*Desmantelamiento de Antiguas Estructuras
*Tratando de Borrar Sexenios, Gobiernos y Presidentes
*El uso Indebido de los Militares Para Amedrentar
*Real División de Poderes, una Demanda Insatisfecha
Por Iván Ruiz Flores
Con el pretexto de la antigua corrupción y sin ver la viga en el ojo propio actualmente avanza el desmantelamiento de las estructuraras gubernamentales con distintos años de antigüedad.
¿Hasta dónde regresará México al pasado en un solo sexenio? Se desconoce, porque los planes que tenía contemplados su único autor, se fueron por la borda con la pandemia y es hora que ya no existen recursos económicos para el eventual cambio denominado pomposamente (cuarta transformación).
Hoy el dinero que obtenga el gobierno por las vías que fuere tendrá que ser utilizado inteligentemente si López Obrador aspira a llevar la fiesta en paz y no a un serio levantamiento de parte de los más afectados, léase clase media, media baja y baja, así como de los pobres. En total más de 100 millones de mexicanos.
Sin defender al neoliberalismo, la actual necedad de volver al antepasado choca con las realidades.
Octavio Araujo en un ensayo publicado por Scielo, hace algunos años señalaba que México en los años ochenta se debatía entre dos regímenes políticos: uno estatista, populista y autoritario, y otro neoliberal, tecnocrático y menos autoritario que el viejo régimen.
Hacía notar también que fue en 1997 que “se asomó” la posibilidad de un cambio ante la peculiaridad de dos fenómenos surgidos de las elecciones de ese año: la elección por vez primera en la historia de México de un jefe del gobierno del Distrito Federal por sufragio directo, universal y secreto (Cuauhtémoc Cárdenas) triunfo que además recayó en un partido de oposición de centro–izquierda, el PRD. El otro fenómeno fue que por primera vez también desde su fundación el PRI no logró mayoría en la Cámara de Diputados. El investigador los llamó “dos regímenes superpuestos”.
Explicó por qué. Al iniciarse “el neoliberal tecnocrático, el estatista populista no había desaparecido del todo. Muchos de los defensores del viejo régimen, con o sin adecuaciones a los tiempos cambiantes, estaban vigentes dentro y fuera del gobierno federal, de no pocos gobiernos estatales y del PRI, uno de sus principales soportes desde su creación en 1929 como Partido Nacional Revolucionario (PNR).
“Al mismo tiempo, los defensores del nuevo régimen —también en el PRI—, que ya habían sobresalido desde el gobierno de López Portillo (1976–1982) en su gabinete económico, afianzaron su hegemonía al ganar para ellos la presidencia de la república, en un país presidencialista altamente centralizado. Podría decirse que, a pesar de que los defensores del régimen neoliberal tecnocrático contaban con el gobierno nacional, no habían logrado derrotar a los representantes del viejo régimen. Quizá esto explicaría por qué tuvieron que recurrir a un golpe de Estado técnico imponiendo, primero en el PRI (como candidato) y luego en la presidencia del país, a un tecnócrata también neoliberal: Carlos Salinas de Gortari. Fue éste quien habría de precisar el carácter del nuevo régimen, y afianzarlo, sin importarle los medios para conseguirlo”.
Hoy, pues, vamos de regreso, a la fuerza, a los años ¿echeverristas? ¿lópez-portillistas? Creo que nadie, ni él lo sabe. Es simplemente recuperar el centralismo gubernamental, el presidencialismo desbocado y con tintes dictatoriales, al darle un gran poder a los militares y utilizar al ejército para amedrentar a los civiles (entre éstos a los periodistas) y no a los delincuentes.
Seguramente existen márgenes, legales o no, para hacerlo Hay algunos autores que señalan (Juan Francisco Rivera Suárez y Maribel Rivera Suárez, “Presidencialismo mexicano, responsabilidades, poderes y controles, publicado por Scielo) por ejemplo en sus conclusiones:
“…la permanencia incólume de una faceta del presidencialismo anterior: el régimen de responsabilidades, ineficaz al momento de fincar responsabilidades al titular del ejecutivo, aspecto desdeñado por el grueso de la doctrina. En el mismo tenor, permanece como demanda insatisfecha la real división de poderes, volviendo nugatorios, ambas disposiciones, todo esfuerzo por limitar y controlar al poder presidencial. Ello vuelve ineficaz la teoría de las facultades acotadas del presidencialismo mexicano…”