El Tráfico de Órganos

Seis formas de
morir en Texas,
Marina Perezagua.
Editorial Anagrama,
Barcelona, 2019.
288 páginas

Por David Marklimo

Esta es una novela sobre tráfico de órganos, pecados que deben redimirse, actos de amor que buscan purgar culpas y actos de venganza que tratan de restablecer el equilibrio del mundo. El conflicto lo descubrimos enseguida:  un hombre es ajusticiado en una cárcel china, su corazón acaba alojado en el pecho de un norteamericano. Según la tradición budista, si el corazón no se entierra con el muerto este jamás logrará descansar en paz, y por tanto los herederos del difunto deben traer el órgano de vuelta a China. Este trasplante marcará el futuro de las siguientes generaciones.

En Seis formas de morir en Texas, Marina Perezagua, nos habla de drogadicción, asesinatos, del corredor de la muerte en Texas, de la amistad y el amor, del erotismo, de la fidelidad a las promesas, del heroísmo en estos tiempos, de resistencia anímica -vaya tema, justo ahora con el Covid-, de decisiones impuestas, de egoísmo atroz, de empatía o ausencia de ella, de represión política, de corrientes espiritualistas y supersticiones ancestrales, está la crueldad con o sin ánimo de lucro, los donantes anónimos de esperma, la evolución personal, las ansias de maternidad, el estudio sobre las relaciones paterno y materno-filiales.

Encontraremos ejecuciones y torturas, gobiernos totalitarios y democráticos -pero igualmente asesinos-, vemos arreglos políticos en las cloacas del Estado, soledad a raudales, locuras de juventud, seres desalmados y observaciones inteligentes. Este sin fin de temas, viene barnizado bajo un lenguaje científico, entendido éste como conocimiento de una realidad cuyos factores más relevantes quedan fuera del alcance de aquel que no lo posee. El ambiente, entonces, de la novela es de constante sorpresa, algo que no abandona al lector hasta la última página.

El lenguaje está desarrollado con talento. Se cuida el dolor, se muestra el sufrimiento, para tratarlo como un sueño ininterrumpido, como un letargo nocivo inducido. El mundo de esta novela es egoísta, sin duda, atrapado por los deseos de poder y por aquellos que tienen más ambición que pelos en la cabeza. El tráfico de órganos nos cuenta que respirar, ese pequeño acto de exhalar a veces poco tiene que ver con la vida. Asistimos a una trama meticulosa y perturbadora que nos habla de la esencia del ser humano, del azar y del destino. Su singularidad no solo se debe a las múltiples elipsis de la historia, sino sobre todo a su territorio: “sucede dentro de los límites del ser humano”, signifique eso lo que signifique. Se agradecen esas pausas narrativas, ese repentino bajón de intensidad, cuando uno está al borde del abismo, esperando el maldito infarto. Pero no es un reproche, al contrario: escribir desde el abismo es un ejercicio de redención si se delimita bien dónde esa el borde, la línea que marca el vacío o el derrumbe. Nombrar los pecados del mundo, así, crudos, sin que medie anestesia conduce a la perdición. Hay límites que no deben ser cruzados, dice la Ética. Aquí se nos muestran unos cuantos.

La novela tiene el acierto de manejarse con maestría en este ir y venir, se permite saltar de un ámbito a otro y la atención queda intacta. En su conjunto, la novela logra ofrecernos un libro que deslumbra e inquieta y nos ofrece ese pútrido olor que desprenden tanto el poder como los poderosos. Dicen que lo que no se nombra no existe, pero aquí se logra mostrar que si el destino que nos espera es la Muerte (así, con mayúscula), poca importancia tiene ya la dignidad.

 

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