Trump Puede Escuchar: you are Fired

*La Elección Presidencial, el Reto Mayor

*La Xenofobia, su Compañera Inseparable

*Frentes Abiertos y Guerras Comerciales

*Covid-19, Causó el Tsunami Inesperado

*Su Contagio ¿Truco de Campaña o Verdad?

Por Joel Armendáriz

Donald Trump enfrenta a su peor enemigo: el desaire que podrían hacerle los ciudadanos en el “Súper martes” 3 de noviembre.

Cuando solamente faltan 7 días para la elección presidencial en Estados Unidos el republicano podría escuchar su frase: you are fired. Sí, la misma que utilizó durante una década que pronunció en el programa The Apprentice que se transmitía por la NBC.

Hoy está en juego si su ego lo saca adelante o lo entierra y despide de la política estadounidense.

Si Trump pierde este martes –aunque el resultado tarde semanas-, el 20 de enero asumirá un demócrata, Joe Biden, cuyo nombre aparece en las encuestas con una ventaja de entre 9 y 12 puntos, más que suficientes para derrotar el republicano.

Trump sería el primer presidente de EU en el siglo XXI que no sería reelecto.

Al inicio de la centuria George W. Busch gobernó de 2001 a 2009; le siguió Barack Obama quien le entregó el poder a Trump en 2017.

Sería además el cuarto mandatario en 41 años que no alcanza la reelección.

Controversial como pocos mandatarios, Trump llegó al poder por azares del destino y porque prometió “destruir” lo edificado por Obama, el primer presidente de color en la Unión Americana, además de cancelar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte “porque es el peor que hemos firmado”.

Durante sus dos primeros años de mandato, el nacido en Nueva York hace 74 años -14 de junio de 1946- abrió diferentes frentes que amenazaron la paz del mundo. Su distanciamiento con la OTAN y con los organismos reguladores de Comercio Internacional a causa de sus “guerras comerciales” con China y la Unión Europea, lo llevaron a convertirse en un hombre temido porque, afirman los expertos en personalidad y condición mental, es de arrebatos y habla más rápido de lo que piensa.

Para Trump, como para los gobiernos populistas del mundo, el Covid-19 le asestó uno de los más severos golpes en su vida. Ignorante del tema y alejado de la complejidad que representa –porque aún está vigente- la pandemia rebasó e hizo colapsar el sistema sanitario.

Hasta el momento, Estados Unidos lidera con el número de contagios y muertes de 8 millones 277 mil 961, de los cuales han fallecido 221 mil 241.

Los estadounidenses consideran que fallaron las estructuras sanitarias y que la forma de enfrentar la pandemia no fue la adecuada, a pesar de las drásticas medidas adoptadas por Trump. La presencia del coronavirus lo llevó a cerrar las fronteras aéreas con Europa –exceptuando al Reino Unido- y Asia, particularmente con China y no permitió que sus vuelos aterrizaran en ningún aeropuerto norteamericano. Y quizá para demostrar que también es humano, hace dos semanas fue hospitalizado por haberse contagiado. Y después, al salir, exclamó: soy inmune. Las familias de los 221 mil muertos no tuvieron esa fortaleza.

LA XENOFOBIA LO ACOMPAÑÓ

A diferencia de sus antecesores, que si bien se comportaron como si ellos no fueran inmigrantes, sí guardaron las formas y permitían el ingreso de indocumentados que solicitaban “asilo” por diversas causas y se les concedía la aplicación de las leyes. Si cumplían con los requisitos fundamentales: no ser terroristas, no pertenecer a pandillas y no haber sido condenados por tráfico o comercio con drogas, se les otorgaba el estatuto de residencia legal que culminaba con la nacionalización.

Trump hizo lo contrario.

Desde su campaña tomó el timón de la xenofobia y lanzó un operativo intenso que le permitió el triunfo en las elecciones de 2017.

Contra México se ensañó. Acusó a nuestro país de “enviar criminales, violadores y narcotraficantes” y para frenar la migración anunció la construcción del “muro más alto y largo del mundo”. Su proyecto, que avanzó, pero dista mucho de lo prometido, provocó una ríspida relación entre ambas naciones.

Primero por el constante ataque al TLCAN y después porque, aseguró, el “muro lo pagarán los mexicanos”. Durante los últimos dos años del gobierno de Enrique Peña Nieto se registraron enfrentamientos verbales que amenazaban con escalar. Sin embargo, las negociaciones para la modernización del tratado comercial mantuvieron su ritmo, aunque a México y Canadá se les obligó a ceder. El último día de gobierno de Peña, el 30 de noviembre, en Argentina se reunieron los titulares del Poder Ejecutivo de México, Estados Unidos y Canadá y firmaron el nuevo acuerdo, cuya entrada en vigor ocurrió el 29 de enero del presente año, luego de largas discusiones y constantes amenazas de la Casa Blanca de imponer aranceles a las dos naciones.

En materia de migración, Trump apretó las tuercas e hizo que la política anunciada por el presidente López en la materia girara 180 grados y de las puertas abiertas para todos los que buscaban cruzar el territorio mexicano para llegar al estadounidense se cerraron con otro muro: el constituido por la Guardia Nacional.

Hacia el interior de Estados Unidos, Trump no cesó de criticar y atacar a los afroamericanos y nunca dudó en usar la fuerza letal para contener la oleada de violencia generada a causa de asesinatos de personas de color a manos de las policías estatales. Las crecientes protestas surgieron con cientos de miles de personas que exigían justicia por el asesinato de George Floyd. Y siguieron en los estados del sur, en donde la población es mayoritariamente de color.

EL PESO DEL VOTO LATINO

Como nunca, en las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el voto latino será el factor determinante para elegir al nuevo o reelegir al presidente.

Trump cuenta con el respaldo de aquellos habitantes con menos educación y en su contra están todos aquellos inmigrantes, con derecho al voto.

Si bien el sufragio popular no determina el triunfo, el Colegio Electoral parece estar dividido y la campaña de Biden ha sido dirigida a buscar la unidad de todos los norteamericanos.

Para Trump, el hombre acostumbrado a ganar a toda costa, el reto es inconmensurable.

Ha tratado de descalificar el proceso e incluso amenazó con deslegitimar el voto por correo, que según apreciaciones de especialistas, podría determinar los resultados, toda vez que se conoce su preferencia antes de la jornada electoral.

Trump ha anunciado: “si pierdo le elección me voy de Estados Unidos”.

Y muchos le quieren tomar la palabra.

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