¿Qué es el perdón?

Los perdonados,
Lawrence Osborne.
Gatopardo ediciones,
Madrid, 2020,
326 páginas

 

El hombre es responsable por sus acciones. Si hizo algo indebido tiene la responsabilidad de reconocerlo, arrepentirse de ello, resolver nunca más volver a repetirlo, confesarlo al agredido y pedir perdón por ello. Si lo hace con sinceridad, dios le perdona. Pero hay un detalle importante: dios no perdona lo que uno hizo contra el prójimo hasta que no lo arregle primero con el prójimo.

Iom Kipur: El Arte de Perdonar

Por David Marklimo

Desde hace tiempo, en los escritores ingleses nos trasladan a ciertas imágenes de las que nace la literatura. Pensemos en la célebre imagen de la fuente en Expiación. Toda la novela girará en torno al deseo, a lo que significó para el protagonista observar ese cuerpo femenino, prohibido, saliendo del agua.

Ese mismo método, podríamos encontrar en Los perdonados, de Lawrence Osborne.  Aquí, David y Jo Henniger, una pareja de británicos sumidos en una crisis matrimonial, aceptan la invitación de un viejo amigo, Richard Galloway, para asistir a una fastuosa fiesta, durante un fin de semana, en una villa del desierto de Marruecos. ¿Qué mejor que unos días de desenfreno en una tierra exótica y sensual para avivar una relación del todo estancada?

Pero la vida siempre se guarda una sorpresa, ¿no? Y aquello que pensamos como oportunidad suele convertirse en pesadilla. David, que conduce ebrio en la oscuridad del desierto, atropella a un joven marroquí, Driss, que se cruza en su camino. A partir de este incidente, los destinos de los personajes cambiarán de forma radical. Bajo la atenta mirada del servicio doméstico marroquí, que satisface a regañadientes las extravagancias y los excesos de los invitados a la fiesta, David y Jo deberán enfrentarse a las terribles consecuencias de sus actos en un clima de tensiones crecientes. El paraíso, como decía Milton, muchas veces es un lugar parecido al infierno.

Así, no es casual que el desierto de Marruecos sea el escenario de la novela. Es un territorio que para un europeo no es tan extraño, pero que por lo que ha sucedido adquiere un carácter remoto, como si todo lo que allí sucede no tuviera nada que ver con lo que los personajes conocen, con aquello a lo que están acostumbrados. La brecha cultural y social se hace patente mediante los contrastes entre los nativos marroquís que malviven de la venta de fósiles y los excesos de las fiestas en la mansión de Richard Galloway. La descripción de ese territorio seco, terroso y ardiente, antiguo lecho de un vasto océano del que solo quedan los esqueletos fosilizados de los extraños peces que lo habitaban, contribuye también a la atmósfera que impregna toda la novela.

¿Es ese el escenario para que David y Jo puedan renacer como pareja, perdonarse sus olvidos y sus miserias? Es poco probable, pero es lo que hay. La novela tiene un enclaje psicológico muy marcado y en ningún momento oculta su intención de indagar en las grandes cuestiones de una relación de pareja: la responsabilidad o la culpa. Quitarlas, como esos fósiles que pululan por todos lados, es abrir la puerta al perdón. Pero, y he aquí el dilema, perdonar adquiere un sentido mucho más amplio: hay que darse cuenta de que el rencor carcome.

El perdón es vivir con el recuerdo, es el camino al odio y otorgarlo tiene un efecto liberador. El perdonarse no es “hacer justicia» con su concesión, sino que acata la justicia al renunciar a la venganza, o al justo castigo, en aras de intereses superiores, en este caso el amor o lo que queda de él. En fin, un tema que se queda con el lector mucho tiempo después de cerrar las páginas de esta espléndida novela.

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