desesperación y la angustia, con los demás países de América Latina y el Caribe que sufren la pandemia. Pero eso no es ningún consuelo, no sólo porque no hay para cuando amaine el contagio y las muertes, ni en México ni en las otras 45 naciones y territorios.

Y es que tras el caso europeo estamos nosotros en ALC, no sólo en cuanto a contagios que ya están rebasando los 20 millones, sino los fallecimientos que alcanzan aproximadamente 700.000. Y suman 630 millones de habitantes, quienes están sufriendo.

Pero no es todo. A juicio de la OCDE, más allá del efecto directo del Covid-19 sobre la salud de las personas continuará el impacto socioeconómico a través de diversas vías, como lo son dice las medidas de confinamiento adoptadas por los gobiernos, las cuales “…causaron una gran caída inmediata de la actividad económica, ya que a la mayoría de los trabajadores se les impidió ir a trabajar y permanecieron confinados en sus hogares”.

Hace notar la institución internacional que también los hogares recortaron bruscamente su consumo de la mayoría de los productos y servicios, además de que las restricciones al cruce de fronteras y la ansiedad social afectan a sectores clave, como el turismo y los viajes internacionales.

Como ya se sabe, ello incide sobre todo en países altamente dependientes de ello, como algunas economías caribeñas.

La OCDE expone que otros sectores como el comercio minorista, el comercio mayorista y las industrias manufactureras también se están viendo gravemente afectados, además de que la desaceleración mundial y la disrupción de las cadenas globales y regionales de valor “generarán una fuerte baja de las exportaciones” procedentes de América Latina y el Caribe.

Otro planteamiento de la institución (por cierto, basado en que realizó el año pasado) es que “…si bien el colapso de los precios del petróleo puede significar un alivio para las economías caribeñas y centroamericanas importadoras de crudo, también afecta las cuentas fiscales y externas de varios países sudamericanos, así como de México y Trinidad y Tobago”.

¿Y no hay nada positivo?, se preguntan los afectados. Sí lo hay. Se trata de la adopción de tecnologías digitales y la difusión del internet, porque han sido fundamentales para mantener cierta continuidad en las actividades empresariales, el empleo y la educación desde el hogar, “aunque la brecha digital, en especial la falta de internet de banda ancha de alta velocidad y de habilidades digitales, ha impedido que todos puedan obtener los beneficios”.

MÁS POBRES QUE DE COSTUMBRE

Al hablar de las diversas dimensiones del bienestar que han resultado afectadas por la pandemia, la OCDE expone la salud, el ingreso y la riqueza, y la calidad del empleo. Pero también menciona otras, (incluidas las relacionadas con el conocimiento y habilidades, bienestar subjetivo, relaciones sociales y vivienda), específicamente la educación, debido al cierre de las escuelas.

Como si no fuera suficiente todo lo señalado, la actual crisis, precisa “…está exacerbando las desigualdades y las brechas socioeconómicas entre algunos grupos (por ejemplo, en términos de género y territorio, rural/urbano)”, además de que las actuales circunstancias “…ponen en riesgo el bienestar de las generaciones futuras, ya que la acumulación de capital económico, social y humano también se ve afectada”.

Y alerta:

“Por primera vez desde el 2010, el latinoamericano promedio será pobre en lugar de clase media. La crisis muestra que el reto a mediano plazo de la región de consolidar una clase media mayor deberá, antes que nada, abordar el tema de los crecientes niveles de pobreza a raíz de la pandemia.

“Es probable que la crisis aumente el empleo informal, situación en la que ya se encuentra cerca del 60% de los trabajadores en América Latina y el Caribe. El impacto social de la pandemia es particularmente fuerte para cerca del 40% de los trabajadores y sus familias que no cuentan con ninguna red de seguridad.

“Esta situación afecta aún más al 61% de los trabajadores informales vulnerables que no pertenecen a hogares cubiertos por un programa principal de asistencia social (ya sean transferencias directas de los programas más significativos o pensiones no contributivas). Muchos de ellos son trabajadores autónomos que trabajan en la economía de subsistencia, que viven al día y no pueden trabajar a distancia. El riesgo de que vuelvan a caer en la pobreza es considerable.

“Uno de los principales retos que plantea esta crisis es el de proteger a este grupo de trabajadores informales vulnerables sin acceso a protección social y evitar la expansión generalizada de la pobreza, que ya afecta a 25% de la población. La contención del incremento de la pobreza requiere de nuevas formas de protección social que lleguen a los grupos vulnerables durante la crisis”.

Por desgracia, todos estamos mal.

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