Por Susana Vega López
Aquí la diversión no acaba. El día se hace corto entre comer, jugar, contemplar y disfrutar de la vida respirando aire puro en un paisaje natural rodeado de un bosque con árboles de oyamel, pino, ocote, encino blanco, lago, riachuelos, columpios, pasamanos, resbaladillas, tirolesa, caballos y más. Un lugar ideal para hacer un día de campo o para ir a saborear una rica comida: el Centro Ecoturístico Los Manantiales.
Se llega por la carretera que comunica a la Ciudad de México con Toluca, en el kilómetro 8.5 carretera La Marquesa-Tenango del Valle. El camino se encuentra despejado. La gente todavía no se anima a salir a pasear, a recrearse, a olvidar el encierro involuntario en que se encuentra no sólo México, sino el mundo entero por culpa del Covid-19.
Yendo de la Ciudad por el camino de asfalto se vislumbran pistas de terracería para cuatrimotos y go karts a la izquierda por lo que se deberá tomar el retorno. Se asoma, a la derecha, la zona de restaurantes donde la gente espera que los visitantes lleguen, “aunque sea de a poco”, dice Juanita, quien confía en que pronto las personas lleguen a consumir.
La vista es espectacular. Los colores verdes, amarillos, sepias, cafés, predominan. Se adivina la pista de go karts por los carritos estacionados a un lado. Más allá la de cuatrimotos. Al bajar del automóvil, de inmediato se acercan vendedores que en sus canastas ofrecen dulces típicos, quesos, chorizo verde y rojo, pan y artesanías varias. Ellos deambulan constantemente y persisten para que la gente les compre.
Los locatarios salen a recibir al turista. Con gran sonrisa agitan sus manos con sabida señal de “¡aquí!, ¡vengan!” para invitar a consumir alimentos en su cabaña. Los vendedores se conocen entre sí. Nadie se enoja cuando el visitante se dirige a tal o cual restaurante. Sólo vuelven a entrar a su espacio a esperar que alguien los elija.
Aun cuando ya comió uno, lo primero que se antoja son los alimentos que se ofrecen en acogedoras cabañas: una rica pancita, un caldo de hongos o una sopa de médula, acompañada por unos tacos de cecina fresca, de pollo o de chorizo; o deliciosas quesadillas de queso, tinga de res o pollo, papa, requesón, o combinadas; o sencillamente con tortillas calientitas recién salidas del comal, -sin faltar un café de olla calientito, un atole, un jugo, y hasta pulque o una “piña loca”.
Luego, a caminar por el campo. Los nativos ofrecen un paseo a caballo a 100 pesos la media hora para hacer un recorrido por el cerro de La Marquesa. “Se lo dejo a 80, es que no hay clientes”, dice uno de ellos, el más grande. El joven comenta que pueden ir dos en el caballo: “Ándele, anímese, se suben los dos niños y usted se va en este más grande. Nosotros los llevamos, o si quieren pueden tomar la hora completa, es mejor”.
El frío habitual del lugar hace necesaria la ida al baño “de a cinco pesos” antes de decidir subir al caballo o alquilar el go karts. “Allí sólo dan vueltas… hasta se marean y se aburren… mejor escoja el caballo”.
Algunos niños corren al área de juegos infantiles para subirse a los columpios mientras otros bajan la resbaladilla sin importar caer en un charco de agua porque sigue lloviendo todos los días. Más allá están unas porterías para jugar futbol. El sol se asoma entre las nubes que pasan y que por las tardes amenazan con fuerte lluvia.
A las faldas del monte algunas personas investigan el apartado de una palapa que señala un costo de 200 pesos el día, aunque se nota que encima le pusieron un uno. “Es para que la poca gente que venga se decida por apartarla en cien pesos”, afirma una mujer.
Están suspendidos los recorridos por senderos interpretativos, la pesca deportiva y la tirolesa de 321 metros (que se encuentra sin funcionar).
De gran belleza natural, el Parque Nacional Insurgente Miguel Hidalgo y Costilla, mejor conocido como La Marquesa o Salazar, es un lugar que comparten el Estado de México y la Ciudad de México en una superficie total de mil 889 hectáreas en los municipios Ocoyoacac, Huisquilucan, Lerma y la alcaldía de Cuajimalpa (con 525 hectáreas).
El nombre de La Marquesa (con 432 ha.) se debe a que Hernán Cortés, quien recibió el título nobiliario Marquesado del Valle de Oaxaca, le autorizó a su esposa doña Juana de Zúñiga que en dichos terrenos hiciera una hacienda, misma que desapareció en la época de la Revolución.
El 18 de septiembre de 1936, el presidente Lázaro Cárdenas emitió un decreto en el Diario Oficial para declarar Parque Nacional a esta zona también conocida como los Llanos de Salazar para cuidar este parque que cuenta con una población estimada en dos mil 660 habitantes, según el censo de 2010 del INEGI.
Esta zona turística-recreativa se encuentra en un área natural protegida con 312 especies de flora donde abundan coníferas y plantas como la escobilla, cardo de montaña, salvia, pata de león y zacate aparejo, y fauna como musarañas y lagartijas escamosas de mesquite (ambas en peligro de extinción), ardillas, culebras, víboras de cascabel, zorra gris, coyote, cacomixtle, murciélago, conejo, rata magueyera, musaraña, vencejos, patos y otras aves.
La Marquesa tiene poco más de 20 hectáreas con viviendas de tabique y concreto, aunque también hay de madera y lámina, calles de concreto y terracería, con los servicios de agua potable.
Un paseo muy cerca de la Ciudad que vale la pena realizar y salir del encierro.